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“Kerosén”

Armando Rojas Guardia analiza, magistralmente, el poemario " Kerosén" de Valenthina Fuentes merecedor del Premio de Poesía de la Bienal Literaria Eugenio Montejo de 2017 y publicado recientemente por La Poeteca editorial

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Resulta notable la capacidad metaforizadora de Valenthina Fuentes. Un poeta es capaz de enunciar: “la cicatriz de pólvora”, “cajas de silencio”, “el oro crudo que enceguece”, palpo ardidos filamentos de luz / el humo que endurece sus torsiones / escribe / sobre la piel desecha de la bruma” (los ejemplos podrían multiplicarse) está magníficamente dotado para establecer relaciones analógicas entre los objetos, los hechos y las situaciones que pueblan el mundo. La poesía es pensamiento analógico y simbólico estructurado rítmicamente. Ello quiere decir que la analogía constituye uno de los elementos pivotales y cruciales del trabajo poético. La premisa sobre la cual descansa la analogía reside en la vinculación orgánica que entrelaza a todo lo que existe en el universo: los distintos planos y áreas de la realidad, las cosas que se encuentran tanto en el macrocosmos como en el microcosmos, absolutamente todo está relacionado hasta llegar a ser una Unidad internamente múltiple y diversificada pero siempre Una: un Todo palpitante. No todos los poetas están dotados de extrema capacidad analógica; algunos son más virtuosos en ello que otros. En Venezuela, por ejemplo, Vicente Gerbasi, Ida Gramcko y Leonardo Padrón descuellan en los alcances de su destreza metafórica. “Kerosén”  es un ejemplo, incluso paradigmático, de la maestría con la cual una creadora logra hallar y verbalizar nexos insólitos, insospechados, entre objetos disímiles.

Hay otra virtud lírica en este poemario que me importa destacar:   “el sol / reverbera / musita bruma / el horizonte”, “la fuerza hostil de un cuerpo en la condena / la fuerza hostil de los cuerpos / la fuerza hostil del sueño / la condena”: tales versos hacen más que demostrar, es decir, muestran una regia dicción castellana, un fraseo majestuoso. En el segundo ejemplo el juego imaginativo y verbal que se establece entre las palabras “la fuerza hostil” y “la condena” enhebra delicadamente los elementos versificados, modulándolos a través del ritmo hasta el delgado estallido de las últimas dos palabras. “Kersosén” abunda en ese tipo de proezas: su materia lírica obedece a una musicalidad sabiamente sostenida, dentro de la cual el fraseo idiomático termina enamorándonos.

Por último, debo referirme a la naturaleza urbana de esta poesía. Las imágenes que la pueblan están extraídas de la vida trepidante, y también existencialmente tóxica y hostil, de las ciudades contemporáneas: “…humos / de los calderos tristes / entre el fuego y el sol”, “…nicotina y dióxido de carbono / alquitrán y benc

eno / en partículas finas / gasoil   lubricantes / hidrocarburos policíclicos / y cruza / el pensar turbio del tiempo repetido / espero”. Se trata de un imaginario anclado en el escenario de la urbe. Alfredo Silva Estrada metaforizó tal escenario llamándolo “el espacio hostil”. A ese mismo espacio Valenthina Fuentes lo convierte en la carne misma de su apuesta lírica. Y, por medio de esta apuesta, por religiosa intercesión de ella, èl, ese espacio enemigo y material y espiritualmente contaminado, queda transfigurado, salvado, redimido.

Valenthina Fuentes es la autora del poemario Kerosén bautizado junto a  Galateica de Juliete Arella; Tuétano de Andrea Crespo Madrid; El Jardín de los desventurados de José Manuel Lòpez D´Jesus ; y Los futuros náufragos de Yéiber Román, a mediados de diciembre 2018  en  La Poeteca. Foto: Harold Nieles