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Bernardo Esquinca y las increíbles aventuras de Edgar Allan Poe

La lectura de Fedosy Santaella sobre "Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe", del autor mexicano Bernardo Esquinca, contempla cómo el escritor se inspira en la literatura del mismo Poe, pero también de toda la que se ha escrito en torno a él

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En los libros se agazapa siempre algo de la vida de los autores, un deseo, una venganza, un recuerdo, un rostro o varios constituyendo el semblante de un personaje. No se trata de la autoficción que tanto se nombra en estos días, sino de todo ese material profundo que funda las bases del universo narrativo de cada escritor. Por supuesto, tampoco es de negar que el deseo de ellos de ser protagonistas de sus propias historias también ha producido ingente literatura; si conocemos medianamente la biografía de Edgar Allan Poe, podemos entender que mucho de lo que escribió tiene vasos comunicantes con su vida. Poe luchó contra sus demonios y les careó, en varias ocasiones, el escudo o el alto muro de la razón. Al horror casi sobrenatural de los asesinatos ocurridos en la calle Morgue, se imponen los fríos razonamientos del Chevalier Auguste Dupin.

Quién sabe cuántas veces el atormentado creador de El Cuervo se imaginó en la sobria figura de Dupin, aquel primer gran investigador de la literatura detectivesca. Quién sabe también cuántas ha soñado Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972) con ser su admirado Edgar Allan Poe. Como homenaje, y quizás para paliar aquel deseo, lo que ha hecho en su última novela, Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe (Almadía, 2018), es disponer al célebre escritor como el protagonista de los avatares de su propia existencia y sus propias inventivas (las de Poe) en esta trama ganadora del Premio Nacional de Novela Negra 2017.

Esquinca, autor consentido por Almadía, ha publicado en esta editorial una obra consistente en sus preferencias temáticas, llevadas hacia lo fantástico, lo gótico, el terror y lo sobrenatural. Es un autor imaginativo y dotado, un digno heredero de la literatura precedida por grandes maestros como Allan Poe, el celebrado de ocasión en esta reciente edición de Almadía.

Pero Esquinca no es ni de lejos el primero en articular al gran poeta como personaje de sus novelas. Mathew Pearl, en 2006, hizo uso de él en La sombra de Poe, un best seller que tuvo una muy buena circulación mundial. Pero en este caso, Poe es un cadáver (no ambulante), y quien sale a luz como protagonista es nuestro famoso caballero Dupin, que ha de investigar, nada más y nada menos, la muerte de su creador. Tampoco fue Pearl, por supuesto, el primero en tomar a Poe para la ficción. Bradbury lo usa junto a otros escritores como Shakespeare, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood y Dickens en un cuento titulado «Los exiliados», donde tales autores, justamente, son exiliados, nada y nada menos que en el distante planeta Marte. John Dickson Carr también escribió un cuento con Poe como protagonista. En este, es el mismo Poe quien se hace cargo de un caso que luego aparecerá en uno de sus cuentos, pero resuelto por Dupin. Louis Bayard, por otro lado, también en 2006, publicó The Pale Blue Eye, donde vemos al joven Poe junto a un detective de apellido Landor resolviendo un asesinato en la academia militar West Point, casa de estudios de Poe. Antes de ellos, Harold Schechter inició en 1999 lo que terminó siendo una tetralogía de misterio protagonizada por el poeta: Nevermore (1999), The Hum Bug (2001), Mask of Red Death (2004) y The Tell-Tale Corpse (2006).

Esquinca, que bien conoce toda esta literatura previa, asume un gran reto con la novela. En primer lugar, le interesa el joven Poe también en un recinto aprendizaje superior, esta vez en la universidad Charlottesville, Virginia, que para entonces tenía poco de fundada (Poe estuvo en 1826, la universidad abrió sus puertas en 1819), y era además un centro de vanguardia en la educación, donde los alumnos tenían la potestad de regir, de autogestionar su vida cotidiana. Aunque la universidad tenía reglas muy estrictas, esta prerrogativa hizo de Charlottesvile todo un «muladar», tal como la adjetiva el mismo Esquinca en los apuntes finales de la novela. Por supuesto, no podemos dejar de recordar el relato «William Wilson» al pensar en estos años intemperantes del poeta en Charlottesville.

