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Hefner y el cine

Hugh Hefner acostumbraba invitar a sus amigos a la cinemateca que tenía en su mansión

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Hugh Hefner entre tantas cosas que se conocen de él, era un cinéfilo. Nació en Chicago en 1926 y vivió entre Nueva York y Los Ángeles.  Optó definitivamente por California, en razón de temas legales y el clima. Se fue de éste mundo en 2017 a los 91 años. Quiso vivir a su manera y lo logró, al parecer con creces.

Hugh, tenía por costumbre, al menos una vez a la semana, invitar a sus amigos a la sala de cine que acondicionaba en las mansiones que habitaba. En esas butacas, cada vez más modernas, se debatían entre incluir clásicos y estrenos, para unos cuantos afortunados.

Un día normal, cuando algunos de sus compañeros de juerga como James Cann, Jack Lemmon, Robert Culp, Don Adams, Elliot Gould, Burt Reynolds y hasta el mismísimo historiador Gore Vidal- abandonaban la mesa de póquer, él invitaba a los presentes a la nostalgia, pero sobre todo, a la pedagogía cinematográfica. Allí, se abordaban temas de transformación y evolución social y estética. Se disfrutó -con todos los bemoles que ello implica- películas como Birth Of A Nation (1915)  de D.W, Griffith, Faster, Pussycat! Kill Kill! (1965) De Russ Meyer o To Kill A Mockingbird (1962) de Robert Mulligan.

En seis décadas, pocos títulos quedaron fuera de estas proyecciones y semana tras semana se exhibían clásicos japoneses, iraníes, latinoamericanos y africanos. Esa sala funcionaba más como una cinemateca, y menos que una simple sala de Screening para los nuevos Blockbusters de la temporada.

Allí Hefner y sus invitados vieron todo Kurosawa, todo Hitchcock, todo Kubrick, todo Tarkovski, todo Goddard, todo Wyler, todas las grandes escenas sin doble del francés internacional Jean Paul Belmondo, algunas veces abordado con sorna por otro par de actores -para nada dados a los Stuntmen -como Steve McQueen o James Garner.

Hubo en esa sala de la mansión Playboy ciclos especiales de neorrealismo italiano con foros y contexto histórico de posguerra. Se le dio espacio al documental de factura universitaria, se presentaron por primera vez grandes pietajes de musicales en proceso de ser llevados al cine. Francis Ford Coppola mostró los bocetos de Apocalypse Now revelando por primera vez el interés que tenía de no llevarla al cine, sino exhibirla 24 horas al día en una especie de museo acondicionado, para tal fin.

Allí Bronco Billy de Clint Eastwood tenía una noche destinada para finales de noviembre. Había un día al año para Midnight Cowboy de John Schlesinger e incluso se le hizo espacio a temas revolucionarios para entonces como el Found Footage Film, con Cannibal Holocaust de Ruggero Deodato. El naciente cine independiente llevado de la mano de su buen amigo Robert Redford en Sundance, se mostraba regularmente… e incluso el cine animado para adultos hizo de las suyas, una que otra madrugada.  Cannes o la Berlinale hacía una selección anualmente que el mismo Hefner recibía, primero por correspondencia y luego por correo electrónico, dándole breves reseñas de lo mejor que se había visto en Europa de todo el mundo.

Hugh Hefner recomendaba, al menos cinco películas que todo hombre debía ver. Estas son:

The Fearless Vampire Killers de Roman Polanski. 1967

Citizen Kane de Orson Welles. 1941

Great Gatsby de Jack Clayton. 1974

Casablanca de Michael Curtiz. 1942

Easy Rider de Dennis Hopper. 1969

Queda de usted, verla solo o acompañado de una conejita.