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La obra de artistas latinoamericanas está en la mira

Organizaciones de diversas índoles dirigen sus esfuerzos para mostrar lo que, por muchos años, estuvo oculto o fue ignorado

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María Laura Chang/ Manuela Toro

Cuando vamos de paseo a un museo o revisamos algún libro de arte es usual que la gran mayoría de las obras que que allí se encuentran sean de creadores masculinos. A la pregunta ¿quiénes son los principales exponentes del arte nacional? Lo más probable es que el encuestado responda con una lista de nombres exenta de mujeres. Hablar de Gego, Aimé Battistini o de Marisol; mencionar a Lygia Clark, Ana Mendieta y Doris Salcedo, no genera el mismo impacto que decir: Carlos Cruz-Diez, Cristóbal Rojas y Armando Reverón; Diego Rivera, Fernando Botero o Joaquín Torres-García.

Todos los mencionados, venezolanos y latinoamericanos, tienen sin duda una trayectoria dentro de las artes pero, ¿Es un grupo más llamativo que el otro? ¿Tienen los hombres más peso en las artes que las mujeres? ¿Será que la proporción de féminas en el arte es mucho menor, o tal vez la historia no las ha privilegiado? ¿Será que la obra de arte con firma de mujer se ha estudiado superficialmente?

Este debate no es reciente. Resurgió en la década de los 70 y Linda Nochin lo planteó en un ensayo revelador: ¿Por qué no ha habido grandes artistas mujeres? Allí, la crítico estadounidense ahonda en este tema y argumenta que el poco reconocimiento de las mujeres en la historia del arte es consecuencia de factores sociales e institucionales. A la par de su investigación surgieron en todo el mundo organizaciones y movimientos que buscaban alertar sobre esta situación y reivindicar a la mujer.

Frida Kahlo debe ser la más famosa de las mujeres artistas pero, sobra decir que en el continente latinoamericano hay miles de creadoras más cuya labor no ha sido destacada. Las razones detrás de este fenómeno, como adelanta Nochin y según explican investigadores del tema, va más allá de los prejuicios. La manera como se conformaron las instituciones influyó en el hecho de que la mujer sea invisibilizada. La esperanza es que las cosas cambien . La lucha de feministas y la expansión del universo cultural está dando sus frutos y en la actualidad muchas agrupaciones realizan un trabajo conducente a lograr una mayor exposición de las obras de las artistas.

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“Fulang Chang and I”, Frida Kahlo Foto: moma.org

En septiembre de este 2017, por ejemplo, el museo de Hammer de Los Ángeles (California, EEUU) tendrá la exposición Radical Women: Latin American Art, 1960–1985; en México el Museo Universitario Arte Contemporáneo realizará en marzo el Editatón de Mujeres Artistas, que consiste en elaborar textos para Wikipedia sobre artistas mexicanas. Recientemente, en Venezuela se llevó a cabo en la Galería CAF la exposición Pioneras, que honra el trabajo de cuatro artistas del siglo pasado. En Colombia, el Museo de Arte Moderno de Medellín actualmente expone la obra de Débora Arango, una reconocida pintora antioqueña. Estos son ejemplos del creciente interés en ahondar y reconocer la obra de artistas de la región.

Otro caso más local es el de la recién inaugurada Fundación de Alejandro Otero y Mercedes Pardo en Caracas. Cuando la hija de ambos, Mercedes Otero, conversó con Esfera Cultural expresó que una de las funciones primordiales era visibilizar la obra de Pardo. “Oteros hay en todo el mundo, se valoran en dólares y hasta hay un museo en su honor, pero ¿los venezolanos conocerán el aporte de Mercedes en el arte nacional?”, es una de las preguntas que surgieron en esa entrevista. La respuesta es, seguramente, no. Pocos sabrán su aporte como colorista y en tal caso algunos la recordarán por su participación en el movimiento de Los Disidentes, pero ¿se ha estudiado su obra con igual ímpetu que la de su esposo? La respuesta es, seguramente, no.