En segundo lugar, a Esquinca le interesa también la idea de Poe investigador yendo tras los pasos de uno que otro caso que después aparecerá en sus cuentos (en especial el «Los crímenes de la calle Morgue»). Pero a esto, el autor agrega un tercer elemento interesantísimo: el personaje de P.T. Barnum. Poe y el gran señor de los espectáculos extravagantes existieron al mismo tiempo y en el mismo siglo, pero además, en la misma ciudad, Nueva York. Acá, ha de decirse, Esquinca sigue los pasos de Harold Schechter en The Hum Bug, novela donde Poe hace tándem con Barnum a la búsqueda de resolver un crimen inspirado en uno de los dioramas del museo de Barnum.

Así que, como se ve, de Poe se ha escrito ya de todo y de más, pero Esquinca, aun así, sale airoso del intento. Su juego con Barnum lo lleva a mostrar una galería de personajes de feria que forman una especie de batallón de héroes rocambolescos; de hecho, la historia tiene cierto aire a novela gráfica, a cómic, que le sienta muy bien y que, posiblemente, sus editores sintieron como tal, pues la novela está acompañada de unas portentosas ilustraciones del brillante ilustrador madrileño Mario Rivière.

Así, Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe se alimenta de literatura por todos sus flancos. De la literatura del mismo Poe, pero también, ya se ha visto, de toda la que se ha escrito en torno a él. Digamos que, de algún modo, nos encontramos ante un ejercicio doble de metaliteratura. Pero no se crea que Esquinca nos entrega un relato cerebral y de ficción para académicos llevado por las intertextualidades. Todo lo contrario, Esquinca nos ofrece, ya se ha dicho, una aventura de misterio cercana a la novela gráfica, llena de fenómenos de circo y de momentos de suspenso armada con una andamiaje a dos aguas o a dos tiempos: un tiempo presente, con Poe viviendo en Nueva York, y otro con Poe de joven y en la academia West Point. Esquinca va así alternando las dos vertientes, creando de este modo interrupciones de trama muy al uso de folletín, lo que aporta, por supuesto, gran expectativa en el lector.

En Nueva York nos muestra a Poe en contacto con Barnum, quien, luego de intentar una relación comercial relacionada con la capacidad del autor para crear historias macabras, termina contratándolo para resolver un desesperado caso de interés muy personal. En Charlottesvile, el Poe joven es perfilado en sus días dispendiosos, entre el juego y las experimentaciones siniestras con cadáveres. Pero además, este joven Poe se enfrenta a una sanguinaria rebelión de esclavos (recordemos que estamos en Virginia) que casi acaba con su vida. Al mismo tiempo, en Nueva York, la peligrosa investigación contratada por Barnum también llevará a nuestro personaje al borde de la muerte.

Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe es una novela entretenida, de narración ágil e indetenible, más cercana a la aventura que al terror. Quizás, podríamos acotar, dicha carencia del efecto terrorífico es un poco lo que pudiera objetársele a la novela. Lograr un equilibrio entre lo detectivesco, lo histórico, el terror y la aventura es harto difícil y en consecuencia algo en ese cóctel ha de salir desfavorecido. El resultado, sin embargo, me ha dejado satisfecho. Y no creo que el maestro Poe vaya a quejarse desde la tumba ni a aparecérsele al autor alguna noche, tirando de sus sábanas a manera de reclamos molestos. Poe, así lo pienso, más bien estará agradecido por haberse convertido, una vez más pero con gusto preciso y precioso, en protagonista de una aventura gótica envolvente y muy bien contada.