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Cuando la actuación encontró a Reggie Reyes

El viaje comenzó en el km7 de la Panamericana, pasó por el rodaje de "La Familia" y aterrizó en la Semana de la Crítica de Cannes

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Despegue

Cuando la actuación encontró a Reggie Reyes él estaba con su hermano. Ambos vestían camisa negra, mono hasta la pantorrilla y chancletas marrones. Habían bajado de su casa, en el km 7 de la Panamericana, para jugar. Andaban con sus patinetas muy tranquilos cuando Eliud, un vecino, lo llamó para armar un equipo de fútbol con otros chamos de la residencia. En ese momento, Reggie no estaba enterado de que iba hacia un casting y mucho menos imaginaba que un año más tarde estaría en Cannes por interpretar a Pedro, co-protagonista de La Familia de Gustavo Rondón.

Érika, su madre, sí supo desde el principio cuál era el objetivo del partido. También el de los talleres que empezaron a realizar a partir de ese día los jóvenes del Urbanismo Felipe Acosta, complejo creado en 2011 por la Gran Misión Vivienda Venezuela. Ese mismo día Tatiana Mabo y Rober Calzadilla, encargados de la dirección de casting, hablaron con ella y le explicaron de qué iba todo. Buscaban a un adolescente que no tuviera experiencia en la actuación pero que encajara con el perfil seleccionado. Les costó mucho encontrarlo, pasaron por liceos de distintas zonas hasta llegar al Felipe Acosta, en el km 7 de la carretera Panamericana, donde reside la familia Reyes. De ojos oscuros, piel morena y cuerpo delgado, con sus 13 años recién cumplidos, Reggie aguardaba junto a otros niños.

Al principio no era la primera opción, sin embargo, un desafortunado corte de cabello cambió el rumbo de la selección. Al muchacho que habían escogido lo llevaron a la peluquería para hacerle un cambio de look. Para mala suerte de él, y de su madre quien propuso la transformación, ya no encajaba con el perfil requerido. De esta manera quedó la vía libre para otros aspirantes, entre ellos Reggie.

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Reggie junto a su hermano George en el Urbanismo Felipe Acosta


La idea de ser actor nunca pasó por su cabeza. Siempre quiso ser jinete y estudiar hipismo como su papá,
que es entrenador de caballos. Aún lo mantiene. Con ese sueño en mente, y todavía sin saber que la vida lo dirigía hacia otro lado, realizó las actividades que el equipo de La Familia tenía preparado para los adolescentes. Entre ejercicios, juegos y dinámicas actorales comenzó a sobresalir dentro de su timidez. Después de un partido de “pelotica e’ goma”, tras saciar la sed, Gustavo –quien todavía no se había identificado- lo arrastró hacia un rincón y le dijo.

–¿Sabes algo? Estamos filmando una película, yo soy el director y tú vas a ser el protagonista. Te quedaste con el papel.

La sorpresa llegó a la cara de Reggie. Estaban en el Bloque 11 de Lomas de Urdaneta en Propatria, locación principal durante la grabación. El juego de hace unos minutos era una de las escenas de la película y él, a partir de ahora, sería Pedro, el hijo de Andrés. Con ejercicios de visualización, en los que cerraba los ojos y reconstruía un lugar; o de concentración, fue cumpliendo con lo que Gustavo le pedía. No trabajaron con guión. Antes de filmar, conversaban lo que iban a hacer, se daban las pautas y comenzaban a grabar. Todo se dio al momento. “Normal, relajao”.

A Giovanny lo conoció después. Se incorporó casi al finalizar los talleres, cuando ya el trabajo entre él y el director había comenzado. Gustavo se valió de esa aparición abrupta para recrear la relación resquebrajada entre Andrés y su hijo Pedro. A medida que avanzó el rodaje los vínculos se estrecharon y enriquecieron. Tanto así que ahora Reggie considera a Giovanny como un “mejor amigo”. Se tratan como padre e hijo.

Vuelo

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Con Érika, su mamá, al abordar el avión hacia Cannes

El día anterior a que culminara el rodaje Reggie llegó a su casa después de una mañana de grabación. Ya habían terminado en Lomas de Urdaneta, pasado por La Floresta y el día siguiente filmarían la última escena en Falcón. Al entrar al baño apenas podía abrir el grifo de la ducha. “Todo me temblaba, parecía que me fuera a dar un ataque”, recuerda. Pensar en que ya todo acabaría lo llenó de una tristeza que somatizó en fiebre. Su mamá llamó alarmada al equipo de producción:

–Tengo al niño prendido en fiebre, ¿cómo hacemos? — dijo asustada.

–No se preocupe, eso debe ser emocional. Él estaba bien en la mañana — contestaron al otro lado de la línea.