Obra de Mercedes Pardo Foto: Galería de Arte Venezolano en la Web
Obra de Mercedes Pardo Foto: Galería de Arte Venezolano en la Web

De todos modos este cúmulo de esfuerzos que se dan en distintos países del continente, que son llevados a cabo por agrupaciones de diversa índole, finalmente tienen un punto en común que es atacar aquel que consideran el problema raíz: La obra de las mujeres no se conoce, no se ha estudiado y por tanto, no se puede calificar. Es imposible medir la importancia de algo que no se ve.

Las invisibles

La historia las ha hecho invisibles. Karen Cordero, historiadora, crítica de arte, catedrática y curadora de origen norteamericano radicada en México, coincide con Carmen Hernández, curadora, museóloga y escritora chileno-venezolana, en que el modelo vigente no favorece a que las mujeres sean artistas. “Desde que se configuró el sistema moderno de arte, hacia finales del siglo XVIII (…) todo contribuyó a que la figura del artista fuera identificada con lo masculino. Ya era así, pero se reforzó”, dice Hernández.

En la actualidad persisten una serie de criterios que están implícitos, de prejuicios del medio, que incluso hacen que las mujeres  “nos autosaboteamos en el ámbito del arte”, según expresa Cordero, también profesora de cátedras de arte en la Universidad Iberoamericana y Universidad Nacional Experimental de México. “Y es que así se constituyó”, agrega Carmen Hernández, actual directora del Museo Universitario Jacobo Borges  y continúa: “En la historia oficial del arte venezolano aparecen solamente nombradas algunas mujeres,  pero no analizan más allá porque hay un prejuicio que se ha naturalizado”.

–Lo que está detrás de esta realidad– dice Fernando Aranguren, quien ocupó el cargo de Director de la Galería de Arte Nacional de Venezuela el año pasado — es que en el caso del arte, quien recoge y hace la historia, son los hombres. “La historia del arte la recogen hombres con una visión excluyente con respecto a lo que es el arte. Por ejemplo, el arte colonial, para muchos investigadores fue solamente el arte religioso. Pero en ese momento, en Venezuela y en América Latina, un montón de mujeres hacían retablos y tejidos, cosas que no consideraron arte”, indica.

Más adelante, en el siglo XIX, no se le daba importancia. “Se le consideraba un arte menor, algo íntimo que terminaba en sus casas. Es por eso que cuando se revisa el arte de esa época, se consiguen algunos nombres pero no las piezas. Es un elemento terrible porque la historiografía del arte está basada en objetos y aquí solamente se guardó la obra masculina”, explica Aranguren. Cordero complementa y subraya que “es una cuestión de la propia definición del arte”. Tan es así que las cosas que tradicionalmente han hecho mujeres se han relegado a la artesanía, como los tejidos y las cerámicas.  Y por ello se considera que la elección de materiales o soportes ha sido clave en la discriminación del trabajo de las creadoras.

Entre la predisposición hacia actividades “femeninas” y la noción de que las bellas artes antes sólo incluían pintura, escultura, dibujo o grabado como posibles medios, mucha de la actividad artística de mujeres se dejó al margen. La artista venezolana Isabel Cisneros comenzó su trayectoria como ceramista, y hoy día ha adoptado una gran variedad de materiales para realizar sus obras que incluyen nylon, guallas, telas, hilos, botones, y otros artículos de mercería. Sobre ese momento clave de transición, cuando buscaba materiales fuera de la cerámica para construir sus esculturas, Cisneros comenta: “siempre digo que me pasé a la mercería por un asunto de color y de plástico, pero la elección que hice tiene un componente feminista. Los ferreteros son muy machistas y por más que uno fuera con toda la precisión a pedir tantas tuercas de tal medida, ellos me cuestionaban. En la mercería el trato es diferente, la fantasía es otra”.

