Federico Pacanins con música y poesía al borde de la Silla de Caracas
Abogado,docente y productor musical Federico Pacanins es un defensor de la identidad caraqueña y de las más elevadas epresiones culturales

Ese que rubrica documentos nacido Guillermo Vegas, bien como autor de libelos inapelables o el que redacta/rúbrica contratos para salvaguardar derechos de autores, compositores, guataqueros y ventetús, es un sujeto del abolengo caraqueño que disfruta en modo Federico Pacanins la poesía más sublime en paralelo al bamboleo que produce el electrizante son caribeño. No hay cadera impasible ante un ataque cerrado de timbales. De Billo’s p’arriba. De Aldemaro pa´bajo. El linaje social de los Vegas, entronizado en períodos conflictivos y cruciales de la historia del país, se entrecruza con el musical que se desparrama del linaje de los Moleiro (Rodolfo el poeta, Moisés el músico), los Colón (Eric el compositor y Gaspar el lírico, el yerno que casó con la vibrante directora Elisa Vegas).
El Ávila se asoma con prudencia a su modesta oficina de La Campiña obligadamente empapelada para protegerla del embravecido sol que doblega el achacoso aire acondicionado. Pronto Pacanins estrenará otro despacho que lo colocará en la presidencia de la Asociación Cultural Humboldt de San Bernardino en las puertas de los fastos del 70 aniversario de la institución protectora de la cultura alemana en Venezuela.
-¿En qué momento el abogado fue arrollado por la música o acaso la música tiene derechos?
Pacanins hace un alto en lo que sugiere prueba de trajes, tocados y zapatillas, repaso de textos de su producción más reciente, El Inquieto Anacobero, un escándalo que derivó en un atípico proceso judicial por el cuento de Salvador Garmendia inspirado a su vez, en el bolerista Daniel Santos a mediados de los 70.
-El abogado tiene 40 años de graduado y el hombre de comunicaciones tiene 40 años dando vueltas. Cuando saqué el título de abogado hice lo mismo con el de locutor y en paralelo se fueron dando los programas en Radio Nacional, Jazz FM, crónicas para revistas que luego desaparecieron; El Nacional, Tal Cual. El abogado deja de ejercer hace unos veinte años, aunque mantiene una cátedra en la Universidad Monte Ávila que se llama Venezuela y su circunstancia, que me encanta porque es una suerte de recorrido por el derecho constitucional y por la historia, pero con foco en lo que es la cultura venezolana.

Federico Pacanins es nostálgico, es urbano, es gentil cuando las circunstancias lo obligan a mostrar su recio carácter, hasta tanto las razones priven en el trato caballeroso y los apretones de manos.
Las obras de Mario Abreu, Zapata, Rayma, Régulo Pérez, César Prieto, Antonio Lazo, Mateo Manaure y Andrés Barrios que atesora en la oficina, lo confiesa de entrada, fueron engrosando su patrimonio por distintas vertientes, la amistad y el intercambio, las más comunes.
-Usted ha desarrollado su papel de productor en momentos muy difíciles para el país. Ha conciliado alianzas entre el sector público y el privado con el grave riesgo de la estigmatización en un medio tan polarizado.
-Cuando el individuo de cultura enfoca su quehacer en ese campo los demás individuos de la cultura lo reconocen como tal y pasan su coloratura política a un lado y se dan la mano los unos a los otros. Cuando el individuo de cultura toma una posición que es más de político que de cultura pues las cosas se empiezan a complicar; es lo que yo he visto.
– ¿Significa eso que un individuo que se dedica a las bellas artes, si se toma el concepto cultura de un modo muy restringido, no debe tener postura política?
