Fanuel Hanán Diaz: Escribir libros infantiles es más retador e interesante
El autor venezolano publicó el libro infantil ¡No, tú no!, además participará en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín y en la Feria Internacional del Libro de Barranquilla, ambos eventos en Colombia

Fanuel Hanán Diaz es un escritor e investigador venezolano, quien desde hace cinco años vive en la ciudad de Bogotá, Colombia. Estudió literatura en la Universidad Católica Andrés Bello, trabajó en el Banco del Libro y en la actualidad es editor de la revista Latinoamericana de literatura infantil y juvenil Barataria del Grupo Editorial Normal. También se ha dedicado a escribir libros infantiles, su más reciente libro es ¡No, tú no! cuenta con ilustraciones de Luis Lestón y fue publicado en México por Ediciones Tecolote y en Francia por la editorial Poisson Soluble, además fue uno de los libros escogidos por el Premio Literario Tatoulu para ser leído durante los próximos meses por numerosos niños, quienes decidirán los ganadores.
¡No, tú no! cuenta la historia de Roberta, pero también la de muchos niño “salvajes” que viven a nuestro alrededor. Roberta observa el paisaje desde su ventana. En su cabeza retumban las órdenes de su madre. Llena de rabia sale y se encuentra con dos monstruos, quienes la rechazan por su apariencia. Quiere jugar, pero no sabe si quiere ser igual a ellos. Roberta deberá enfrentarse a sí misma para encontrar su identidad.
-¿Cómo fue su acercamiento a los libros y la literatura?
-Creo que en en mi camino lector, como el de muchas otras personas, el azar tuvo un papel importante. Recuerdo vívidamente una madrugada de Navidad, al pie de mi cama la imagen de un discreto paquete envuelto en papel kraft con dos libros que me marcaron para siempre, en este caso, me abrieron una maravillosa puerta a la ficción. Uno de ellos era Peter Pan, en una versión ilustrada, tapa dura. Y el otro era La isla del tesoro. Ahora que lo veo con distancia, no sé si yo estaba preparado para esa narrativa de aventura, tampoco sé si esos libros eran un regalo para mí porque la misma habitación la compartía con mis hermanos, pero en todo caso cayeron en mis manos e inocularon en mí un deseo extremo de leer, especialmente por las noches, alumbrado con una pesada linterna de metal. Además de esta experiencia, la imagen que tengo más atada al recuerdo de mi madre es la de un lector empedernido, devorador de libros, muchos de ellos de un gusto extraño, como Ejercicios de la buena muerte, Vida pública y vida privada en la antigua Roma o El monacato primitivo… En realidad, si hay algo que recuerdo de mi infancia es ese lector metódico y silencioso, que en en el anonimato de su habitación le dedicaba tiempo a los libros.
-Si bien hay una oferta amplia en el mercado editorial de literatura infantil, ¿cuáles son las fallas que presentan los libros de este género?
-En realidad es una pregunta que tiene que ver mucho con la perspectiva. Me explico. El mundo de los libros para niños es completamente adultocéntrico, los adultos producen, crean, ilustran, escriben, venden, distribuyen y compran los libros que finalmente van a leer los niños. Desde el punto de vista de la creación, resulta muy difícil ponerse en los zapatos de ese lector pues muchas veces escribimos como adultos desde una enorme distancia, lo que invade el discurso de una cierta frialdad o de una falsa nostalgia por esa infancia que tenemos en nuestra memoria. Siempre he admirado autores como Roald Dahl que lograron una auténtica perspectiva, sus libros son tan cercanos a los lectores infantiles que uno siente como lector niño que el libro es auténtico, te arranca sonrisas, sorpresas y te hace ver que alguien está escribiendo sobre un mundo que se parece al tuyo o que tiene tu misma altura. Es difícil de conseguir esta naturalidad. Y se extraña enormemente en los libros para niños.