"Ice Cream", de Isabel Cisneros Foto: Isabel Cisneros
“Ice Cream”, de Isabel Cisneros Foto: Isabel Cisneros

Es, sin lugar a dudas, un tema de género y no de nuevos medios, puesto que el uso de materiales industriales no ha sido un problema a la hora de introducir artistas latinoaméricanos  al canon universal. Cisneros menciona al artista brasilero Fernando Marques Penteado, cuyas instalaciones, hechas mayoritariamente con la técnica del bordado, hablan de su incomodidad en torno a la idea de lo masculino y las políticas de género. El soporte “femenino” no disminuye a un artista masculino, y en eso sustenta su intervención.

En cuanto a su obra más reciente, Cisneros refiere que utiliza patrones de costura encartados en revistas y afirma: “Trato de poner el énfasis y homenajear a todo lo que significa la presencia de las mujeres. Más que resaltar lo desplazadas, yo resalto cómo se fue despertando y abriendo espacios. (…) Es una postura completamente diferente a la mujer como objeto, se trata de cómo engordar la autoestima”.

Modelos pero no heroínas

“Una mujer artista, no está articulada en los textos, no se enseña lo suficiente en las clases, lo que deja como un hueco en la historia que no permite que se fortalezca, enriquezca y fomente las actividades de mujeres artistas. Es decir que no se provea nuevos modelos que permitan presentar un cuestionamiento a lo ya establecido”, refiere Cordero quien se ha destacado por proponer nuevas líneas curatoriales con perspectiva de género en diversas exposiciones.

En términos de temática, también ha sido más difícil para las mujeres expresarse visualmente sobre política, religión, crítica social o incluso sobre cuestiones estéticas, ya que se daba por sentado que estos temas estaban fuera de su alcance y de su rol. En ese sentido, pareciera que las mujeres sólo podían expresarse de forma creativa en actividades que resaltasen su propia feminidad. Según esta idea, se podría argumentar que, para lograr una mayor presencia de mujeres en la historia del arte, se necesitarían también historiadoras o curadoras femeninas.

El riesgo de tal división de género, y sobre todo del fenómeno de discriminación positiva hacia las minorías, es mayúsculo. De la misma manera que es importante evaluar cómo y por qué se han ignorado artistas femeninas, también se debe evaluar cómo, por qué, y bajo qué luz serán estimadas de ahora en adelante.

La repetición y la necesidad de resumir o englobar lo que es el arte de Latinoamérica también ha afectado el posible reconocimiento de otros artistas. Una vez que la obra de un artista alcanza el interés global, naturalmente se investiga más a fondo y hay un contenido más accesible. La falta de información y de objetos que examinar dificulta los nuevos descubrimientos. Dice Aranguren que en Venezuela hay obras de 2.600 hombres y solo de 999 mujeres. Además, de la gran mayoría de hombres hay investigación ampliada.“Es más fácil agarrar un Alejandro Otero y hacerle una curaduría que buscar por ejemplo a Aimé Battistini. En ese sentido, los interesados deberíamos plantearnos investigar y proveer información de primera mano para abrirle paso a los artistas de la región, independientemente de su género”, dice.

Es un reto, ya que la expresión ‘mujeres artistas’ a veces viene cargada de una simbología que puede ser considerada desgastada. “En la crítica, cuando se habla de una exposición de mujeres, se suele decir: ella es mujer y hace esto ¡qué increíble! Esa palabra ya tiene un prejuicio, porque deja de ser persona para ser una mujer que hizo algo especial. Por eso es tan importante, y hay un movimiento histórico que está en eso de evitar las heroínas, evitar las extraordinarias”, explica Aranguren.

Madres y artistas

“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”, es la idea central del ensayo de Virginia Woolf que desencadenó muchísimas reflexiones en cuanto al acceso a la educación de las mujeres. Esto influye en la producción artística porque, en un primer momento solo las mujeres más ricas tenían acceso al tiempo, la educación y los materiales para la realización de obras.

