“Estación Móvil” revive el pasado y fortalece a cada uno de sus intérpretes

Después de cuatro años de carrera, para el montaje final de una pieza de baile los intérpretes traen al escenario fotos, mantas, y objetos que evocan recuerdos íntimos de su infancia y del transcurso de su vida. Se convierte en un viaje que reafirma su identidad, fortalece su fuerza de voluntad y aclara los objetivos próximos a alcanzar.
Estación Móvil es la pieza con la que los próximos licenciados en Danza Contemporánea, a egresar de la Universidad de las Artes (Unearte), se despiden de sus estudios superiores. Los jóvenes bailarines interpretan por segunda vez esta obra en la Sala Anna Julia Rojas, de Unearte, el 22 y 23 de noviembre a las 5:00 pm, como muestra de la cátedra Montaje de Egreso II.
La obra fue presentada por el mismo elenco en julio del presente año, pero en esta oportunidad muestran una pieza que definen como “propia” debido a que durante este período pudieron profundizar en la misma y ser protagonistas del proceso coreográfico.
“Una obra de danza contemporánea no se madura con una sola función, debería bailarse uno o dos años para que la misma esté en la carne, en el cuerpo del intérprete”, expone Félix Alberto Oropeza, director de la obra, quién creó esta coreografía hace 18 años para la compañía independiente que dirige Agente Libre.
“Se llama así porque eran distintas estaciones que interpretábamos en un bar. Luego la presentamos en la Casa del Artista. Ahora la retomé y éste es otro tipo de estación móvil, donde cada intérprete trae su casa o su terruño, basándose un poco en que el espacio habitado trasforma el espacio geométrico, o sea, el espacio habitado que es tu casa, tus recuerdos, lo que traes de tu vida, de tu trayecto, transforma todo el espacio en el que tú te estas moviendo ahora”, explica el director a Esfera Cultural.
Hubo quienes consideraron lamentable el hecho de que los próximos egresados repitan un montaje. Sin embargo, para los bailarines en cuestión ha sido una oportunidad para re-crear la obra, transformarla, apropiarse de ella y enfrentar los retos que surgen a la hora de montar una pieza de danza.

“Lo más trascendental ha sido que nos hemos defendido nosotros mismos, ya que ha sido un proceso en donde no existió un docente. O sea, él estaba allí como un observador, dejaba que nosotros fuésemos construyendo todo. No sé por qué, no sé cuál es su metodología pero fue así. Él estaba pero no estaba”, comenta Andrés Eras (24), uno de los intérpretes. Eras pertenece a la compañía Aktion Kolectiva, dirigida por Julie Barnsley y a la compañía Sieteocho Danza Contemporánea.
Al respecto Oropeza asegura que ésta es una herramienta de composición coreográfica que puede o no funcionar dependiendo del grupo, porque por lo general al bailarín se guía y se le dan todas las indicaciones para lograr una pieza. “En este caso se montó, pero los dejé solos, algo que quizás generó un conflicto: ¿por qué me dejaste solo?… Sin hablarles, ellos pudieron generar otro código y otra estancia de la misma obra. Esta Estación Móvil es una que ellos están interpretando y no la de otro bailarín u otro momento”, complementa.
Otra de las intérpretes, Salomé Gutiérrez (26), considera que para un bailarín de danza contemporánea es esencial aprender cómo expresar o transmitir algo desde la apropiación de una obra de danza, cómo hacerla suya y cómo dejar con ella un mensaje claro y sentido. Gutiérrez, pertenece a la compañía Caracas Roja Laboratorio, dirigida por Hilse León y Rafael Nieves.
“Estamos trabajando con seres humanos que tienen distintas inquietudes y que tienen que aportar también, no como bailarines sino como intérpretes creadores. Eso es lo que a mí me interesa desarrollar en el trabajo de los estudiantes”, dice Félix Oropeza.
Un viaje al pasado para redescubrir el presente
“Lo más valioso del montaje ha sido la conexión que he tenido con mis compañeros y el reconocimiento de las cosas que son verdaderamente esenciales para la vida, lo que realmente necesito conmigo para mantenerme viva”, dice Katherine Abchi (26). La joven asegura que la experiencia con el docente ha sido distinta y enriquecedora, primero porque con este montaje concluyó una etapa de su formación, y después porque se descubrió en otra movilidad, que era una de sus metas en la universidad.
“Me llevo un gran aprendizaje no tanto a nivel técnico, que ya es bastante, sino también espiritual, por eso de darle valor a las cosas que realmente lo tienen y el esclarecimiento de los objetivos que tengo en la vida”, concluye la intérprete que además se desempeña como directora de la Academia de Baile Vidance.
Los artistas buscan entre los objetos personales un recuerdo, una invitación a bailar, una identificación, la motivación a estudiar danza. Skarlet Palacios (22) lo expone de la siguiente manera: “Es algo sumamente personal y creo que es muy lindo ponerlo en el escenario y rendirle tributo a eso que está allí presente, que forma parte de mi ser, de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Compartirlo con todas las personas, tanto con mis compañeros que también están trayendo sus cosas como con las personas que vienen como espectadores”. Su historia es particular porque gira entorno al baile. Hace ocho años fundó junto a su madre la academia de danza integral para niñas Kahina Dance en el Teatro Alberto de Paz y Mateo y actualmente la dirigen juntas.
Unearte ha representado una gran escuela, ha sido una ventana al conocimiento y todos coinciden en que cuatro años no son suficientes para un intérprete de danza, pues “la danza es infinita, es eterna”. Así la define Daniel Marín (33)- enfermero de profesión- quien tuvo su primer contacto académico con esta arte en esta universidad. Él es creador de la Fundación Nacional Cuerpo de Artes Escénicas “Bailarte, Arte y Movimiento” en Tucupita, en donde enseña a niños y niñas a explorar el movimiento y desarrollar su creatividad a través de la danza contemporánea y otras técnicas como la pintura y la música. Esto lo logra indagando en temas particulares de la región como la étnia indígena Warao y los elementos de la naturaleza, como el Río Orinoco y su movimiento, sonido y forma. La fundación se encuentra inactiva en este momento por la falta de un espacio apto para el trabajo y por la dificultad de viajar regularmente a Tucupita por parte de Daniel, quien espera regresar pronto a su ciudad natal para continuar con su labor.
Un cambio de vida y desafíos por afrontar
Dejar su ciudad natal para aventurarse a vivir en Caracas ha sido parte del reto para algunos de los artistas. La dificultad de conseguir una residencia estudiantil llevó a Natasha Molina (24), valenciana, a vivir en un hotel y vivir lejos de su familia los cambios difíciles que han venido sucediendo en Venezuela en los últimos años. Sin embargo, “cuando las cosas tienen que ser, son”, dice y asegura haber encontrado compañeros que siempre la apoyaron. “Son invaluables y gracias a ese apoyo he superado muchos obstáculos personales en la carrera y en la vida. Quiero volver a Valencia a llevar todas estas cosas nuevas que aprendí, y por supuesto, continuar estudiando”, remata.
Las funciones serán el martes 22 y el miércoles 23 de noviembre a las 5:00 pm en la Sala Anna Julia Rojas, en la Universidad Nacional Experimental De Las Artes – Ceca Plaza Morelos, Bellas Artes.
Las entradas tienen un valor de Bs.F. 150 y se cancelan en efectivo.
Fotos : Honta Florez