-En los últimos años ha existido un boom de la novela gráfica, ¿cómo cree Usted que este género motiva a la lectura en los niños y jóvenes?
-En realidad la novela gráfica tiene orígenes más remotos, desde que nace la industria del cómic de alguna manera surge una forma de contar que es absorbida por la novela gráfica. Muchos teóricos afirman que una novela gráfica es un cómic extenso, aunque realmente es una imprecisión; podríamos decir que más que un género la novela gráfica es un molde, una forma de contar. Justamente por la confluencia de distintos factores, la evolución de un tipo de discurso, el impacto de lo visual en el mundo de los lectores juveniles y la sintonía con temas y recursos asimilados por este grupo lector, la novela gráfica se ha desarrollado saludablemente en los últimos años. Y por esta cercanía con sus consumidores, ha logrado entusiasmar a una comunidad de lectores que se sienten identificados con discurso más dinámico, que alterna lo visual y que le ofrece recursos muy vinculados al cine. Esta confluencia de factores, junto con una industria floreciente hacen de esta categoría una seductora experiencia.
-Si bien no existe un recetario o fórmula para recomendar libros infantiles según cada edad, ¿qué deben considerar los padres a la hora de comprar un libro infantil?
-La calidad. Un libro debe ofrecer ante todo una experiencia estética y emocional significativa. Y para ello no necesariamente debe hacer un despliegue de recursos, hay libros humildes, sencillos que tocan el corazón y son bellos. Como objeto físico un libro debe reflejar la inteligencia en el manejo de recursos, la sabiduría en acoplarlos para lograr un concepto. Quizás me atrevería a dar dos recomendaciones, la primera de ellas es que los padres deben tomarse el tiempo para mirar el libro que van a comprar porque en materia de libros infantiles la calidad es muchas veces engañosa. Uno de los aspectos fundamentales es que el envoltorio muchas veces confunde y consideramos un libro aceptable porque tiene tapa dura, un papel brillante o imágenes a color; y desafortunadamente tiene textos anodinos, poco interesantes e incluso mal escritos. Creo que tomar en cuenta el valor de lo literario es una pista importante. Y la otra sugerencia tiene que ver con los estereotipos, la cultura de masas ha generado muchos personajes iguales, libros que se parecen por la tendencia comercial a las series, modas que fluyen de acuerdo al mercado. Seleccionar libros realmente notables es un ejercicio que cada día cuesta más.
-Por lo general los que estudian literatura se dedican a la poesía o la novela, ¿por qué dedicarse a escribir libros infantiles?
-Porque los libros infantiles son mucho más retadores e interesantes. Creo que se ha fijado una idea del libro infantil como sinónimo de libro ilustrado o libro para la primera infancia, pero existe la narrativa infantil y juvenil en moldes tan exigentes y creativos como la fragmentación temporal, los finales circulares, la alternancia de planos narrativos. Un aspecto fascinante es que en la ficción para niños y jóvenes aún hay espacio para que convivan la fantasía y la realidad, en dosis que pueden crear interesantes soluciones, abrir espacios simbólicos y permitir el desarrollo de recursos fantásticos para explicar la realidad o dar explicaciones inusitadas, surrealistas o incluso deformadas pero que el lector puede entender perfectamente. Y eso no ocurre ahora, libros clásicos como Alicia en el país de las maravillas subvierten la lógica de manera muy inteligente y abren mundos paralelos que requieren un manejo sabio de la verosimilitud. Libros extremadamente retadores y cautivantes al mismo tiempo como El señor de los anillos sientan las bases para una convivencia excepcional entre lo sublime, lo oscuro y lo luminoso. Son libros que nos hablan profundamente del ser humano. Creo que hay demasiada ignorancia y también subestimación del término infantil. Aunque muchos escritores de literatura adulta disminuyen esta literatura, sueñan con lograr el éxito comercial, la audiencia, la celebridad y el reconocimiento académico de Roald Dahl, Antoine de Saint-Exupéry, Michael Ende, J.R.R. Tolkien o J.K. Rowling, por mencionar algunos nombres.

