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Hablando de cine venezolano Por: Freddy Siso

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El once de julio del año 1896, en la ciudad de Maracaibo, se sucede la primera proyección de cine en Venezuela… Se abrió una puerta que nunca más se cerrará.

Siete meses y medio después de aquella proyección, nace el cine venezolano con dos cortometrajes de carácter documental: Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachas bañándose en la laguna de Maracaibo. Ambos fueron realizados por Manuel Trujillo Durán y exhibidos por primera vez el 28 de enero de 1897 en el teatro José María Baralt de Maracaibo. Es por ello que cada 28 de enero celebramos el Día del Cine Nacional.venus-de-nacar

Aparte de Manuel Trujillo Durán, podemos citar como pioneros de nuestra cinematografía a Edgar Anzola y su excelente documental sobre Armando Reverón. A Efraín Gómez, con su Venus de nácar, a Amábilis Cordero, con Los milagros de la Divina Pastora  y, en 1916, a Enrique Zimmerman, quien realiza la primera película de ficción que se tenga registro en Venezuela: La dama de las cayenas o pasión y muerte de Margarita Gutiérrez.

En 1924 se filma La trepadora, adaptación de la novela del mismo nombre de nuestro célebre escritor, Don Rómulo Gallegos. Hacia finales de la década de los veinte, el gobierno de Juan Vicente Gómez, crea en Maracay, los Laboratorios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, y paralelamente, en Barquisimeto, Amábilis Cordero, funda los Estudios Cinematográficos Lara.

Después de algunos intentos con la película Venus de Nácar, no es sino con el cortometraje Taboga en 1938, cuando se puede hablar del nacimiento del cine sonoro en Venezuela y con El Rompimiento de Antonio Delgado Gómez, es cuando nace el cine sonoro de largometraje en nuestro país.

A finales de los años treinta, Rómulo Gallegos funda los Estudios Ávila en Caracas y a principio de los años cuarenta, Guillermo Villegas Blanco, constituye la empresa cinematográfica: Bolívar Films, realizando alianzas estratégicas con productores mexicanos y argentinos. Con ellos hace la famosa cinta: La balandra Isabel llegó esta tarde, dirigida por Carlos Hugo Christensen, la cual ganó el premio a la mejor fotografía en la IV edición del Festival de Cannes en 1951. Otro film de aquellos años y de un importante sentido de corte social es Juan de la calle,  realizada por Rafael Rivero. Esa ha sido una película un poco oculta por la historia oficial del cine venezolano.

arayaEn el año de 1959, la película “documental” de Margot Benacerraf, Araya, obtiene el Premio de la Crítica en el marco del Festival de Cannes, compartido con Hiroshima mon amour de Alain Resnais. Quizás el mayor reconocimiento obtenido por película alguna venezolana… Hoy, habría que agregar a esa lista mínima de grandes reconocimientos internacionales, la cinta de  Mariana Rondón: Pelo Malo, ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Así como la Cámara de Oro a Fina Torres por Oriana, obtenida en el Festival de Cannes .

En 1965, Mauricio Odremán Nieto, estrenó su película Efpeum, dándole inicio a lo que podríamos catalogar como el nacimiento del cine de Ciencia ficción en Venezuela.

Igualmente, en la década de los sesenta, comienzan a realizarse películas de “corte popular” (inspiradas quizás en el cine mexicano) con actores como Amador Bendayán, Joselo y Lila Morillo. Estas dan origen al cine que desde esa época viene ocupando la mayor parte de nuestras pantallas: el barrio, el humor, el sexo, las drogas, la delincuencia, la marginalidad, la muerte, la violencia, la sangre. Todas a imagen y semejanza de un cine meramente comercial. Por supuesto, respetando las distancias y las excepciones.

Paralelamente a esos años, nace el cine de denuncia, principalmente en el área documental, abordando las realidades ocultas del estatus instituido.

El centro más importante en esta área de producción y formación cinematográfica fue el antiguo Departamento de Cine de la Universidad de Los Andes, creado en el año de 1968, siendo Carlos Rebolledo su director fundador. Allí se produjeron cientos de títulos, incluyendo un apreciable número de largos de ficción, con sus producciones propias o desarrollando con esfuerzos, la figura de la coproducción. Hace ya más de una década, ese antiguo Departamento, le dio paso a la escuela de Medios Audiovisuales de la misma Universidad y dejó de lado las autoridades de la ULA, una experiencia tan enriquecedora como aquella del Departamento de Cine.

En el ámbito cinematográfico, se reconoce la década de los sesenta como el inicio del pez-que-fumaboom del cine venezolano y se inicia con una película de Mauricio Walerstein: Cuando quiero llorar, no lloro. Fue un éxito sin precedente en las taquillas de nuestros cines. Pero a ella se sumaron: El pez que fuma de Román Chalbaut y Soy un delincuente, de Clemente de la Cerda.

Esta corriente o boom se mantendría durante gran parte de la década de los ochenta, sin embargo, hacia finales de esos años, Venezuela cae en una profunda crisis económica, que repercute de forma notable en la producción cinematográfica nacional.

Lo más relevante de la década de los noventa, es la creación del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac.) quien viene a sustituir al viejo Foncine. Y con el Cnac, la aprobación por parte del Congreso de la Republica, de la Ley de Cinematografía Nacional… En relación a la producción para esos años noventa, más bien fue escasa y poco significativa.

