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Gala de Ballet Soviético reveló piezas desconocidas al público venezolano

El Ballet Municipal de El Hatillo, dirigido por Rumen Rashev, engalanó el escenario del Centro Cultural Chacao con obras de danza creadas en la extinta Unión Soviética

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Un matiz de movimientos se reveló bajo la anaranjada cúpula del Centro Cultural Chacao la noche del 13 de mayo. Nueve jóvenes bailarines, con sus particulares fortalezas y oportunidades, se reunieron bajo la dirección del maestro búlgaro Rumen Rashev para llevar al público caraqueño una exhibición de obras dancísticas creadas en la extinta Unión Soviética.

Los bailarines en formación, pertenecientes a la agrupación Ballet Municipal El Hatillo y a la escuela Fundación Ballet de las Américas, se veían algo nerviosos antes de que empezara la función. Ese gran escenario fue todo un desafío para quienes sacaban de sí el coraje y sobre todo, la fuerza que requiere alzar los cuerpos con gracia ante un público expectante. Con solos y pas de deux (paso a dos, danza entre dos intérpretes) sorprendieron al público.

Rashev, que en su juventud vivió los controversiales tiempos soviéticos, se formó como bailarín profesional en la mundialmente reconocida Academia Vagánova de Ballet, en Rusia. Tras el espectáculo explicó que en los tiempos difíciles, la creación artística cobra mayor relevancia y que las obras presentadas en esta gala son muestra de ello.

Revelaciones para el espectador venezolano

Con la intención de refrescar la mirada del venezolano, que según Rashev permanece invariable sobre el ballet romántico, el maestro y coreógrafo revivió piezas cortas como el adagio del ballet The Ice Maiden (La Vírgen de Hielo), de Fyodor Lopukhov.  Él fue uno los coreógrafos experimentales de la Rusia postrevolucionaria y plasmó los conceptos de la coreografía sinfónica en sus obras. Logró realzar los colores, ritmos y matices de la música a través del ballet.

El número, en Caracas, fue ejecutado por Laleska Seidel (17) y Zabdiel González (24). Para este último la obra fue un agradable descubrimiento. “Es todo muy alegre, muy vivo y altivo, como seguramente quería expresar el poder del comunismo en la Unión Soviética. A pesar de la guerra y las dificultades, siguieron creando contra viento y marea, demostrando la libertad del alma, por eso lo admiro y me siento identificado por lo que está pasando en Venezuela”, comentó.

“A pesar de la guerra y las dificultades, siguieron creando contra viento y marea, demostrando la libertad del alma”

La pareja también realizó una bella interpretación del adagio final de Espartaco, versión del coreógrafo Yuri Grigorovich, originalmente creada por Leonid Jakobson. Ésta es una de las obras más representativas de este capítulo de la historia del ballet y actualmente se sigue interpretando en diversas compañías alrededor del mundo.

"Espartaco". Laleska Seidel y Zabdiel González
“Espartaco”. Zabdiel González y Laleska Seidel. Fotografía: Ricardo Quintanilla

La bailarina también interpretó junto a Beltrán Sánchez (23) el adagio del ballet Leyenda de Amor en el que las líneas y poses de sus brazos y cuerpos sobresalieron por su gracia. Grigorovich, que también fue el creador de esta pieza, dominó durante treinta años el ballet ruso y hoy en día sigue trabajando en el Teatro Bolshoi en Moscú.

Del maestro ruso Jakobson, especialista en miniaturas coreógraficas, se presentaron cuatro piezas. Sanchéz y su compañera Ana Cecilia Díaz (17) bailaron juntos La Chica Ciega, obra representativa del coreógrafo. El Vals Vienese llego al escenario a través de Carolina Triana (21) y Richard Reyes (24), quienes  hicieron grandes vuelos, elevando el tul y el sombrero de copa de manera encantadora. Aclaró Rashev que algo muy característico del ballet soviético son las grandes acrobacias, las cuales se introdujeron en la danza escénica en ese período. Finalmente, Eliana Guzmán (17) y Carlos Bracho (21) complementaron el trío con El Eterno Ídolo.