-Yo ciertamente he podido trabajar con la antigua alcaldía Mayor, con la alcaldía de Caracas, en manos de Alfredo Peña, de Freddy Bernal o de Jorge Rodríguez, también con Mercedes Otero; con las orquestas sinfónicas Municipal de Caracas y Gran Mariscal de Ayacucho; con personas tan disímiles como William Osuna, que es mi amigo, o Rafael Arraiz, que también lo es. Claro que tengo una postura política y uno la ejerce como individuo que piensa y enfoca su país de algún modo. Uno trata de buscar el norte en aquellos individuos que creen que la cultura es básica para educar a los individuos y para refinar su espíritu, se trate de un individuo comunista, un individuo capitalista o como usted lo quiera llamar. Tal vez, por no estar tratando de tramitar al hombre en sus derechos culturales es que he recibido aceptación del Museo Jacobo Borges, del Teatro Teresa Carreño, la Asociación Cultural Humboldt, el Centro Venezolano Americano, Corp Group, Teatro Chacao, Teatro Trasnocho, de la empresa privada. Y porque como uno no está tapando las cosas es que no he tenido mayores conflictos.
Son los recortes amarillentos de prensa, viejos afiches, fotos y postales los elementos que describen el quehacer de quien desechó engorrosos expedientes judiciales para ejercer, absuelto de litigios morales, el de gozar y sufrir la música como productor, cronista, crítico, director y contertulio de insaciables conversaciones. Y en ello se le han ido décadas seduciendo con programas que a fuerza de charlas de hondo contenido testimonial, han derivado en una producción bibliográfica de gran utilidad: Jazzofilia, Tropicalia caraqueña y Con Aldemaro (Fundación para la Cultura Urbana), las biografías para la Colección de El Nacional sobre Billo Frómeta y Aldemaro Romero, Salsa en Caracas (Lugar Común) y, para que conste en actas, La mira del abogado con el sello de Vidanco.
Pacanins ejerce una máxima indeclinable: “Mi borde comienza allá donde nace El Ávila y termina en la Silla de Caracas”. Frutos de tales pasiones son los espectáculos Cien años en una noche, La canción de Caracas, Revista Billo (con Magdalena Frómeta), la dramaturgia de Isaac Chocrón con Tric Trac, Asia y el lejano oriente y Alfabeto para analfabetos; Salto atrás, de Leoncio Martínez.

-En la promoción de las artes se practica, diría que con cierta legitimidad aunque suene arbitrario, el medalaganismo, que incluye desde las antologías hasta las retrospectivas o elencos y escogencia de temas y autores.
-Me-da-la-ga-nis-mo, jajaja, tremendo término. Parece que estamos descubriendo el agua tibia porque John Donne decía que ningún hombre es una isla. El hombre se hace a sí mismo en la medida en que se va educando y va creciendo y va exponiendo sus ideas. Pero no lo hace en una isla desierta. No lo hace en Japón o Estados Unidos sino que lo hace en este sitio que se llama Caracas con su lado bueno y con su lado malo y con su lado regular. Uno se debe al sitio y el sitio se debe a uno, es una autopista de dos vías; ahí vamos. Entonces usted propone, y si a lo mejor lo hace bien, con alguna inteligencia y con alguna destreza, a lo mejor consigue a otro que lo acepte. Eran las Cartas para un joven poeta de Rilke: no le preguntes a los demás cómo son tus poemas, pregúnteselo a usted mismo y si le gustan a lo mejor consigue a otro que también le agraden. Ahora, vivir de espaldas, vivir melancólico en un sitio donde usted no hace un esfuerzo por entender qué es y cómo usted puede participar en eso, es un medalaganismo demasiado soberbio.
– Demuéstrame – continúa Pacanins – que usted es un intelectual de nivel mundial y que este país no lo merece. En la mayoría de los casos, y yo me incluyo ahí, las cosas no son así. Usted es cronista en el lugar que es, o es profesor en el lugar que es, comunicador social; no donde a usted le dé la gana. Yo lo que tengo es un gran agradecimiento porque este espacio haya podido ser un espacio de aceptación a las propuestas que buenas, malas o regulares que uno ha tenido a lo largo de su vida.
