Hollywood , la meca del cine y los años 60 vistos por Tarantino
El siguiente artículo de Pablo Abraham, contiene parte de las reflexiones que se discutieron en el Cine Foro organizado por la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, el pasado sábado 31 de agosto en el Trasnocho Cultural y que contó con la participación del editor y crítico de cine Sergio Dahbar y el psicoanalista Carlos Rasquin.

Quentin Tarantino siempre ha hecho un cine muy personal, en el cual nunca ha faltado un homenaje, a un género o a un actor. Desde su debut, con la que fue considerada por la revista Empire como “la mejor película independiente de todos los tiempos”, Reservoir Dogs (1992), perfiló por dónde iba a ir su cine (lo bizarro, la violencia, la venganza….), al tiempo comenzó el surgimiento de sus fans quienes se incrementaron con su segundo largometraje Pulp Fiction (1994), en el cual la comedia negra y el cine de acción se mezclan en un argumento sobre gánsteres, conformado por historias entremezcladas y narrativa no lineal, y que catapultaron al film como el más fiel representante del cine posmoderno. Un verdadero film de culto donde el cineasta homenajeaba a John Travolta en una icónica escena del actor bailando con Uma Thurman.
Sería muy extenso enumerar cada uno de los reconocimientos que hizo Tarantino en sus ocho títulos anteriores a su noveno film, Había una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood, 2019), estrenado con bombos y platillos en Cannes y en el cual, de nuevo, hace su particular homenaje, esta vez, a buena parte de la meca del cine estadounidense.

Y lo primero que llama la atención del film es que no es para “todo el mundo”, en el sentido de que va dirigido a los cinéfilos y no tanto a los fans del director sino a los verdaderos cinéfilos, esos que han sido “ratones” y lectores de cine a lo largo de su vida. Ellos son quienes en principio comprenderán lo que subyace en el argumento del film, centrado en las figuras de dos personajes: Un actor de westerns, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) que toma conciencia de su pérdida de vigencia como estrella de una industria cambiante, y su doble, Cliff Booth (Brad Pitt) que se mueve en un nivel mucho más terrenal y está más consciente del universo cercano que habita.
Entonces Quentin Tarantino establece una interesante dualidad con estos dos personajes, representantes de Eros y Thánatos, pues como hemos dicho ambos cumplen papeles disímiles a lo largo del film, no obstante estar unidos por una fuerte amistad, aspecto que el director se empeña en remarcar en todo momento.

Y alrededor de ellos está lo demás: por un lado, el mundo del espectáculo (Hollywood, el western, un director famoso -Roman Polanski -, una estrella ascendente –Sharon Tate-, el ‘spaghetti-western’…); por el otro, la Norteamérica de finales de los 60, el movimiento hippie como elemento invasor y, también ominoso.
La cinta puede parecer larga en algunos momentos, pues Tarantino se toma su tiempo recreando algunos pasajes de las interpretaciones de Rick Dalton como actor – “el cine dentro del cine”-, un personaje llorón y preocupado constantemente por su situación como estrella y, sobre todo, por su futuro cercano.
Más allá del placer de ver y/o identificar a glorias del cine como Al Pacino, Bruce Dern, Brenda Vaccaro, o Kurt Russell, o estrellas recientes como el desaparecido Luke Perry, Dakota Fanning o Adam Driver, más allá de alabar las extraordinarias interpretaciones de Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, además de Margot Roobbie, las distinciones de los astros, no dejan de sucederse a lo largo de la película: El duelo de artes marciales entre Bruce Lee (Mike Both) y Booth, uno de los géneros preferidos de Tarantino, el cine de kung fu, así como el western, cuya escena emblemática es cuando Booth visita el pueblo abandonado que servía como rodaje y que ahora está ocupado por una comunidad hippie, en clara alusión a su fuerte presencia en la sociedad estadounidense, resuelta bajo un perceptible aura de suspenso, una presencia nefasta que tiene su correlación en la escena climática final de la cinta. Los espacios otrora cinematográficos en donde se rodaba el entretenimiento de las masas, ahora es apenas un refugio de personas sin carisma, acaso comandadas por un viejo drogadicto, ciego; físicamente en las últimas.

Por su parte, el personaje de DiCaprio es también un reflejo a lo que fue la carrera de Clint Eastwood, quien alcanzó un segundo repunte en su carrera cuando se fue a Italia a protagonizar la trilogía del gran maestro del ‘spaghetti western’ Sergio Leone: Por un puñado de dólares (1964), Por unos dólares más (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966). De hecho el título del film de Tarantino es tomado directamente de uno de los títulos de Leone: C’era una volta il West (1968), que traducido al inglés era Once Upon a Time in the West (en español, en algunos países latinoamericanos se conoció como: Érase una vez en el Oeste).
Hay más en este calidoscopio fílmico. La persistencia de la figura de la estrella emergente, en este caso la de Sharon Tate, mostrada de manera intencionadamente cándida asistiendo a la proyección, en una sala de cine, de una película en la cual participa como actriz, y constatando que la emoción o el entusiasmo de los espectadores no ha sucumbido del todo, a pesar de los cambios en los gustos del público de los que muy sutilmente nos habla el film.
¿Pero por qué Tarantino escogió el año 1969? No es solo por ser el final de una década, sino además es el año del estreno de una cinta emblemática, Easy Rider, de Dennis Hooper, un hito del cine independiente, una forma de hacer cine que permeará la primera mitad de la siguiente década, trayendo consigo nuevos protagonistas, nuevos personajes, nuevas historias alejadas de la parafernalia de la gran industria. De hecho, en algún momento, Rick Dalton insulta a los hippies que se acercan a su casa diciéndoles: “¿Por qué no te vas Dennis Hooper?
Con la escena final, Tarantino arma una especie de venganza ¿personal? contra el hecho del terrible asesinato de Sharon Tate, cambiando los hechos reales y realizando una especie de ajusticiamiento hacia los malos, siendo enfrentados y, literalmente achicharrados, por los buenos de la película. Como ocurre en un western cualquiera y como ya lo hizo en Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds, 2009) , al mostrar el éxito del plan que acaba con la muerte de los nazis, saltándose intencionalmente la fidelidad histórica.
Pero ante todo este cúmulo de referencias de las cuales, como dijimos al principio, solo los cinéfilos son capaces de detectar -por eso es la cinta más personal de Tarantino-, no obstante Había una vez en… Hollywood ha sido todo un éxito, no solo a nivel de crítica, sino también a nivel de público: 130 millones de dólares recaudados en Estados Unidos; mientras que en nuestro país ha sido vista por poco más de 30 mil espectadores, una cifra respetable para una cinta de autor.
Tarantino ha declarado que se retirará del cine cuando haga su décima película. ¿Será eso cierto? No lo sabemos. Solo nos queda esperar con qué sorpresa nos arrollará de nuevo, aunque no deseamos para nada, que sea por última vez.