“Florecer lejos de casa” otra óptica de la migración venezolana
Los autores Ángel Arellano, Tamara Taraciuck Broner, Paola Soto y Hensli Rahn presentaron el libro en Buenos Aires

Se agota el 2018 y cerca de cuatro millones de venezolanos estamos repartidos en – al menos- 100 países del mundo. Un puñado de estos migrantes relató sus vivencias en el libro Florecer lejos de casa. Testimonios de la diáspora venezolana, editado por la Fundación Konrad Adenauer Stiftung, bajo la coordinación de Ángel Arellano. El formato digital está disponible para su descarga gratuita en línea. Durante los últimos meses realizaron presentaciones de la publicación en distintas ciudades del continente suramericano y el lunes, 3 de diciembre, fue el turno de Buenos Aires.
Ante un público prácticamente criollo, en el auditorio de la Universidad del Cema de la capital argentina, tres de los autores acompañaron a Arellano y comentaron el libro. Tamara Taraciuck Broner, Paola Soto y Hensli Rahn, asistieron al evento y brindaron su propia apreciación de los textos que publicaron, así como de sus experiencias. En total, son 14 relatos de escritores, académicos y periodistas que conjugan sus vivencias, con datos; sus sentimientos, con historias; sus frustraciones, con sus sueños tejidos lejos de casa, y las expresan en un libro cuyo fin es acercar al lector a un fenómeno complejo y doloroso. Algunas otras firmas que aprecen en el libro son las de Gisela Kozak, Mireya Tabuas, Eduardo Sánchez Rugeles y Manuel Llorens.
Previo a que los autores tomaran la palabra la noche del lunes, un sustancioso discurso de Julio Croci, Director Nacional e Pluralismo e Interculturalidad de Argentina, sirvió como desencadenante de emociones y lágrimas en la sala. Sybil Rhodes, Presidenta del Centro para la Apertura y el Desarrollo de America Latina (Cadal), también compartió algunas ideas del libro, en relación con las acciones “describir, inferir y dar voz” al fenómeno migratorio a través de estos relatos.
Cuando Croci tomó el micrófono, empezó por dar un contexto de cómo ha sido recibida la diáspora venezolana en la nación austral y resaltó la esencia receptora de migrantes característica de este país. “Este año, por primera vez, la migración venezolana superó a la comunidad paraguaya que había liderado las estadísticas desde hace 10 o 15 años”, dijo y destacó que ya somos 140 mil vinotintos que residen en el país. Argentina también recibe ciudadanos bolivianos, peruanos y en los últimos tres años se unieron a los movimientos grupos de sirios y haitianos.
Sobre el libro, el funcionario apuntó que así como es valioso ver las interpretaciones personales e internas de los migrantes, también es relevante ver cómo la diáspora ha encontrado espacios de crecimiento en los países a donde ha llegado. En Argentina, por ejemplo, aseguró que la migración es vista como un motor de desarrollo y es para ellos importante garantizar este derecho humano a todo el que lo necesite.
La idea de “libertad amorfa”, que postula Jefferson Diaz en su relato sobre Ecuador, así como la de “normalidad” que encontró en el de Paola Soto, sirvió para que el argentino pudiera reflexionar sobre la crisis que expulsó a los venezolanos de su país. “El emigrante nunca olvida su tierra”, sentenció tras hablar sobre aquel argentino que se situó en Venezuela durante la dictadura militar. Pero como un bálsamo y hacia futuro, Croci fue enfático al decir que este gran flujo venezolano dejará una herencia cultural importante en el país y esto es sumamente importante. “No crean que pasará desapercibida la migración venezolana (…) contribuirá a la riqueza de gastronómica, cultural, idiomática”, concluyó.

