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En “Conformación lúdica” Salvador Güida busca la infancia perdida

Las esculturas del artista apelan a lo imaginario y el recuerdo, se estarán exhibiendo hasta el 22 de diciembre en la Galería de la Universidad Central de Venezuela

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Como si estuviéramos en un bosque, rodeados de una serenidad inusual; o quizá en un parque infantil. En la Galería Universitaria de Arte de la Universidad Central de Venezuela no hay cabida para las tragedias ni las preocupaciones. Con las obras de la exposición Conformación Lúdica, de Salvador Güida, se busca generar un espacio de bienestar, “un gran refugio” como señala el artista, quien adorna paredes y rincones con obras escultóricas y gráficas.  La muestra estará allí hasta el 22 de diciembre.

Con la curaduría de Alberto Asprino y acompañado del texto de sala por el maestro Perán Erminy, cada pieza está inspirada en la naturaleza, pero se basa en los recuerdos del creador. A primera vista, las esculturas conforman toda la muestra, pero en la sala también hay un trabajo de figuraciones en un componente gráfico. Así, además de las obras tridimensionales distribuidas en el espacio, hay trabajos bidimensionales como “Polinización” (2010), que narra este proceso a través de llenos y vacíos de colores.

 

“Polinización” (2010), pieza en vinilo sobre acrílico. Foto: Edisson Urgiles

Hay, además, otra línea de investigación denominada Conformaciones. “Son trozos restantes de la realización de las esculturas, con las que trato de desmembrar la figuración y ensamblar cada fragmento para configurar una nueva forma. En estas se halla una  influencia en la tradición abstracta”, explica Güida.

Pero las piezas que se encuentran en Conformación lúdica tienen un aura infantil muy vibrante. El artista construye personajes que tienen vida propia, cada objeto es dotado con un alma. “Como un acto de creación, les pongo un nombre que genera personalidad a cada una de estas obras”, explica el artista.

—¿En qué se basa para dotar de personalidad a cada obra?

–Principalmente en los recuerdos. Algunas son imágenes simbólicas de momentos que me llevan a algo divertido o que hacen referencia a mi infancia. Está “Farina”, una obra que me recuerda al  personaje de una serie de mi infancia:  “La pandillita”. También hice a “Miranda”, como la cantante de samba Carmen Miranda, reconocida entre las años 30 y 50 por bailar con frutas en la cabeza. Por otra parte, hay una fusión entre los recuerdos y en cómo yo veo el trópico. En mis obras se refleja un fuerte impacto caribeño; es una manera de exaltar este clima.

—¿Por qué apela principalmente a lo infantil y lúdico?

–Existe una relación con lo infantil porque es una de mis preocupaciones. Busco entender ese lugar imaginario que tenemos desde que somos pequeños, y ver cómo en el fondo lo vamos perdiendo ¿Cómo indagamos en eso? ¿cómo podemos mantenerlo? Esta exposición te traslada hacia un lugar imaginario. Pretendo que haya una conexión con la infancia. Al final, el gran objetivo del arte es nutrir el espíritu del ser humano.

—¿Cómo fue el proceso de interpretación para la creación de las obras?

–Hice un uso figurativo a través de la mediación. Estas obras tienen una gran relación con la naturaleza por sus formas y por la simbologías; pero no se trata de una interpretación directa de la naturaleza. Es una interpretación de otra que ya fue hecha por la cultura pop. También hay una nostalgia por lo clásico. Por eso, en esta serie de obras tridimensionales las figuras son simétricas -la simetría es un concepto clásico-, y las monté sobre un pedestal, como las esculturas griegas que se postraban sobre un basamento.

 

Salvador Güida. “Tutú” (2014), obra en madera pintada. Foto: Edisson Urgiles

 

 

 

 

La decisión por el camino de la creación

Salvador Güida es un arquitecto venezolano de 48 años de edad. Hizo una especialización en Diseño Industrial, en la Universidad de los Estudios de Nápoles Federico II, en Italia, y regresó a Venezuela. Los viajes y la naturaleza son grandes pasiones para Güida. Por eso, tras el paro petrolero en 2002, emprendió un viaje en el que estaría dos meses en Australia, pero se quedó durante dos años y medio.

-En esa búsqueda para  reestructurar mi vida, pensé en iniciarme en el arte. Tomé la decisión y desde hace diez años emprendí esta aventura de ser artista. El diseño industrial me acercó un poco más a la idea. La arquitectura te vuelve un especialista en tratar el espacio, un espacio que viene contenido. En el diseño industrial tienes el espacio visto de afuera, como un objeto que además tiene que ser funcional. Por su parte, el arte es ese objeto donde la función es prácticamente espiritual.