Respecto al nuevo milenio, el cine venezolano no ha dejado de ser producido, y el número de películas se multiplica cada año, así como los premios y las participaciones en múltiples festivales. Aunque optar por un financiamiento estatal, cada día se hace más engorroso para el cineasta de a pie o divergente (activo) de las políticas oficiales.

Vale destacar, a lo largo de toda la historia del cine venezolano, la capacidad de adaptación por parte de los productores, técnicos, directores, actores y empresas del medio audiovisual… Los nuevos formatos, las nuevas tecnologías y técnicas narrativas no han logrado amilanar a nuestra gente del cine.

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Una de las diferentes perspectivas del cine venezolano (la más usada) y quizás válido para el cine latinoamericano, respecto al hecho narrativo, es que, desde Soy un delincuente  (Clemente de la Cerda) y hasta un poco más acá de Piedra, papel o tijera  (Hernán Jabes) o Desde allá (Lorenzo Vigas, premio León de Oro, festival de Venecia 2015) es el cine de la violencia, del maltrato, de la marginalidad, del lenguaje soez, de los resultados evidente y de la repetitiva temática lo que más encontramos en nuestras pantallas… Independientemente de la época; “ese cine”, siga siendo un “éxito creativo” y de taquilla. Es innegable, que en algunos casos, se han producido buenos resultados taquilleros.

Pero más preocupación produce, algunas políticas oficiales. Aquellas que pretenden hacer del cine un hecho “colectivo” intrascendente y vacío.  Hoy amenazado con ser despachado del Ministerio de la  Cultura, al Ministerio de Información… ¿Preocupante? Por supuesto. ¿Acaso, la hegemonía comunicacional, también va por el cine? ¿O es acaso la multiculturalidad solo un enunciado demagógico? Lo mismo pudiese pensar en la máxima de que “con la revolución todo, contra la revolución nada” independientemente de que la supuesta revolución, esté hasta los tuétanos de corrupción.

Peor situación vive el cine documental venezolano. “Cine” mediatizado por las políticas oficialistas y por las diferentes plantas televisoras dependientes del gobierno.

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Solo aquellos documentales que se adapten al discurso oficialista pueden gozar de financiamiento y ser difundidos en los medios que cumplan con la máxima socialista de la hegemonía comunicacional. Y para lograr dicho privilegio,  existen las comisiones de censura o de veedores  que exigen qué cosas se deban decir y qué cosas se deben dejar ver.

En la Venezuela de hoy, es imposible pensar que los trabajos de un cineasta como Jesús Henrique Guédez tengan la posibilidad de ser exhibidos en la plataforma de información del actual Estado venezolano. Guédez fue un militante y creador político. Sus documentales todos fueron denuncias enfrentadas al status quo.

Tratar de retratar en un documental la situación hospitalaria hoy en Venezuela, o las vicisitudes de las poblaciones campesinas que quedan por semana sin luz eléctrica, o sobre los múltiples hechos de corrupción tan frecuentes y vulgares, es muy difícil hacerlo y mucho más, difundirlo. Qué decir de la situación petrolera, o sobre el problema de la criminalidad en las cárceles venezolanas, o sobre los miles y miles de homicidios que nos enlutan cada año. ¿Cómo retratar, denunciar y exhibir un documental que descubra la extorsión que practican algunos cuerpos de seguridad del Estado en contra de la ciudadanía? ¿Cómo  aspirar financiamiento de Conatel? ¿Cómo denunciar ante la opinión pública, que en mucho más grave ser opositor que delincuente ante la justicia venezolana?

Ninguno de esos temas puede ser tratado por el cine documental venezolano si se aspira su exhibición en algún medio de comunicación público o privado. Son temas vedados por los organismos gubernamentales. La realidad no debe tratarse, si en ella, va alguna denuncia explícita.  En los tiempos del Departamento de Cine de la Universidad de Los Andes, todos esos documentales se podían hacer y difundir, con limitaciones, pero se hacían. Ejemplo de ello, Yo Hablo a Caracas de Carlos Azpurua o La cuidad que nos ve de Jesús Enrique Guédez.

Ciento diecisiete años después de su nacimiento, seguimos haciendo un cine apegado a lo más tradicional y comercial que se conozca y podamos imaginar. En algunos casos vulgar. Por supuesto, no somos todos los cineastas. Los conceptos y las formas -con sus bemoles- son los mismos que los de aquellos años sesenta, sabiendo además que aquel cine, era más inocente que el actual. Ahora, hasta la Historia se manipula para complacer encargos: Libertador de Alberto Arvelo.

En muchas de nuestras producciones, se busca el aplauso y el reconocimiento de las grandes transnacionales del comercio cinematográfico, cosa valedera  a pesar del mucho “socialismo”… No se experimenta un lenguaje cinematográfico propiamente venezolano.

Una cinematografía que no corra riesgos ni experimente planteamientos novedosos, tanto en su historia como en el hecho cinematográfico mismo, no pasará de ser un cine común y corriente.

 

Freddy Siso
Cineasta y Escritor

 

Fotos: Globovisión, La Verdad, UCAB