Elio Palencia: “el exilio es un sentimiento que he experimentado desde la niñez”
Para Elio Palencia el encuentro con el teatro y la escritura fue un modo de autoconocimiento y un espacio para la libertad

Es domingo y son las 6:24 am, mi teléfono suena y me incorporo en la cama. Elio Palencia me escribe por whatsapp y la mañana cambió su curso. Una buena taza de té acompañó una magnífica conversación que continuó por skype, durante tres horas y media pudimos reencontrarnos. Hubo silencios cómodos, algunas lágrimas venidas de los recuerdos, confesiones y confidencias que me reservaré. Los recuerdos me asaltaron en esta entrevista y desbordé en llanto al hablar sobre, nuestro entrañable amigo común y fallecido crítico teatral, Carlos Herrera Silva.
Elio Palencia es, sin duda alguna, uno de los escritores de teatro más sólidos de la dramaturgia venezolana contemporánea. Su obra dramática se ha caracterizado por visibilizar asuntos esenciales que constituyen, desde su perspectiva, la venezolanidad. Al decirlo pareciera que estoy hablando de un hombre de la generación de José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón, Román Chalbaud o Rodolfo Santana, autores canónicos de nuestro teatro que, ciertamente, han influido en el trabajo de Palencia, pero lo interesante es el giro dramático de su producción y la capacidad para decir lo que alguna vez fue indecible para la camada anterior de dramaturgos.
Autor de piezas como Detrás de la avenida, Arráncame la vida, Promoción Honor a mis padres, Mi hermano José Rosario, Penitentes, La Quinta Dayana; Doña Bárbara, perfecta ama de casa, entre otras, ha creado un universo fascinante que da cuerpo visible a asuntos relativos a la condición homosexual en un mundo heteronormado, sin que ello valga para encasillarlo como autor de “teatro gay”, sino como un dramaturgo interesado por hacer evidente lo oculto, en sacar a la luz las sombras de nuestra sociedad en sus vinculaciones con la homosexualidad, el VIH-SIDA y la estética queer.
Me comentó respecto a, su renombrada y exitosa pieza, La quinta Dayana que una espectadora al salir de la función, le dijo: “no soy gay, no soy trans pero soy Dayana”. Esta es, tal vez, una de las razones fundamentales por la que su dramaturgia se ha consolidado tan vivamente. Sus lectores/espectadores hallan una resonancia en sus textos, encuentran un modo de ser que los identifica y los conmueve.
Para Palencia “el encuentro con el teatro y la escritura fue un modo de autoconocimiento y un espacio para la libertad”, tres hombres fueron determinantes en su vida: su padre que con tenaz ejemplo le enseñó el valor de la honestidad; José Ignacio Cabrujas de quien aprendió a tener una mirada crítica sobre el país y Carlos Giménez que le inculcó el rigor y la disciplina en el hacer.

A sus 54 años intenta reinventarse en esta, una de las tantas versiones de su exilio. En 1991, inició lo que denomina “un exilio cultural” impulsado por el hastío frente a una sociedad bipolar, bipartidista y necia. Regresó a Caracas en 2004 para llevar adelante una prolífica carrera como guionista de televisión y escritor teatral. Me confiesa que toda su vida ha experimentado el exilio como sentimiento y condición vital, desde la adolescencia al saberse distinto a los demás, luego al querer salir de la provincia para venirse a la capital, después en la asfixia del país. Es decir, para él el exilio no es de otro modo sino interior, luego está ser extranjero de papeles.
Ante la pregunta ¿cómo se siente estar lejos de quienes amas? Hay un silencio y dos respiraciones profundas, en principio solo me dice es difícil. Para intentar explicarlo me habla del cantautor cubano “Bola de Nieve”, un bolerista de registro vocal particular que da forma al lenguaje de la soledad acompañado por su melodioso piano. Entre una cosa y otra, la respuesta es cada vez más compleja de dar y solo se reduce a: es duro y difícil, porque estás fuera buscando otros horizontes, tratando de reinventarte, reconstruirte, quieres que estén contigo pero no se puede. Y no es posible porque el exilio también es un proyecto personal.
Entre tantos asuntos, Palencia terminó entrevistándome también, y coincidimos en un tópico que para mí es fundamental: el hogar. Tener la certeza de que el exilio es una decisión personal, nos llevó a hablar sobre el espacio compartido. Eso es para nosotros el hogar, un espacio en el que podemos compartir la vida, los sueños, las angustias, un territorio material o inmaterial en el que la felicidad se experimenta en la compañía de otro. Ese encuentro es el que, parcialmente, le da sentido a una parte de nuestras vidas.
En Elio Palencia hay una visión esperanzadora de la vida y del futuro. En esta reinvención comenzar de nuevo no implica un signo de fracaso porque lo vivido siempre es ganancia.