Kevin Jorges ganó el IV Festival de Jóvenes Directores Trasnocho
El público podrá disfrutar las obras de los directores galardonados todos los fines de semana desde el 16 de marzo hasta el 8 de abril en el Trasnocho y el CCCH

Kevin Jorges por la dirección de la obra Cara de Fuego y Samuel Medina con su versión teatral de La Empresa Perdona un Momento de Locura, alcanzaron el primero y el segundo lugar del concurso. Por tal motivo desde el 16 de marzo, los dos representaciones podrán ser apreciadas por el público en sendas temporadas que tendrán lugar en el Espacio Plural de Trasnocho Cultural y en la Sala La Viga del Centro Cultural Chacao.
Culminada la temporada de 48 funciones de los siete montajes finalistas, este domingo 11 de marzo, el jurado del certamen teatral organizado por Trasnocho Cultural, dio a conocer su veredicto oficial, el cual fue unánime. Los miembros del jurado integrado por la productora Carolina Rincón; el director Javier Vidal; el Comunicador Social Luis Parada, el hacedor teatral Andrés Roja y la gerente del Trasnocho, Solveig Hoogesteijn le otorgaron el primer lugar del concurso a Kevin Jorges, quien presentó en el festival, su interpretación Cara de Fuego, original del escritor alemán Marius von Mayenburg.
El veredicto de jurado destaca que la decisión en relación al primer premio del Festival fue tomada considerando que la propuesta de Kevin “tiene una dirección y puesta en escena depurada, atrevida, con estilo propio y una brillante utilización de los recursos escénicos“.
En esta cuarta edición, el jurado concedió el segundo lugar del certamen a Samuel Medina, director del clásico La Empresa Perdona un Momento de Locura, llevada a las tablas por Rodolfo Santana. El premio le fue concedido a Medina “por una vigorizante lectura de este clásico contemporáneo y una certera conducción de los actores que le imprime vigencia y actualidad a esta obra”.
La Empresa Perdona un Momento de Locura es una obra dramática que habla sobre un obrero ejemplar, que nunca faltó a su trabajo y que vio crecer la empresa desde sus inicios. Un día presencia como la troqueladora le destroza la mano a un joven. Este hecho hace que Orlando “enloquezca” y golpee las máquinas increpando contra la fábrica y sus jefes. La psicóloga de la empresa quiere conocer las razones que originaron este desproporcionado comportamiento. La versión dirigida por Medina destaca, por la original ambientación y el cuidadoso trabajo de dirección de los actores, encabezados por Djamil Jassir y Patty Oliveros.
El panel de premiación aprovechó para añadir además 4 nuevos renglones al festival que son :Mejor Actor Novel, Mejor Actriz Novel, Mejor Actor y Mejor Actriz.
Los actores que ganaron estos reconocimientos fueron ;Andrés Moro como Mejor Actor Novel por la consistencia de su actuación en la obra Cara de Fuego. Jessica Moreno, premio a la Mejor Actriz Novel por su fuerza interpretativa en Cara de Fuego y a Kathy Peralta por su acertada interpretación y el desarrollo de su personaje en “La Edad de la Ciruela”.
Se otorgó el premio de Mejor Actor a Djamil Jassir por la conmovedora interpretación del obrero Orlando Núñez en la obra La empresa perdona un momento de locura también se concedió a Verónica Arellano el premio a la Mejor Actriz por su versatilidad, fuerza dramática y excelente interpretación de dos personajes: Antonieta en la obra Un Corrido Muy Mentado y Adriática en La Edad de la Ciruela.
En la información de prensa que recibimos del Trasnocho Cultural aparecen datos curriculares de los dos directores ganadores. Kevin Jorges es Licenciado en Teatro de UNEARTES hizo numerosos e importantes talleres de actuación, danza y temas relacionados con el teatro. Hizo un espectáculo de comedia y participó en la cuarta edición del Festival Trasnocho con su primera dirección de una obra de teatro completa . Por su parte ,Samuel Medina a los 29 años de edad , ya cumplió cinco años como promotor actividades culturales en todo el país. Su más reciente desempeño como actor fue en La Yerba de mama es la más Rica dirigida por Daniel Uribe y su primer trabajo como director fue “El susurro” de Sinergia Teatro y Producciones que participó en el Festival de Teatro de Caracas.
A Esfera Cultural le resulta grato y oportuno reponer a continuación el artículo de María Carolina García articulista de la fuente de teatro en el portal, sobre la la obra del galardonado Kevin Jorges que se publicó originalmente el 30 de enero 2018 .
