Gianfranco Selgas: la literatura es un dispositivo que habilita nuevas formas de ver
El escritor venezolano aspira continuar una carrera académica ligado a las letras. A dos años de la publicación de su primera novela “Revisiones”, quisimos conocer más sobre su obra y pensamiento

No hace falta tenerlo en frente para saber que Gianfranco Selgas transpira literatura. Así se evidencia en su primera novela publicada, Revisiones (Ediciones Oblicuas,2015) y así lo recuerdan sus profesores de la Universidad Central de Venezuela. Allí se graduó de licenciado en Comunicación Social en 2011 y después salió como un emigrante más de la Venezuela de este siglo. Actualmente vive en Suecia, donde culmina el máster en Literatura Hispánica en la Universidad de Estocolmo y trabaja para una editorial; ha dado clases de español y siempre ha estado ligado al ámbito de la academia: culminó satisfactoriamente el máster en Estudios Comparados de Arte, Literatura y Pensamiento en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y aspira iniciar cuanto antes el doctorado.
Desde la fría Upsala, ciudad donde reside Selgas, no puede ver sino con preocupación lo que ocurre en su tierra natal. Considera que la realidad política “está lastrando al país en general” y “está propiciando un estancamiento peligroso”. Más allá de sus apreciaciones políticas, intercambiamos preguntas y respuestas sobre su obra, que destaca –entre otras cosas – por la inusual estructura con la que decidió utilizar para contar.
En Revisiones, el diario de un poeta maldito sirve como estímulo a un académico para emprender una investigación sobre la realidad o ficción de los hechos que el primero relata. Su vida en Barcelona y Suecia, sus amores y sus viajes, toman significado luego de su muerte que abre pie a la publicación de este diario.
— Hay quienes ubican su novela dentro de “las dinámicas de la transtextualidad literaria”, entre otras cosas, por su estructura. Usted ¿cómo define su forma de contar la historia?
— El empleo de tres partes distintas para contar “una historia única” está necesariamente movido por una representación espacio-temporal que obliga a inferir, pero también practicar, un desplazamiento. Sin esta configuración, la novela tendría que haber desechado dos partes en detrimento de una con el fin de que la historia respetase una estabilidad narrativa, lo cual no me resultaba coherente. Opté por un proceso que busca cuestionarse a sí mismo, narraciones que ponen en evidencia su idoneidad para contar o expresar algo valiéndose de formatos disímiles. A un nivel más abstracto, entendiendo la materialidad a la que alude el texto con sus diferentes partes, la manera en la que se organiza el relato atiende a un formato que precisa leerse envuelto por diferentes capas.
–Imponer en un primer momento de la novela, la rigidez que brinda un diario “revisado” puede perjudicar la fluidez de la lectura ¿Le interesa más contar la vida de un viejo escritor o la experiencia del investigador literario?
— Diría que me interesaba proponer diálogos entre las variaciones de la escritura, y lo que estas, en su materialización, pueden llegar a exponer. Lo veo en el sentido que la misma novela parte de la idea de poner en evidencia la rigidez de lo escrito y lo contado, y deja colar la posibilidad de que estos textos operan, en cambio, como mecanismos que buscan enmendarse los unos a los otros. Es un proceso de actualización sostenido. Ya luego entra, como diría José Balza, el ejercicio narrativo, y es cuando, al menos para mí, cada formato escritural se advierte como la proyección de una voz particular que lo construye, postulando una historia que desprende determinados afectos.
— En Revisiones, accidental o intencionalmente, para que se agrupan vivencias propias como el hecho de que un venezolano pase de España a Suecia. ¿Qué tiene el texto de autobiográfico?
–Me cuesta imaginar la escritura o cualquier forma de arte apartada de ciertos mecanismos autoficcionales y autobiográficos. Aunque la autobiografía no es un género que particularmente me interese cultivar, al menos no desde una perspectiva autocompasiva y confesional, sí me gusta las facilidades que da a la hora de proponer una ficción “especulativa”, que permita trasgresiones entre la experiencia personal y la representación ficcional. De manera que estoy de acuerdo con pensar que siempre hay un grado, en mayor o en menor medida, de intencionalidad cuando se dan este tipo de préstamos entre ficción y realidad.
–Sobre el personaje principal, Amalfitano Silva, le pregunto ¿en qué escritores (o personas) se inspiró para diseñarlo? Como, casi, un poeta maldito, desata intrigas y pasiones…
–Una asociación directa, y que quise hacer explícita a lo largo de la novela, es el paralelismo que puede trazarse entre Silva y Kafka, que además de su consabido peso como escritor canónico del siglo pasado se ha instalado como un personaje que encarna las complicaciones de quién tiene por oficio la escritura: las contradicciones en su vida, el tormento y oprobio que le producía su proceso creativo, la destrucción del resultado, de la escritura materializada, etc. Luego están José Antonio Ramos Sucre y su obra poética en general, Enrique Lihn y su Diario de muerte —que se cuela en partes de la novela—, y textos como Marzo anterior, de José Balza, y Muerte de un apicultor, de Lars Gustafsson, que son ficciones y no-ficciones que tienen una incidencia muy fuerte en Silva, no en el sentido de una persona reflejada en un personaje, sino por la dimensión y profundidad que encuentro en estos textos, porque estas lecturas siempre tuvieron un carácter larval, de presencia latente cuando escribía a Silva.