Uruguay
Ángel Arellano, además de ser el impulsor de este proyecto, escribió sobre su experiencia dentro de Uruguay, siendo de familia originaria de la república oriental. De entre sus reflexiones públicas sobre el libro, apuntó que el de la migración es un tema difícil porque no solo destruye familias -al separarlas- sino que destruye los nervios de quienes emprenden viajes sin retorno y sortean adversidades con poco o ningún apoyo. Dijo que lo valioso de esta compilación de relatos es que además de ser una confesión íntima de quienes escriben allí, demuestra cómo es ese reinicio de cero. Resaltó, además, aquel espíritu que comparten muchos venezolanos de querer salir adelante y que esto a llevado a encontrar numerosos casos de éxito en medio del dolor que significa volver a nacer lejos de casa.
Brasil
Con un acento muy argentino, pero nacida en Venezuela, Tamara Taraciuk, compartió con los asistentes un video, muchas cifras y algunas historias, que forman parte de las investigaciones que resultan de su labor dentro de la organización Human Rights Watch. Empezó por advertir que todo este drama es un reflejo de la crisis política y que tiene que ser evaluada por cada una de las dos caras: primero, el proceso migratorio que incluye la salida de las personas del país pero también la recepción a otros “ese florecer lejos de casa”; pero por otro lado ver ese país que dejan, por qué lo dejan y cómo hacer, qué hacer, para que Venezuela cambie de rumbo.
De su experiencia en las fronteras de Venezuela con Colombia y con Brasil, Taraciuk destacó la desesperación que percibió en los migrantes. Es esa misma desesperación la que se evidencia en los caminantes que van por Colombia, esos que según contó andan un promedio de 16 horas al día durante un par de semanas para llegar a destinos lejanos, caminantes que están dispuestos a cruzar un continente porque no tienen más que perder en sus casas. Al día atraviesan el puente fronterizo en Colombia unos 35 mil venezolanos y 3 mil de ellos no vuelve.
En Brasil -y de eso escribe en el libro- la situación es distinta por esta en un lugar tan poco accesible. Relató que en el estado fronterizo de Roraima están dispuestos 13 albergues para cerca de 5.500 venezolanos que prefieren tiendas de campaña de tela, a continuar en su país. Incluso, dijo, hay dos albergues específicamente para población indígenas. La investigadora dio un paneo de cifras relacionadas con la compleja realidad del sistema de salud, no solo por el tema de la desnutrición sino también por los crecientes brotes de enfermedades prevenibles por vacunación como sarampión, tuberculosis, malaria y difteria.
Finalizó su ponencia con la historia de Nilsa, una mujer con VIH que tras dos años sin antiretrovirales cruzó la frontera y luchó no solo por su medicación, sino por poder facilitarle a otras mujeres como ella el acceso a los fármacos de los que depende su vida. De la solidaridad en timpos duros también hay una muestra.

Argentina
Paola Soto, poeta, periodista, escritora, joven, de Anzoátegui, tragó fuerte antes de compartir sus impresiones, esas que tanto le costaron traducir en unas páginas y que aún hoy no ha retomado tras enviar el texto para el libro. “Me costó enfrentarlo, pasar eses escáner por los tres años que he estado aquí”, dijo.
Soto habló del miedo, del frío como metáfora de estar acompañado o solo, del instinto de supervivencia y de la evasión. Simplemente “no quería pensar en lo que había dejado atrás”. En su relato habla del dolor, de responder a la pregunta ¿cómo están tus padres? con un “están bien”, pero que ese “bien” solo sea “estar vivos” y que la vida en Venezuela ya no es vida. Habló de migrar con culpa, de cómo al principio hasta tomar un café parecía exagerado, pero que ha ido cambiando y entendiendo que finalmente “uno sirve dónde está”.
Alemania
Hensli Rahn voló desde Berlín a Buenos Aires solo un par de días para leer frente a una audiencia una reflexión sobre sus reflexiones presentes en Florecer lejos de casa. En su texto fragmentario agrupa las voces de los venezolanos que se fue encontrando en Alemania y juntos describen de alguna manera algunos aspectos de migrar a un lejano país, que difiere en casi todo, del nuestro.
El escritor y músico, que tiene ya tres años en Alemania, hizo énfasis en la memoria y relató una íntima anécdota sobre la primera migrante que recuerda: una argentina que había llegado a Venezuela huyendo de la dictadura. Ella, la señora María Emilia, ha significado mucho en su propio proceso migratorio, porque así como recuerda su acento, recuerda también lo que implicaba para ella dejarlo todo, recuerda incluso los grupos de apoyo, las terapias y lo que hacía para hacer de su migración un proceso menos traumático. La memoria, a la que alude Rahn, retoma la idea de Croci, esa de no olvidar las raíces, no olvidar de dónde venimos y así florecer mejores.
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