¿Cómo diagnosticar a Van Gogh?
Sin un diagnóstico claro, solo queda presumir qué llevó a Van Gogh a su fatídico final

Al escuchar el nombre de Vincent Van Gogh, es usual que lo imaginemos como el hombre que pintó en un éxtasis la famosa Noche Estrellada, pero otra imagen recurrente es la del artista que se cortó una oreja. Ciertamente, la degradación de la salud mental del pintor se ha estudiado de manera detallada y quizás con el mismo interés con el que se admira lo hermoso de sus obras. Y es que separar una cosa de la otra es muy difícil, ya que ignorar cualquier rastro de desvarío en sus gruesas pinceladas no hace menos cierto el hecho de que lo lírico de su pintura nace de la intensidad de sus emociones. De allí que nos interese tanto saber más sobre ellas y sobre él.
Se ha especulado durante años sobre la enfermedad mental que padecía Van Gogh, y a propósito de este tema se realizó el año pasado la exposición On the Verge of Insanity (Al Borde de la Insania) en el museo Van Gogh en Ámsterdam. Allí se reunió el testimonio de médicos e historiadores que estudiaron su caso particular para tratar de llegar a un consenso.
A finales del siglo XIX no existían todavía las imágenes por resonancia magnética o los electroencefalogramas que hoy en día permiten comprender mejor y diagnosticar ciertas patologías, incluyendo trastornos metales como la depresión o trastornos neurológicos como la epilepsia. En esa época, los enfermos mentales –incluido Van Gogh- eran recluidos en asilos en los cuales eran tratados con sedantes como bromuro de potasio y baños alternados de agua fría y caliente. No existía tampoco el concepto de psiquiatra como lo conocemos hoy en día, sino eran doctores denominados “alienistas” los que trataban a estas personas.
Afortunadamente, aun se conservan más de 700 cartas que Van Gogh intercambió con su hermano Theodorus y también existen documentos médicos de los últimos dos años de vida del pintor. A pesar de que estos informes arrojan bastantes pistas sobre sus padecimientos y su personalidad, el problema sigue siendo evidente: no hay diagnóstico exacto sin paciente, y menos si el paciente murió hace 126 años.
El Dr. Arko Oderwald, del hospital de la Universidad de Utrecht, Holanda, fue uno de los que expuso sus presunciones sobre los trastornos que se podrían diagnosticar hoy en día a Van Gogh en un simposio realizado con motivo de la exposición en el museo de Van Gogh. Éstos fueron: intoxicación por abuso de alcohol, psicosis cicloide, trastorno afectivo bipolar, trastorno límite de la personalidad y menos probablemente epilepsia.
Antes y después de la oreja cortada

El conocido episodio de la oreja marca un antes y un después en el estudio de la salud mental de Van Gogh. El 23 de diciembre de 1888, luego de un fuerte altercado con el pintor Paul Gauguin en su casa en el pueblo de Arlés, Vincent Van Gogh se cortó casi la totalidad de su oreja izquierda y se la llevó envuelta a una prostituta en un burdel. De allí regresó a su casa, donde fue hallado casi muerto por la pérdida de sangre. Y aunque ya sabemos que no existen evidencias suficientemente sólidas para decir que el artista padecía de algún trastorno mental antes de este episodio psicótico, sí tenemos idea que su consumo abusivo de tabaco y alcohol, su falta de sueño, la pobre alimentación que llevaba y, claro está, un intenso conflicto personal con Gauguin, lo aquejaban en ese momento. Pero nadie se corta una oreja sin dar antes señales de que algo anda terriblemente mal.
Después del altercado, el panorama fue más claro pues parte de las cartas y documentos recopilados,dan fe de los ataques psicóticos que vinieron a continuación y el deterioro progresivo de su salud mental. De hecho, seis meses después del incidente y tras una petición firmada por sus vecinos en Arlés, quienes consideraban al pintor una amenaza para la comunidad, Van Gogh se internó voluntariamente en el asilo para enfermos mentales en Saint Remy. Su estancia allí duró un año y 7 días.
Durante este período Van Gogh fue un hombre consciente de su enfermedad, asustado de sí mismo y del daño que pudiera llegar a hacerse. A pesar la ansiedad siguió pintando en los períodos de lucidez, que no eran pocos. Cabe destacar que Van Gogh era absolutamente consciente y formal al momento de pintar. Sus crisis, cuando las tenía, le impedían realizar cualquier tipo de actividad, incluso por varios días.

El color como remedio
Un fenómeno que llama la atención es que la paleta de colores de Van Gogh no se ensombreció de la misma forma en que, suponemos, lo hicieron sus pensamientos sino que al contrario, los cuadros que pintó durante su estadía en el asilo parecen irradiar una luz propia. Desde su habitación y en los paseos que hacía al campo, cuando su salud lo permitía, el pintor plasmó en aproximadamente 150 obras, los jardines de la institución, resplandecientes campos de trigo, olivos de troncos retorcidos, cipreses con vida propia, vibrantes cielos azules y soles provenzales que todo lo envuelven en su aura dorada, de una manera en que nadie lo había hecho nunca.
Nunca sabremos exactamente las razones que llevaron a Van Gogh a dispararse ese domingo 27 de Julio de 1890 en los trigales detrás del castillo del pueblo de Auvers-sur-Oise. Lo que sí podemos afirmar con certeza es que en tan sólo 10 años Van Gogh creó una obra que sigue siendo considerada hoy en día como una de las más apasionadas y expresivas de todos los tiempos. A pesar de que su manía afectó su vida personal y terminó costándole la vida, sus pinturas y dibujos profesan una profunda comunión con la naturaleza y continúan fascinando e inspirando a miles.
