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Empeora el enfermo: arte en el contexto actual (1)

En este artículo Yuri Liscano, reconocido fotógrafo e investigador, contextualiza con nitidez y contundencia, la situación del arte actual en Venezuela.

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Caracas,Covid 19 FILM BY AZ/ BXRNS @andresavellanedazeiter

1.

El mundo entero se estremece, por una de las pandemias más preocupantes de los últimos 100 años. Hacer una excursión hoy por las principales metrópolis del mundo o por sus vías periféricas, es vivir un instante de angustia y desolación. El globo terráqueo está enfermo a causa de un virus que  ninguna aduana o frontera detiene  y que traerá consecuencias en la movilidad, la economía y posiblemente en los gobiernos de algunos países. En todo caso, se forjarán grandes cuestionamientos.

En este momento, se vive en todo el hemisferio, un sin número de acontecimientos políticos y económicos que tienen una repercusión trascendente en los estratos sociales. Vivimos cargados de contrastes y situaciones, en un trance hacia un cambio inminente. En este escenario, el arte tiene la afortunada posibilidad de potenciar una reflexión del instante que vivimos (el aquí y el ahora) o de iluminar y proyectar su devenir.

2.

A manera de contexto, nuestro paisaje político y social desde hace décadas atrás se deteriora. Venezuela, antes de la década de los 80 parecía uno de los países más sólidos de Latinoamérica. A partir del “viernes negro” (febrero, 1983) cuando nuestra moneda sufre una depreciación importante frente al dólar estadounidense, comienzan a suceder distintos hechos en lo político y social, que dan cuenta del agotamiento de  la Venezuela petrolera. Estás efemérides son a grandes rasgos: el bipartidismo entre AD y Copei, los sucesos del “Caracazo” (febrero, 1989), dos golpes de Estado frustrados (febrero y noviembre, 1992).Luego, la salida de Carlos Andrés Pérez antes de terminar su mandato (mayo, 1993), trajo como consecuencia un sentimiento de “anti-política” que terminó con el bipartidismo para conformar la coalición política de “El Chiripero” que lleva a la Presidencia a Rafael Caldera (1993) sin su partido, quién más tarde le otorgará el sobreseimiento a los militares de las intentonas de 1992. Finalmente para terminar el siglo, la elección de Hugo Chávez (1999), marcada por una fuerte ideologización, donde si no estás de acuerdo eres un traidor, da inicio a uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente del país, colmado de terribles  abusos, corrupción y narcotráfico, que terminaron por erosionar lo político, la economía y lo social, con unas consecuencias funestas y heridas desbordadas para Venezuela y convulsionaron  a otros países latinoamericanos.

A pesar de contar el Gobierno de Chávez, con momentos de alza en el precio del petróleo, todo colapsa en medio de la marea roja. El país ha sufrido una corrupción administrativa epidémica, devaluación creciente del Bolívar, aumento de la desigualdad social, crímenes e intimidación, escasez de alimentos, violaciones a los derechos humanos, deterioro general de los servicios públicos, en el transcurso de una década. Esto ha obrado en los últimos años y le ha dado paso a la migración, sin precedentes, de millones de venezolanos hacia distintas ciudades de todo el globo, afectando principalmente a nuestros vecinos. Y recientemente,la acusación contra Maduro y Cabello, del Departamento de Justicia de EEUU, por cargos de narcotráfico y terrorismo. Estos argumentos son ampliamente  estudiados y analizados de manera concienzuda por politólogos, historiadores y economistas de diversas latitudes.