— ¿Qué tiene Gianfranco Selgas de Amalfitano Silva?
— Me gusta creer que bastante poco. Amalfitano Silva lleva una vida muy intensa y enrevesada por los agobios que le produce su relación con su poesía, una historia personal complicada por ciertos eventos, y, luego, por la enfermedad que lo encamina, paradójicamente, a volverse sobre la escritura y enfrentarse a la dicotomía de esa materialidad a la que quiere resistirse. De alguna manera, estas posturas me resultan estoicas —Silva, a pesar de las contradicciones, es impasible en sus convicciones—, y no adolecen de esa belleza romántica que suele formar parte de las ideas que nos hacemos sobre los artistas en general, pero no por ello, en su caso particular, están exentas de patetismo. Diría que comparto con él la convicción de la literatura como necesidad, pero no la idea de la literatura como una herramienta expiatoria, de purgación; mi posición es más cercana a la idea de la literatura como un dispositivo que habilita nuevas formas de ver lo que nos resulta invisible.
–Dentro del texto hay temas como el fracaso, la vejez, la migración, la enfermedad… ¿Cuáles de ellos lo intrigan a Usted? ¿Podría explicar?
–Creo que todas ellas, en buena medida, me interesan y causan intriga, aunque quizá hoy día el concepto de migración sea uno de los que personalmente me atañe. Este tema me interesa no solo por mi experiencia, sino también porque repensar esa noción promueve evaluar diferentes formas de movimientos sociales, culturales y estéticos que se proyectan en formas como las de las transliteraturas, por ejemplo, pensando literaturas más allá de lo nacional, etc. Pienso que la novela, como configuración ficcional, es un formato interesante para explorar estos temas porque permite dilatar la narración y ensayar contingencias. Cuando hablo de dilación no me refiero necesariamente a una cuestión de extensión, sino a que, desde mi punto de vista, la novela se puede permitir apelar a cierta lentitud para dar cabida a una revisión que promueva tanteos a oscuras y la posibilidad de iluminar esos temas a veces intangibles.
— ¿Cuántas “revisiones” a textos de otros autores ha hecho en su carrera académica y laboral? ¿Alguna digna de mención?
–Desde hace un tiempo, mi carrera académica y laboral están prácticamente ligadas, de manera que he tenido la oportunidad de revisar, en el sentido de leer y comentar, varios textos interesantes. Sobre menciones, me cuesta un poco dignificar nombres. Podría mencionar sobre las que estoy trabajando en la actualidad. Obras de la literatura latinoamericana contemporánea, en concreto prosas narrativas y ensayísticas, sobre lo espacial-urbano, y también sobre operaciones transmedia que involucran interacciones entre distintos formatos artísticos. Ahora estoy centrando en los trabajos de Sergio Chejfec, pero también estoy por empezar con la ensayística —o meditaciones— de Roberto Echeto y la compilación de Ana Teresa Torres Fervor de Caracas.
— Las letras y la literatura lo atrajeron desde muy joven ¿Encuentra en ellas un refugio o una razón de ser?
— De estas dos opciones me inclino por la razón de ser, probablemente porque a lo largo de los años me he visto ligado directa o indirectamente a las letras y lo literario, y esto ha marcado instancias en mi vida. Cambiar de países, trabajar en universidades y centros de enseñanza secundaria o para agencias de comunicación; todo esto ha estado, en buena medida, atravesado o cifrado, más bien, por la literatura. Lo veo, entonces, en la forma que ha servido como un correlato indisociable a mi propia experiencia.
–Desde la lejana Suecia ¿cómo evalúa lo que ocurre actualmente en Venezuela?
— Con incertidumbre y preocupación por el presente y futuro del país. La situación es compleja y está sumida en un hiato de diferencias que parecen irreconciliables, de una realidad política que está lastrando al país en general, y que está propiciando un estancamiento peligroso. Hay un progresivo desmantelamiento constitucional promovido por un gobierno que se afinca cada vez más en el autoritarismo, que está conduciendo a un resquebrajamiento flagrante del Estado y que coarta derechos populares estipulados en nuestra Constitución. Veo, por otro lado, las manifestaciones masivas que se vienen dando en el país durante los últimos meses como importantes espacios de expresión y protesta política, que le han dado cabida no solo a personas que están de acuerdo con el proyecto de la MUD —que no veo del todo claro, tampoco—, sino a una cantidad importante de venezolanos descontentos con la degradación económica, política, ética y de calidad de vida en Venezuela.
–¿Volverá a su país?
— Por circunstancias personales y académico-laborales que me tienen donde estoy desde hace ya un buen número de años, no contemplo un retorno definitivo, al menos no por los momentos.