-¿ Cómo surgió la historia de su libro más reciente es ¡No, tú no! ?
-En realidad la historia comenzó hace muchos años con una propuesta que me hizo la editora Mónica Bergna de escribir un libro con unos personajes estrafalarios. Un libro acerca de la aceptación del otro. Pero resultó un relato distinto, con el matiz de la salvajización del niño domesticado, la necesidad de volver al reino de la infancia, en un movimiento inverso al que muchos libros para niños plantean que es la expulsión del territorio de la infancia. Se trata de una niña perfecta, agobiada por el mundo de los adultos que le piden ser educada, limpia, acartonada. En un viaje exploratorio se encuentra con unos seres extraños, visualmente parecen monstruos, pero en realidad son felices y desparpajados. Todos los esfuerzos que ella hace para que la acepten hablan de esa necesidad de recuperar lo salvaje de la infancia, algo que perdemos como seres sociales. Olvidamos que se debe reír a carcajadas, expresar abiertamente los sentimientos, ensuciarse, tirarse al piso; es decir adquirir cierta plenitud que implica hasta cierto punto “salvajizarse”. Esa es la idea que está en el libro, que llevó varias versiones y varios años para encontrar su cauce.
-Digamos que su libro presenta una tesis, ¿hasta qué punto es bueno para el niño de hoy experimentar el modelo contrario del niño domesticado? ¿esto se puede considerar un acto de libertad o al contrario quizás fomentar lo que los padres llamarían malcriadez si dejamos al niño sin reglas?
-En realidad no se trata de apostar por la irreverencia gratuita; yo creo que todos recordamos traumas de infancia por hechos de que nos coartaron posibilidades de crecer más felices. El mundo de los adultos está lleno de reglas, y no me refiero a modales únicamente, a prohibiciones horarios, exigencias, prejuicios. Los niños forman parte de una tribu, que tiene sus propios códigos, se comunican entre sí de manera más fácil y natural que los adultos, no están pendientes de la ropa que el otro niño trae puesta, se permiten decirse cosas sin filtros, pueden comer con las manos sucias sin que eso les importe (recuerdo haberlo hecho) o disfrutan plenamente con cosas sencillas es sus juegos. La idea es que la domesticación no es algo natural, es algo impuesto. Y en el camino ganamos cosas, pero también perdemos otras muy valiosas como la capacidad para dejar fluir lo sentimientos, el deseo de explorar, la naturalidad para olvidarse de las adversidades, el desdén por ciertos prejuicios, la búsqueda de la felicidad cotidiana. Hay unas preguntas muy lindas que se hace Pablo Neruda en su Libro de las preguntas y que tiene que ver mucho con esta idea del libro:
¿Dónde está el niño que yo fui, sigue dentro de mí o se fue? /¿Por qué anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos?, ¿Por qué no morimos los dos cuando mi infancia se murió?
-Con su libro, ¿qué busca despertar en los padres y en los niños que lo lean?
-Bueno, en realidad no escribí el libro con la intención de despertar algo, el proceso de escribirlo fue más bien una aventura creativa. Y una excelente oportunidad para trabajar en equipo. Sin embargo, apuesto porque su lectura les dé poder a los lectores: los haga pensar en la plenitud que trae la infancia y la inmensa felicidad que asegura si la disfrutan. Es como un poco como desnudarse de los protocolos y las formalidades. En los padres no espero despertar mucho, porque en realidad los adultos no vemos la infancia de la misma manera que la ven los niños. Si se toman el tiempo para encontrar sentido a este libro, creo que los puede acercar a su propia infancia y en todo caso ofrecerle a sus hijos mejores oportunidades para que disfruten esta etapa tan efímera de la existencia.
-¿Cuáles son las cualidades que debe tener un escritor que quiera dedicarse a la literatura infantil?
