En ” Desde la orilla, la otra orilla” Alberto Asprino valoriza lo desechado
En su columna de Esfera Cultural, Yuri Liscano analiza la Instalación que presenta en la UCAB Alberto Asprino sobre el objeto del arte

A partir de cosas desechadas, recolectadas y acumuladas por Alberto Asprino (Maracaibo, estado Zulia, 1952), se establece una relación intuitiva y emocional, que posteriormente cristaliza en un trabajo estético, donde la presencia de estos (las cosas) es esencial. De esta forma, se plantean contrariedades sobre el arte, su función y su valorización como objeto lúdico.
Lo que a primera vista podemos ver, es un conjunto de corotos amontonados, apostados de manera ordenada, bajo una clasificación muy particular constituida en el lugar. El espacio está definido por cubículos, pequeñas cabinas rodeadas de vidrios, que permiten ver los objetos agrupados y dispuestos en el piso, acompañados de frases de pensadores como: Rafael Cadenas, Friedrich Hölderlin, Jorge Luis Borges, Marcel Duchamp, Octavio Paz o un fragmento de la letra de la canción Siete mares de Sentimiento Muerto, citas que seguidamente intercalamos en esta nota.
Los pensamientos seleccionados complementan, establecen un dialogo y se entrelazan con lo antes descrito para contribuir a otorgar sentido y contenido a todos los elementos que conforman la instalación. De manera que, un sinfín de artefactos de distintos tipos, son capaces de crear una narrativa, trasgredir, transformarse o dar pie a la imaginación
“Cada uno de estos fragmentos vive por sí solo pero alude a la totalidad del cuerpo
Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito”
Octavio Paz

Alberto Asprino se mantiene en un estado constante de alerta percepción, es compulsivo y meticuloso. No pretende convertir en arte, lo que no es. Más bien, propone un cruce de disciplinas. Trabaja como un recolector de objetos, como un arqueólogo de la ciudad, como archivólogo que clasifica e identifica, para luego exhibirlos bajo una taxonomía propia, otorgándoles un carácter de cuerpo escultórico a los objetos. Estos, cobran un estatus de alteridad, de condición de ser otros, para poner en relieve distintas maneras de aproximación, a la vez que los revaloriza. De manera simbólica, los recupera de su caducidad, de su término, para reubicarlos y reutilizarlos en un espacio cultural, por lo que su connotación le otorga un rango de “no olvido” en una sociedad que muchas veces es desmemoriada.

El autor atesora y al mismo tiempo deja de lado, el deseo de posesión de un universo dispar de objetos, con los que construye su propuesta de indagación plástica. Recoger y almacenar, una gran cantidad de materiales en los que el autor lee un potencial de trasformación, es producto de un hacer diario, procurado por una exploración de campo significativa en diversos escenarios.
“Difícilmente abandona su lugar, lo que mora cerca del origen”
Friedrich Hölderlin
Se focaliza en objetos desprendidos de su función y de su lugar de origen, para explorar sobre su devenir y los avatares del tiempo trascurrido. Le interesa la transformación de los materiales, de la tecnología, el deterioro causado por el uso u obrado al ser desechado, la evidencia del paso del tiempo o su buen estado de conservación de un artefacto ya obsoleto, ya que cada uno de ellos por si solo connotan y condicionan la imaginación, porque es posible descubrir, rememorar y reconocer en ellos historias personales.
¿Quién es el mar, quién soy? Se pregunta Jorge Luis Borges en una de las frases seleccionadas para la exposición. Y es que en Desde la orilla, la otra orilla, el autor, explaya y extiende el concepto de apropiación, hacia las cosas cotidianas que se encuentra en las calles, en un terreno o en un archivo personal. Estas son descontextualizadas para tender un puente, entre la instalación, el artista y los espectadores. Para establecer un espejo, un arquetipo que rompe con la rigidez de los objetos. Estos se trasforman en una representación de la realidad que cambia la escena y acciona un reflejo sobre quien las mira, pasan a ser el germen para diversas interpretaciones y lecturas a partir de lo mostrado, ya que por sí mismos insinúan algo, esconden o revelan un testimonio.

Se trata de un índice, un sumario, que señala e indica distintas singularidades, en torno a muñecos de plásticos, zapatos desbaratados, discos de vinilo, latas de bebidas o de alimentos, representaciones de un paisaje, libros incunables, maletas, máquinas de escribir y de coser o un proyector de diapositivas, entre muchos de un infinito heterogéneo de cosas. Es como si se tratase de un gabinete enciclopédico de curiosidades, útiles para registrar el paso del tiempo, los avances tecnológicos, describir la sociedad y sus modos de vida, a partir un estudio etnográfico del desecho o del deterioro. Finalmente, son una alegoría que evoca un recuerdo, un desplazamiento desde una orilla, hacia otra orilla, o a partir lo que se active en el sentir del pensamiento de cada persona.
Según Humberto Valdivieso, curador del Centro Cultural UCAB, “son territorio memoria y signo. Entre ellos deambula la energía de lo vivido. Se trata de cosas mortificadas por el ir y venir de la existencia”. Es que, de esa mortificación surge la reminiscencia que cada interlocutor, que al detenerse a detallar alguno de los objetos, manifieste su asombro, recuerdo, desagrado u observaciones, ya que cada uno de ellos es capaz de contar múltiples comentarios y anécdotas. En este sentido, la frase seleccionada de Marcel Duchamp, expresa: “Entre nuestros artículos de quincallería perezosa recomendamos el grifo que deja de gotear cuando no se les escucha”.
El último de los siete cubículos, solo presenta dos maletas, acompañado de una esperanzadora cita de Rafael Cadenas: “Florecemos en un abismo”.
La exposición fue inaugurada el pasado 1 de diciembre y estará presentada en el piso 4, del Edificio de la Biblioteca hasta el mes de marzo, 2019.
Fotos: cortesía de Yuri Liscano
Centro Cultural UCAB: twitter @CCultural_UCAB
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