Cristina Morales: Hacer de la mujer escritora un target del mercado es contraproducente
La escritora española ganó la última edición del Premio Herralde de Novela con "Lectura fácil"

A finales del año pasado, un jurado integrado por Rafael Arias, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Jesús Trueba, Juan Pablo Villalobos y Silvia Sesé otorgó el 36°Premio Herralde de Novela a Lectura fácil de Cristina Morales. Por su parte la obra El sistema del tacto de Alejandro Costamagna, resultó finalista.
La novela de Morales cuenta la historia de cuatro mujeres en Barcelona: Nati, Patri, Marga y Àngels, quienes sufren lo que la medicina ha llamado “discapacidad intelectual”, pero eso no será impedimento para que se cuestionen las condiciones de dominación que les ha tocado sufrir y el discurso del heteropatriarcado. Es una novela incómoda o como bien definió su autora, que busca incomodar al lector sin compasión, que no salga a salvo después de leerla.
Si bien, Morales ya había publicado Los combatientes (2013), Malas palabras (2015) y Terroristas modernos (2017), con Lectura fácil consigue mostrar sin tabú su verdadera voz, escribir lo que ha deseado. Una novela que vio la luz gracias al premio ya que antes una editorial había censurado su publicación por el fanzine que incluye la obra: «Para mí El fanzine es muy pedagógico desde el punto de vista político. Decía Paulo Freire que no hay alfabetización sin politización, en la pizarra siempre nos enseñan a leer y a escribir con la frase“mi mamá me mima”, que está cargado de ideología; sin embargo nadie nos ha enseñado a leer y a escribir con la frase: “mata a tu explotador”. Si fuera así, las cosas serían distintas».
-¿Desea que su libro sea leído desde la postura feminista?
-Yo soy feminista. Ahora bien, no necesariamente quiero que la novela sea leída solo desde esa óptica. Lectura fácil esgrime una tesis feminista y de alguna manera golpea al lector.
-La escritora Elvira Navarro definió su experiencia de lectura como una sensación de alivio.
-Me alegra viniendo de ella, porque no es una escritora complaciente ni busca la sencillez a la hora de expresarse; al contrario busca la conflictividad con el discurso narrativo y la tradición literaria. Que alguien me diga que la lectura de mi novela le da alivio, me honra. También me honra lo contrario, yo no tengo redes sociales, pero los amigos me cuentan lo que se va diciendo. Recientemente me comentaron que alguien en el Facebook de Anagrama dijo: “No lean a esta autora que es una lumpem”. Eso para mí fue un halago. En la descripción literal que da Marx del lumpen proletariado es escritorzuelos, saltimbanqui, músicos callejeros; en fin aquellos que no son capaces de integrarse a las filas de la militancia obediente. Como escritora estoy contenta que la gente se sienta aliviada y también que alguien reciba el texto como un insulto porque se ve confrontado con sus privilegios.
-En su caso ¿se sintió aliviada cuando terminó de escribir la novela?
-Sí. Juan Marsé aconsejaba que cada vez que alguien te pregunte tus razones para escribir una novela, respondiera siempre: “para acabarla cuanto antes”.
Una historia forma parte de ti tanto tiempo, que tu único deseo es terminarla pronto. Además, mi proceso de escritura fue politizador porque me permitió reflexionar sobre mis ideas, mis lecturas, mis conversaciones. En Lectura fácil me expreso políticamente como nunca antes lo había hecho.
-Existe la sensación de que los libros escritos por mujeres están de moda.
-Yo tengo que ser muy escéptica, no se puede pensar que estamos en un momento dulce en el mundo de las letras o editorial. No hay que tener miedo de decirlo: hay una moda y el hecho que en reciente Hay Festival Cartagena se le diera presencia a las mujeres o que en los anaqueles de las librerías exista más lomos de libros firmados por mujeres, es sin duda un hecho de visibilización, pero los escaparates de Zara y de los centros comerciales son lugares muy visibles también. Tenemos que ser honestas con las acciones políticas en las que nos involucramos y llamar a las cosas por su nombre. Para mí aún es insuficiente desde mis ansias emancipadoras. Hacer de la “mujer escritora” un target del mercado es contraproducente. La visibilización puede ser buena, pero la invisibilización, mantenernos en zonas de oscuridad, puede ser muy poderoso. No en vano los textos más combativos y radicales se publican en fanzines, al margen del mercado editorial.
-Su novela está protagonizada por cuatro mujeres ¿qué buscó representar? ¿qué es para Usted ser una mujer?
-Yo me llamo mujer porque así me han educado, porque me han dicho que este cuerpo y forma de pensar es de una mujer, no tengo respuesta para eso. Si tengo respuesta sobre cuáles eran mis intenciones a la hora de hacer expresarse de estas cuatro mujeres. Para mí el hecho de que la más discapacitadas de todas sea la que habla con ese rigor politólogo, quería significar que la radicalidad política está patologizada en la sociedad contemporánea, al menos en Europa, que el disidente político es tratado como un tarado, como alguien que no entiende, al igual como es tratado una personas con discapacidad. Ese señalamiento de terrorista cuando alguien rompe un cajero automático en una manifestación, del mismo modo que una mujer como Marga, que sale a la calle y quiere follar con el primero que venga, se la trata como “hipersexualizada”, que es una forma suave de decirle a alguien “puta”. De los otros personajes femeninos, en el caso de Patri, quería significar que por mucho que intentes adoptar el lenguaje del poder para tratar de sacar beneficios, eso no va a funcionar, siempre hay relación de desigualdad, siempre hay una relación de poder y sometimiento. Moraleja: en vez de hablar desde el lenguaje del poder, debemos crear nuestro propio lenguaje. Finalmente, con Àngels, que escribe su vida siguiendo el método de la lectura fácil, era describir del modo más llano posible la vida durísima de una persona con discapacidad cuando transita del mundo rural al urbano, pero de una forma muy crítica, y como el método de integración al diverso puede convertirse en una dinamita contra sí mismo. Yo quería dinamitar la lectura fácil con la lectura fácil.
-Usted practica danza contemporánea ¿hasta qué punto le ha ayudado en su escritura?
-Yo no escribiría como escribo si no bailara, me hace mejor escritora, me hace más consciente de mi cuerpo, de los privilegios y limitaciones que me ofrece mi cuerpo, rompiendo de alguna manera esa diferenciación platónica entre mente y cuerpo. Cuando estoy sentada cinco horas escribiendo, está sentado este cuerpo no solo mi mente.
-Y finalmente ¿cómo es la ventana por donde mira Cristina Morales?
-El cuarto donde yo escribo, tiene a mano derecha una terraza muy chica y estrella donde se cuelga la ropa. Paso horas en ese cuarto, mirando la pantalla en blanco y sin saber qué escribir; de repente volteó a la terraza, veo la ropa tendida oscilando y siento mucha paz. A veces quisiera ser yo esa ropa tendida.