-Hablamos de nombres de esa Caracas irreductible, de Bello a Garmendia, los Carreño, los Nazoa, su Billo y su Leoncio Martínez, sus merengues, su Pérez Bonalde. Sus picos más sobresalientes. ¿Cómo el productor Pacanins concibe ese espectáculo que le presente a los nuevos citadinos ¡esta es Caracas, así suena!
-Tú has señalado nombres ilustres, pero hay gente que va rebuscando dentro de lo que puede ser su herencia cultural y sus ancestros y entonces descubre cosas. Por supuesto, la curiosidad es la madre de todo acto creativo. Yo monté un espectáculo que estuvo en diversas temporadas en el Aula Magna, en el Teatro Municipal y en el Trasnocho, Cuéntame de óperas, y cuando escuchamos la palabra ópera, uno se imagina una revista con algunos momentos de la ópera ¿Y quién crees tú que me da la mano para ese evento? Nada más y nada menos que Francisco Pimentel, Job Pim, porque él tiene un libro donde en verso y con una enorme destreza, fue capaz de narrar ópera. Y, bueno, yo dije a ésto hay que darle piel escénica.
-Por eso la necesidad de revisar nuestros poetas – destaca el productor- el caso de Leo, El salto atrás, por ejemplo. Leo escribe una pieza pequeña, deliciosa, muy útil ahora que está el teatro breve muy en boga que se llama Pobrecito, que es medio musical porque en la misma hasta se baila un tango. O hay gente que no sabe que Leoncio Martínez les puso letra a canciones importantísimas, como Dama antañona. Decir, por ejemplo, que Billo fue un cronista caraqueño muy importante aun cuando haya nacido en Santo Domingo…No hay nada más caraqueño que Epa! Isidoro.Aldemaro Romero me decía que Billo, y eso que ellos tenían una gran rivalidad, que Billo sabía tanto de lo que le gusta y no le gusta a la gente y refleja tan hondo el sentimiento nacional, que si él no hubiese sido Billo le hubiera gustado la música de Billo. Uno no debe negar su lugar. Yo creo que la ciudad ofrece música que te condiciona independientemente de tus aficiones como melómano. A lo mejor te gusta el rock, pero cuando escuchas La Marchantica ya sabes que viene el heladero. O si escuchas arrorró mi niño, ese es el origen de nuestro himno nacional. El alma llanera, que es una zarzuela de Rafael Bolívar Coronado con música de Pedro Elías Gutiérrez, la cantaba una mujer llamada Rita, la cantaba con guitarra, no con orquesta, por eso tenía sentido la frase: “Soy hermana de la espuma, de las garzas, de las rosas” y en la segunda parte decía “Del potro de mi amador”. Eso ¡ni en esa época en el año 1916, lo podía cantar un hombre! Esos pequeños descubrimientos, hacen esa pequeña historia que de pronto hacen pensar que tenemos ancestros, que somos algo. Porque bien sabes que uno de los problemas del individuo y de su educación, es que no quiere cultivar su memoria y no la quiere cultivar referida a su propio sitio.

A poco tiempo de juramentarse como presidente de la Asociación Cultural Humboldt, sin soltar prendas de lo que será su propuesta para una institución con voluntad de integración, Federico Pacanins, o Guillermo Vegas a la hora actas y juramentaciones en la edificación de Dick Bornkurst, conceptualiza un programa que trace la germanidad en el país. Un breve acopio de recursos e insumos está en la huella de Luisa Richter o Miguel von Dangel en la plástica. Qué tal el repertorio que nos relaciona con Alemania, desde el Humboldt y Bonpland taxidermista de Ibsen Martínez, hasta ese candoroso Salto atrás de un Leoncio Martínez. Echar mano al Fausto de Aquiles Nazoa con música de Daniel Atilano o el Fausto más académico de la familia Danielle. Hay con qué. Programas con horarios matinée, seguridad y la invitación para que la membresía aumente con aportes a partir de 100.000,oo bolívares anuales, o más si le da pena.