Y claro que era emocional. La magia llegaría a su fin el 14 de noviembre de 2015. Reggie se despediría del equipo que estuvo junto con él durante tres meses y medio. Aquellos que lo encontraron en el Felipe Acosta y le mostraron un mundo que desconocía. La aventura se terminaba, o por lo menos eso pensaba en ese momento. La historia de los vínculos familiares entre Andrés y su hijo Pedro se iba a posproducción.

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El día llegó junto a las despedidas. La rutina volvió a casa: los quehaceres diarios, el liceo, las prácticas con papá y los caballos en La Rinconada. El sueño del hipismo seguía ahí, pero ahora compartía espacio con la actuación. “Me interesa actuar. Cuando llegue a la universidad quiero estudiar algo que me sea útil. También me preparé para ser jockey y montar a caballo”, comenta cuando le preguntan qué hará cuando se gradúe de bachiller.

Ha pasado un año y medio. El celular de Érika suena al ritmo de un reggaetón. En el apartamento resuena una voz nasal que canta: “no quiere enamorarse, dice que se queda sola…”. La pantalla se alumbra y en blanco resalta el nombre de Gustavo Rondón.

-¿Aló? ¿Cómo está usted?

-Todo bien. Llamo para decirles que la película quedó seleccionada en la Semana de la Crítica de Cannes, uno de los festivales más importantes del mundo del cine. Prepárense para viajar.

La emoción no cabía en el cuerpo de Reggie y de su madre. Era la primera vez que salían del país, la primera vez que se montaban en un avión y la primera vez que un largometraje venezolano concursaba en esa sección del festival. El antecedente, en la categoría de cortometrajes, lo tenía Lorenzo Vigas con su filme Los elefantes nunca olvidan, que concursó en 2004. Además podían decir que participarían en un certamen donde debutaron cineastas como Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro, Gaspar Noé o Bernardo Bertolucci.

Aterrizaje

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Ya está montado en el avión. Desde la ventanilla ve la ciudad que se pone chiquitica. Está tranquilo, pues siente que ha viajado varias veces. Después de 11 horas y una escala en Madrid llegan al aeropuerto Nice Côte d’Azur, de ahí van en carro hasta Cannes. Al salir del vehículo lo impresiona la cantidad de personas en la calle que usan el celular, los carros aparcados en las aceras y los policías que transitan a caballo. “Ojalá y aquí fuera así”, suspira, “con toda esa tranquilidad”.

No tiene mucho tiempo para observar. Rápidamente Natalia, productora de la película y esposa del director, lo lleva a cambiarse para un set de entrevistas. Habla en español mientras alguien del equipo traduce lo que dice. Se esfuerza por entender pero al final desiste. Parpadean los flashes y suenan los obturadores. Posa junto a Gustavo y Giovanny, quien interpretó el papel de Andrés. Al finalizar van al apartamento a descansar. El jet lag ha hecho su efecto.

img-20170705-wa0012Todo transcurre cerca de la playa. Hay alfombras rojas, sillas y decorados con flores. Los afiches de cada película hacen la antesala a los estrenos y en grandes pantallas retrasmiten lo que pasa.

–¡Mira quién está allá!– grita Érika como una niña

–¡Es Nicole Kidman!– No tarda en buscar el teléfono para sacar unas fotos. Se toman algo en el “express”, van a algunas otras entrevistas con flashes y llega la hora del estreno.

Nadie ha visto la película. La sala los envuelve con sus innumerables butacas y su pantalla gigante. El corazón de Reggie comienza a retumbar. Se sienta en la silla que tiene su nombre mientras las imágenes comienzan a cobrar vida. Pareciera que la película avanza al ritmo de su pulso. La fila entera tiembla con él. “Después de que me vi ahí no lo podía parar”, explica, “me sentí muy conmocionado al ver mi propio esfuerzo”.

Fundido a negro. La ola de aplausos comienza a crecer. “Párate”, le dicen. Vence la timidez. Se levanta. Contempla al gentío que los observa. Que los observa y los aplaude. Gustavo Rondón agradece en inglés y da unas palabras. La conmoción es mayor para Reggie, no sabía que hablaba otro idioma. Los aplausos continúan. “Bravo!”, “Congratulations!”, “Très bien!”. Recuerda los ejercicios de concentración durante el rodaje, respira y sonríe.

Después de cinco días de viaje y una gran experiencia a cuestas, lo recibieron en Caracas con los brazos abiertos. Sus conocidos de la residencia que saben de su participación en el largometraje le dicen: “Chamo, ¿dónde está esa película? Lo que salen son puros trailers por YouTube”. Y es que La Familia aún no se estrena en Venezuela. Cuando llegue más de uno correrá al cine a ver a Reggie y Erika estará ahí con una sonrisa en los labios para decir, una vez más: “Yo soy su mamá”.

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Giovanny García, Reggie Reyes y Gustavo Rondón en Cannes