Más adelante la pareja de bailarines protagonizó un Vals de Vasili Vainonen. Éste inició su carrera coreográfica en el Ballet Kírov. Allí fue censurado por el acto que realizó para La Edad de Oro (pieza que creó junto a VP Chesnakov y Leonid Jakobson) acusado de utilizar estilos de danza occidentales. Esa pieza no volvió a interpretarse más pero Las Llamas de París (1932), adorada por Stalin ya que narra la insurrección durante la Revolución francesa, aún hoy se presenta en los teatros.

Aguas Primaverales del lituano Asaf Messerer, solista del Teatro Bolshoi, fue otra muestra de hermosas acrobacias y desenvolvimiento de la bailarina. Interpretado por Carla Hernández (15) y Zabdiel Gonzalez con elegancia y cuido.

"Aguas Primaverales" Carla Hernandéz y Zabdiel Gonzalez
“Aguas Primaverales” Carla Hernández y Zabdiel Gonzalez. Fotografía: Ricardo Quintanilla

 

La mundialmente reconocida, Romeo y Julieta, del coreógrafo Leonid Lavrovsky también llegó al Centro Cultural, representada por Eliana Guzmán y Richard Reyes. Ésta obra basada en el texto de William Shakespeare conmueve a los espectadores desde hace casi ochenta años.

Dos contrastantes solos del coreógrafo Kasian Goleyzovsky lucieron sobre el escenario: Mazurka, por Laleska Seidel y la Danza de la Gitana, por Ana Cecilia Díaz. Cada una en sus diferentes estilos, destacaron esa noche con sus movimientos y agilidad.

Para cerrar con broche de oro, el encantador sexteto de Jakobson, que a través de la música de Wolfgang Amadeus Mozart relata las historia de seis amantes no correspondidos. Los llamativos vestuarios cubrieron los talentosos cuerpos de Eliana Guzmán, Laleska Seidel, Carla Hernández, Carlos Bracho, Beltran Sánchez y Richard Reyes.

"Sexteto". Fotografía: Ricardo Quintanilla
“Sexteto”. Fotografía: Ricardo Quintanilla

Efímero pero nutrido respiro

Al culminar, los asistentes abandonaron rápidamente el recinto.  Ambar Harrington e Isabella Porteles, estudiantes de la Fundación Ballet de las Américas, explicaron que a pesar de las protestas no tuvieron problemas para llegar al teatro y fueron a apoyar a sus compañeros.

Otra espectadora, Ingrid Ludert aseguró que “la función fue maravillosa. Me llamó la atención la técnica, sobre todo la de brazos. Cada bailarina tiene su estilo, algunas eran etéreas, prácticamente tocaban el cielo y no la tierra, fue muy emocionante. El programa fue muy equilibrado, muy clásico”. En su opinión, “los números eran fundamentalmente para bailarinas, los bailarines sirvieron de muy buen soporte pero no hubo ninguno que permitiera lucir los dotes de los caballeros”.

Resistencia en zapatillas

“El ballet ha sobrevivido a muchas imposiciones, tabúes, críticas y malas intenciones. En Venezuela tenemos que seguir luchando, éste es nuestro trabajo y nuestra pasión, no podemos parar. El ballet nos sirve para expresar al país que seguimos luchando y que nada nos va a detener, a pesar de todas las dificultades y matanzas que ha habido por uno querer expresarse”, confiesa Zabdiel González, quien ha pasado de sudar en las marchas y en los ensayos en un mismo día.

“Es un trabajo de constancia, más aun para nosotros hombres que empezamos tarde. Dejar de entrenar un día significa perder mucho de lo que ya has ganado. Con todo lo horrible que está pasando, el ballet nos permite respirar y llenarnos de emociones para el alma. También lo es para el público, aunque las obras no hablen explícitamente de lo que pasa en el país es una forma de decir algo. Creo que es importante no quedarse callado”, asevera Beltrán Sánchez.

Para hacer la función posible, los protagonistas contaron con el apoyo de la directiva del Ballet de las Américas, la Escuela de Ballet Tempo, la Fundación Ballet de la Mar y las vestuaristas E. Damas, Gabriela Tortoledo y J. Arnaud.

Imagen principal: Laleska Seidel en “Espartaco”. Fotografía: Ricardo Quintanilla