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En la recta final de Estación Europa “Negro, animal, tristeza” muestra del teatro alemán en la escena caraqueña

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¿Qué queda después de un incendio? El negro de lo calcinado, lo animal del que intenta sobrevivir, la tristeza por lo perdido, por aquello que el fuego devoró. Negro, animal, tristeza de Anja Hilling (Lingen, 1975) es teatro de la catástrofe, forma benevolente quizás, de narrar el horror desde la palabra y la acción. La obra, dirigida por Orlando Arocha, está en la cartelera del mes de junio de 2019 de La Caja de Fósforos, en el marco de Estación Europa, que ya se acerca al final de su segunda edición.

La historia se centra en tres parejas y un bebé que van de excursión a un bosque. Son personas bellas, ricas y creativas. Indirectas, bromas y el perenne juego del amor, marcan las conversaciones iniciales en aquel divertido campamento. De pronto, una chispa, el incendio infernal. Se escucha el crujir de la madera, falta el aire, árboles caen, gritos desgarradores… Todos se dispersan. Ahora, lo único que cuenta es salvar la propia vida. La experiencia de miedo mortal, la soledad y la propia fragilidad ante la naturaleza desatada, arrojan a los supervivientes a una vida cotidiana que no están en condiciones de afrontar.

El elenco de Negro, animal, tristeza está integrado por Gabriel Agüero, Mariaelena González, Asdrúbal Blanco, Pedro Medina, Beatriz Sojo, Aisak Ovalles, Laura Machado y Jaime Silva, quienes dan vida a esta historia donde la naturaleza muestra su belleza, pero también su voracidad.
Orlando Arocha ha dicho: “Esta es una obra sobre la vulnerabilidad de la vida. Es un texto muy duro, de esos que te atrapan. También tiene que ver con el error inicial de la tragedia, lo que los griegos llamaban ‘hibris’, el error o equivocación del protagonista o héroe. Así que esto es como remontarse a los inicios del teatro, es conectarse con lo esencial. El error puede ser cómico o trágico, pero siempre está ahí presente”.

Susan Sontag en su ensayo La imaginación del desastre (1965), propone que la ficción puede “normalizar lo psicológicamente insoportable, habituándonos así a ello. De esta forma, la obra de Hilling lleva al público al extremo, donde la vida puede desaparecer tras una simple chispa. La crítica teatral Marina Beresñak ha dicho que Negro, animal, tristeza, “pone en primer plano la arrogancia de vivir sin pensar en las consecuencias de nuestros actos”.