El área cultural no es ajena a la realidad del país. Las instituciones del Estado (museos), dedicados a la exhibición, investigación, educación y difusión de las artes visuales en el país, comenzaron a mermar en sus programas y exposiciones (con algunas excepciones) sobre todo en el aspecto de incluir en su agenda exposiciones individuales o colectivas de artistas jóvenes o de creadores que no están en las colecciones nacionales, actividades éstas necesarias para el crecimiento profesional y para seguirle el pulso a la creación local. Surgen entonces, nuevos espacios (galerías), para de “alguna forma” suplir las carencias de la gestión pública. Es importante destacar, que se mantienen hoy en día tres contiendas de arte joven/noveles como son: el Salón Jóvenes con FIA (Feria Iberoamericana d Arte), Premio Eugenio Mendoza (Sala Mendoza), y el Salón Nacional Maczul de jóvenes artistas (Universidad del Zulia); otras convocatorias con el mismo perfil, financiadas por empresas privadas trasnacionales, en mencionado escenario se vieron obligados a recortar sus presupuestos destinados al patrocinio de la cultura.

Este cuadro no escapa al de otros países de Latinoamérica o Europa en la contemporaneidad. Lo cierto es que hoy los venezolanos tenemos un país empobrecido por la corrupción, el despilfarro en la administración pública y  la crisis aumenta con la pandemia que flagela al mundo y el inminente colapso político.

3.

En medio de este paisaje local, a los artistas e intelectuales les corresponde interpretar y pensar  desde una multiplicidad de referencias sobre el devenir del arte en Venezuela y desde su creatividad analítica y su inconformidad y malestar, advertir sobre la verdad de lo que acontece en el sector. Una muestra de este trabajo en todo el mundo, es dada por las publicaciones del profesor e historiador venezolano Tomás Sraka  (Caracas, 1972) del historiador israelí, Yuval Noah Harari ( Kiryat Atta,1976) y del filósofo italiano, Nuccio Ordine ( Diamante,1958).

En este sentido, numerosos creadores venezolanos y extranjeros han abordado desde las artes visuales tópicos como la doctrina impuesta, corrupción, las desigualdades sociales, las migraciones, elecciones fraudulentas, distintos géneros de violencia y hasta la escasez de productos, y la falta de servicios públicos, etc. En ese orden de ideas, hice un compendio de autores y teniendo presente que no es posible nombrarlos a todos, opté por destacar a los siguientes: Nelson Garrido (Caracas sangrante, 1996 o Pensamiento Único, 2008), Rolando Peña (La dorada espiral de la conciencia, 1980 o Petróleo crudo, 1981), Alberto Asprino (Antropometrias indelebles, 2012), Antolín Sánchez (Tarot Caracas, 1980-1988),  Carlos Castillo (Hecho en Venezuela, 1977), Consuelo Méndez (La vaguada, 2009), Roberto Mata (Testimonios, 2014-2015), Juan Toro (Tropus, 2018), Argelia Bravo (Comando María moñitos, 2014), Marylee Coll (Testigos del desarraigo, 2018), Iván Candeo (Retrato populista, 2007), Jesús Hernández-Güero (24 horas nacionales,2009), Teresa Mulet (cada-ver-es. cada-vez-más, 2011), Amada Granados (Penitenciario, 2013), José Vivenes (Eutanasia, 2016), Luis Arroyo (Traje para dos cuerpos, 2016), Luis Poleo(Obsolescencia programada, 2014) , Violette Bule, Deborah Castillo (Lamezuela, 2011), Conrado Pittari (Patrimonio Nacional. Melodrama y poder, 2015), Bonadies & Olavarría (En las entrañas de la bestia, 2011)Carolina Muñoz (Naturaleza muerta, 2010), Ricardo Arispe (Resilientes, 2017), Jesús Briceño (Sin efecto, 2017), Mario Goncalves (Indeleble, 2019) y Zeinab R. Bulhossen (La sucursal del cielo, 2018) o la mexicana Teresa Margolles (Estorbo, 2019). 

Ellos  son artistas cuyas obras pueden leer desde una postura política, desde una estética de los “fenómenos socio-culturales” o de  alguna situación que aqueja o distorsiona nuestro paisaje actual.

A continuación, la segunda parte del artículo de Yuri Liscano que lleva por título: “Del dicho a la obra de arte,  hay un intrincado trecho”