Eco del oficio
"Confesiones de un joven novelista" (Lumen, 2011), es el compilado de varios ensayos escritos por Umberto Eco en torno a la narrativa.

El escritor italiano Umberto Eco (1932 – 2016) es uno de los grandes del panorama literario universal. Graduado en Filosofía y Letras desarrolló una carrera en el ámbito académico. Su principal interés de estudio fue la estética medieval. A principios de 1978, una amiga inmersa en un proyecto literario le propone escribir una novela detectivesca para el pequeño sello editorial donde ella trabaja, así nace ·”El nombre de la rosa”(Bompiani Harcourt, 1981), la novela que expone al narrador oculto en Eco, el libro que cambia la vida del profesor universitario para siempre.
Estas y otras anécdotas se desarrollan a lo largo de los ensayos que componen las “Confesiones de un joven novelista”. Dejando de lado su perfil académico y llevando de la mano a su “yo narrativo” nos revela sus herramientas en el proceso creativo. Las historias detrás de la elaboración de sus novelas nos ayudan a conocer el funcionamiento de la mente ante el invisible, aunque no por ello inexistente, mundo de la ficción.
El libro se divide en cuatro partes: Escribiendo de izquierda a derecha; Autor, texto e intérpretes; Algunas observaciones sobre los personajes de ficción; y Mis listas.
En Escribiendo de izquierda a derecha, el autor nos cuenta sobre sus primeros pasos en la escritura; aborda las diferencias entre «escritores no creativos» y «escritores creativos», considera que sus divergencias residen en las formas opuestas en que los escritores pueden reaccionar a interpretaciones de sus textos. Los escritores creativos, al contrario de los que desarrollan textos científicos, tienen que respetar a sus lectores (aunque como lectores razonables de su propia obra tienen el derecho de desafiar una interpretación descabellada), ya que han lanzado su escrito al mundo como un mensaje en una botella.
Para Eco escribir es un arduo proceso evolutivo, de intentos y fracasos, que conllevan a la transformación y mutación del texto inicial, la «inspiración» es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para parecer intelectualmente respetables. Al gestar una novela se debe tener en cuenta que ella no es solamente un fenómeno lingüístico: su ritmo y estilo, incluso la elección de las palabras, dependen del universo que ha construido el autor.
Un escrito es una máquina perezosa que desea implicar al lector en su trabajo. Un artilugio creado para generar interpretaciones. Así lo demuestra en Autor, texto e intérpretes. El texto produce a su Lector Modelo, que es el resultado de la estrategia semiótica presente en las convenciones estilísticas de la obra. El texto, la historia y sus formas pueden sugerirnos hacia el tipo de lector al que va dirigido: si una historia comienza con «Érase una vez», tenemos buenos motivos para pensar que se trata de un cuento de hadas, y que el Lector Modelo evocado es un niño. Luego, tenemos al lector que se identifica con los rasgos y situaciones de los personajes que hacen vida en la obra, al que denomina Lector Empírico. Para dar un ejemplo de este tipo de lector, Eco relata una divertida anécdota tras la publicación de su segunda novela El péndulo de Foucault (Valentino Bompiani, 1988): Eco recibe una carta de un amigo de la infancia, que muestra su disgusto ante la indiscreta osadía del escritor al usar la historia de sus tíos para dos de sus personajes. Eco le responde de inmediato, aceptando que las personas que inspiraron a sus personajes existieron, pero que no se trataba de sus familiares, sino de sus propios recuerdos de infancia. El amigo terminó ofreciendo disculpas: su inmersión en la lectura lo llevó a creer reconocer acontecimientos que ocurrieron a sus tíos. Eco acepta las disculpas, y comprende que era posible la situación, ya que los recuerdos utilizados para el desarrollo de los personajes se remontan a los tiempos de guerra donde los afectados vivieron situaciones similares.
En Algunas observaciones sobre los personajes de ficción se desarrolla la idea de que sin importar el estatus cultural del lector, este puede ser incapaz de distinguir entre ficción y realidad. Un lector se puede ver seriamente afectado por la muerte de un personaje, y no ser mayormente conmovido por las noticias de la hambruna que afecta a los pobladores del mundo. Luego, al referirse sobre los personajes de ficción, Eco los trata como objetos semióticos, receptáculos llenos de propiedades que distinguen a una o muchas culturas. Llega a la conclusión de que es irrelevante que las historias hablen de personas supuestamente vivas o muertas, los sentimientos que emocionalmente ligan a los personajes con el lector están condicionados a la experiencia.
Para culminar, en Mis listas, el escritor italiano revela su gusto por las letanías, recurso que los escritores emplean, bien cuando el conjunto de elementos es tan amplio que escapa de sus dominios, o bien cuando se enamoran del sonido de las palabras que designan una serie de cosas. Para darle cuerpo a su teoría Eco ejemplifica el uso de las listas tomando extractos de las obras de James Joyce, Louis Ferdinand Céline y de sus propios libros.
Con Confesiones de un joven novelista, Umberto Eco deja una valiosa herencia: el conocimiento y la experiencia de uno de los mejores escritores de la historia.