Explica Aranguren que incluso en esa época las imposiciones familiares las perjudicaban a todas: “Nuestras mujeres latinoamericanas, a pesar de que tuvieran dinero, se terminaban preocupando por lo cotidiano. No hay que creer en ese falso dilema de las clases sociales dentro del movimiento de mujeres, porque hay un hilo conductor que une a pobres y ricas y es: el caudillo que tienen encima, toda una estructura que les impide desarrollarse”.

–En las generaciones anteriores– recuerda Bárbara Gunz, hija de la artista Gertrud Goldschmidt, mejor conocida como Gegoestaban dedicadas a criar muchachos y a hacer el oficio de la casa. En esa época la mujer era del hogar, no por discriminación, sino que era lo que se esperaba de ella, era la costumbre.–

gego

Pero en el caso de su madre la historia  fue otra. Según lo comenta Bárbara Gunz, Gego llegó a Venezuela en 1939 con una visa de trabajo, recién graduada de ingeniero-arquitecto en Stuttgart. En estas tierras no era muy común ver una mujer desempeñando tales  labores, así que desde ese punto ya  se  podría decir  que su caso es extraordinario. Empieza dentro del arte con 40 años, según relata Gunz, y llega al reconocimiento nacional e internacional con el tiempo. De acuerdo con su hija, tal vez en la primera etapa no obtuvo mucho apoyo no necesariamente por su género, sino porque así suele ocurrir en el área. Más adelante contó no solo con la aprobación de grandes figuras del mundo del arte en Venezuela, si no un impulso a su carrera que la catapultó como una de las más grandes de nuestro país. 

Fernando Aranguren asegura que el impedimento de la cotidianidad priva incluso hoy. “Cuando una mujer está embarazada, además de los 9 meses que tarda en dar a luz, es madre durante toda su vida”, dice y esto implica una dedicación humana de por vida diferente a la de un padre. 

El hecho de que la actualización de modelos sea más lenta en América Latina que en Europa o Norteamérica, dice Carmen Hernández, ha influido en que las luchas de aquí tengan menos eco. En el cono sur no hay un grupo de mujeres enmascaradas protestando por el desequilibrio entre sexos existente en el mundo del arte como las estadounidenses Guerrilla Girls, tampoco un centro como el Museo Nacional de Mujeres en las Artes de Washington, pero en Maracaibo, Venezuela, sí  hay un Centro Cultural que lleva el nombre de la escultura criolla Lía Bermúdez. Además, en todo el continente hay cientos de personas escudriñando en la historia para reevaluar la labor de las artistas latinoamericanas. Es una oportunidad importante, que permite abrirle camino a una postura ante el arte femenino que además se ajuste a los problemas particulares de la región.

“En Chile se hizo la primera exposición de revisión de mujeres artistas en la historia de ese país poco antes del 2000”, relata Aranguren y Hernández asegura que posteriormente la revisión se afincó en México y Argentina. En el primer caso encontramos el Museo de Mujeres Artistas Mexicanas, que aunque esté en línea, genera exposiciones temáticas.

En la web también se puede acceder al Archivo de mujeres artistas, investigaciones y exhibiciones, Aware por sus siglas en inglés, iniciativa francesa que busca también la visibilización de las artistas y en España, constantemente museos como el Reina Sofía de Madrid, exponen féminas.

La realidad es que en un mundo globalizado y conectado de polo a polo por la red, hablar de luchas individuales pierde sentido. Evaluar un momento histórico como el actual, en el que cada movimiento suma, es loable. Es por ello que no exageramos entonces al decir que la obra de las artistas latinoamericanas está en la mira del mundo entero. Aprovechemos la ola para seguir realizando aportes significativos y libres de prejuicios.

"¿Las mujeres tienen que estar desnudas para estar dentro del Museo Metropolitano?", se preguntan las Guerrilla Girls
“¿Las mujeres tienen que estar desnudas para estar dentro del Museo Metropolitano?”, se preguntan las Guerrilla Girls