El segundo montaje del IV Festival de jóvenes directores pone en escena Cara de fuego, del damaturgo alemán Marius Von Mayenburg, bajo la dirección de Kevin Jorges. En Espacio Plural de Trasnocho Cultural, Andrés Moros, Jesika Moreno, Verónica Fagúndez, Rafael Monsalve y Jorge Gordillo dan vida a una familia disfuncional en cuya relación se evidencian rasgos de la descomposición social, el cambio de paradigmas ideológicos y la resistencia de la tradición frente a estos síntomas.
La dramaturgia de Von Mayenburg se destaca por su complejidad discursiva. Su obra dramática se caracteriza, a modo general, por el tratamiento de estructuras narrativas en planos múltiples, fragmentados y simultáneos. Cara de fuego no es la excepción en su corpus dramático. La pieza resulta profundamente interesante por los temas que en ella se presentan: asuntos relativos al incesto, la rebeldía adolescente, la incapacidad de los padres para serlo, la tragedia que supone el nacimiento, el quiebre de las instituciones sociales y la caducidad de los discursos hegemónicos. A mi modo de ver, en esta opacidad y multiplicidad textual reside el origen de los desaciertos de la propuesta escénica de Kevin Jorges. El director, supongo que por elección, se queda en la capa más superficial de la pieza haciendo un tránsito evasivo por los asuntos medulares del texto. Cuando digo que es por elección lo hago pensando que esa fue la ruta prevista para su montaje y no porque la densidad dramática lo abrumó. Sin embargo, no puedo dejar de lado el hecho de que se evidenciaron muestras de resonancias de carácter estético emparentadas con la cinematografía de Harmony Korine y Larry Clark, en filmes como Gumo o Kids que coinciden con la temática expuesta por Von Mayenburg.
El espacio de la representación es presentado en cuatro niveles, dos de ellos casi no utilizados durante el montaje, cosa que los convierte en elementos prescindibles. El mayor problema fue la interacción con el mobiliario. Este tenía una importancia vital en el concepto escénico pero fue manejado torpemente por parte de los actores.
Desde mi óptica, Kevin Jorges planteó un concepto escénico pretencioso que no se cohesionó en la realización escénica y la actoral. Cuando un montaje depende del uso de un objeto, la ejecución con este debe ser impecable porque se le exige al espectador —de modo convencional— que asuma que ese objeto renuncia a su cualidad material para trascenderla y transformarse en un elemento de naturaleza múltiple. Esto solo es eficaz si se concreta en dos niveles, el manejo del objeto en sí mismo y el compromiso de los actores para asimilar la convención propuesta y traducirla a los espectadores. En ambas tareas yo creo que fallaron.
Lo que sí resultó ser una imagen poderosa y acertada de la propuesta, fue el empleo de dos almohadones encadenados. ¿Por qué esto se torna interesante? Porque logra plantear la síntesis visual de una de las ideas centrales: el matrimonio como prisión que desencadena en una paternidad infernal. Los padres se sienten agobiados por la existencia de sus hijos. Cuando el menor de los hermanos nació, la madre sintió cómo se sujetaba de sus entrañas para lastimarla, casi como una premonición sobre el calvario que representaría su nacimiento. Ambos personajes se encuentran ausentes de las vidas de sus hijos, entre ellos la comunicación es inválida porque no hay modo de que sus diálogos tengan algún valor más allá de la exaltación del odio entre padres e hijos y la imposibilidad de reconciliación.
Los hijos, Kurt y Olga, son más que adolescentes rebeldes, constituyen el epítome del cambio del sistema de valores y el deseo de subvertir el orden social. En ambos personajes se expresan dos ideas muy concretas: en él priva la necesidad de la destrucción y autodestrucción a partir del fuego; y en ella persiste la idea del sexo como punto de partida para la inmediata transformación y acto liberador.
El niño quiere acabar con las estructuras que, dentro de la ciudad, representan los símbolos de las instituciones tradicionales: la escuela, la fábrica y la iglesia. La hermana, por su parte, se encuentra en la ebullición de la sexualidad y explora sus posibilidades eróticas con el hermano y con Paul, su novio. El desencanto frente a la realidad de lo que el ejercicio de la sexualidad supone la conduce hacia una espiral que pone al relieve su vacío.
Pero no todo es caos y destrucción; ellos obtienen, aunque de modo terrible, su emancipación. En ese período se desnuda la personalidad tiránica de Kurt y Olga se refugia en los brazos de Paul para salir del infierno que ella ayudó a construir y que ahora es gobernado por su hermano. Siente que irse de la casa implicará la reproducción de un modelo del que desea escapar; se casará con Paul, tendrá hijos y se convertirá en su madre. Estamos condenados a una rebeldía que cesa en la adultez; su fin se vincula con el estancamiento y la repetición.
Esta pieza es una excelente oportunidad para pensarnos, para revisar qué es lo que cuestionamos como individuos frente al sistema. ¿Qué es lo que ha fallado, las instituciones en sí mismas o los individuos que las conformamos?