-Principalmente despojarse de prejuicios: que si los niños no pueden leer sobre tal tema o no son capaces de acceder a tal complejidad literaria. No hay esquemas fijos, ni camisas de fuerza. Muchas veces se corre el riesgo de nadar las aguas de lo pedagógico o de lo políticamente correcto y eso realmente empobrece la literatura. Lo interesante del libro para niños y jóvenes es su diversidad, los distintos moldes tienen especificidades que los hacen retadores como ejercicios creativos. Un buen escritor debe entregarse, convertirse en un gran lector de todo lo que ocurre en este campo literario. Porque solamente con esa lectura puede tener un visión panorámica que le permita ensayar soluciones narrativas y conectarse con otros libros de calidad que sumen riesgos y dignifican la literatura infantil.
-Algunos escritos venezolanos o foráneos de literatura infantil que quiera recomendar.
-Es una pregunta que siempre me hace pensar. Voy sumando nuevos autores a mi lista de preferidos, sin duda alguna para mí el más grande de los venezolanos paradójicamente es Aquiles Nazoa, y digo paradójicamente porque aunque no escribió explícitamente para niños entendió el discurso para la infancia. Otro autor venezolano que me gusta mucho en narrativa es Armando José Sequera, y en poesía siempre es gratificante leer a Jacqueline Goldberg. De autores latinoamericanos la lista es larga, seguro que muchos nombre se me pasan, Verónica Murguía, Juan Carlos Quezadas y Antonio Malpica en México; María Fernanda Heredia en Ecuador; en Colombia Juliana Muñoz Toro, Irene Vasco, Yolanda Reyes y John Fiztgerald Torres; en Brasil indiscutiblemente Lygia Bojunga, Marina Colasanti y Ana Maria Machado, en Cuba (Estados Unidos) Antonio Orlando Rodríguez, Sergio Andricaín, Daína Chaviano y en Argentina, para no hacer la lista larga de todos los países, Ezequiel Dellutri, Paula Bombara, Martín Blasco, Sandra Siemens, Antonio Santa Ana, Liliana Cinetto. En el mundo anglófono las referencias son vastas, desde los clásicos ingleses, autores como Roald Dahl, Aidan Chambers y David Almond, la norteamericana Katherine Paterson y los canadienses Sylvia McNicholl y Keneth Oppel, y maestras europeas como Mirjam Pressler y Chirstine Nöstlinger. Realmente es una lista que va cambiando y seguro que muy incompleta.
-Venezuela ha vivido momentos difíciles los últimos veinte años, ¿ha considerado escribir un libro para que los niños comprendan el proceso de migrar?
-Sí, tengo en mente un libro sobre el tema. Como investigador de literatura infantil y juvenil he abordado el tema, de hecho he presentado varias conferencias en escenarios internacionales, una de ellas bajo el título de “Migración y violencia en la narrativa infantil latinoamericana”. Es un tema complejo porque en muchos de estos procesos los que más sufren son los niños, pero son los menos visibles como personajes literarios. Contar estos procesos desde la perspectiva de los niños protagonistas es poco común en la oferta literaria, ya sea usando un narrador en primera persona u otro recurso.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Fanuel Hanán Diaz?
-Soy más lógico que emocional, quizás porque me gusta la investigación y suelo buscar siempre ángulos racionales para los fenómenos literarios. Gran parte de mi vida en los últimos diez años ha sido presentar papers en universidades europeas sobre la literatura infantil latinoamericana, buscar temas de investigación para desarrollar. Esa es una ventana por la que miro al mundo. En lo personal soy muy contemplativo, puedo estar largo rato observando desde un lugar discreto, desde una ventana, cuando estoy en un restaurante, en la oficina, escucho conversaciones, observo los zapatos de las personas, esos pequeños gestos que se hacen con la boca para mostrar desagrado o para contener una sonrisa. Me gustan los detalles, amo los detalles, son como los close up en el cine. Y creo firmemente que en los detalles están esas grandes historias, que muchas veces, son invisibles.