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La poesía de Jesús Montoya tiene como leitmotiv la memoria

Con este perfil del poeta Jesús Montoya, otro joven poeta, Yéiber Román, autor del poemario "Los Futuros Náufragos", comienza su tránsito como colaborador en Esfera Cultural. Le damos la más cordial bienvenida.

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La motocicleta negra de mi padre (fragmento)

La vida va quedando atrás cuando mi padre y yo

  atravesamos como una bala el trópico

     en su motocicleta negra,

  acuciantes rayos de sol se funden en la marcha

     y la brisa pasa fuerte

    alrededor de este potro negro de metal,

 parece que el tiempo se detiene

     que intacto queda a las tres de la tarde

               de un desolado primero de enero.

Mi padre y yo surcamos la carretera

     que une a San Josecito con San Cristóbal.

Los árboles se arremolinan

como manchas temblando bajo el cielo.

      Los árboles conocen el eje del perpetuo vuelo

            que he de amar todavía sin partir.

 Los árboles rompen el murmullo asfixiante de la ciudad

 y la empuñan,

 una raíz que desdibuja el tronco al incendiarse.

 

De Hay un sitio detrás de los incendios (Valparaíso, 2017)

***

Jesús Montoya destaca en la poesía venezolana porque ya tiene en su haber cuatro poemario publicados, ha sido reconocido internacionalmente  y cursa una maestría en Estudios Literarios en la Universidad Federal de São Carlos. Foto: Vanessa Leal Soto

Perfil de poeta: Jesús Montoya

Si hay un poeta joven venezolano cuya obra —bastante prolífica, cabe decir— le convierten en un autor con mucha proyección en el panorama internacional es Jesús Montoya. Merideño y nacido en 1993, tiene cuatro poemarios en su haber: Primer viaje (2013) —premio mención poesía en el XXIII Concurso de cuento, poesía y ensayo (DAES) de la Universidad de Los Andes—; Las noches de mis años (Monte Ávila Editores, 2016) Premio de Obras para Autores Inéditos, organizado por Monte Ávila Editores—; Hay un sitio detrás de los incendios (Valparaíso, 2017) —ganador del I Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel, convocado por la editorial Valparaíso— y Rua São Paulo (Fundavag Ediciones, 2019) —ganador del Premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria organizado por la Embajada de Francia y la Universidad de Carabobo en 2018. La lista de reconocimientos literarios recibidos es más extensa, sin contar la aparición de varios poemas suyos en distinguidas revistas literarias.

La poesía de Jesús Montoya tiene como leitmotiv la memoria. La nostalgia por la época vivida se encuentra desplegada no sólo en los versos de cada libro suyo: el poeta también utiliza el recurso de la fotografía para mostrar el camino que se ha dejado atrás, como es el caso de Rua São Paulo. Hacia el final del mencionado poemario puede notarse un dejo de melancolía mediante fotografías en blanco y negro; documentos de la Venezuela que el emigrante quiere llevar consigo, así como del punto de llegada; en este caso, San Carlos, Brasil. Según palabras de Montoya en una entrevista, «el paisaje constituye una memoria íntima del tránsito: una imagen que desdibuja otra, una lengua que desdibuja otra». Y es que el viaje emprendido y dibujado a lo largo del poemario implicó, además del abandono de la tierra natal, el cambio de lengua; la necesidad de adaptarse a un idioma nuevo. El inicio del poema «Mudo nudo» da cuenta de ello con una imagen bastante poderosa: «Con escalofrío, la lengua se levanta a barrer la casa. / Cepilla su desganado cuerpo, pintarrajea su músculo / ausente de vértebras». Pero aparte de la saudade y el proceso de adaptación, la llegada a Brasil también ha dado muy buenos frutos a Montoya: ha podido ampliar su formación académica — cursa una maestría en Estudios Literarios en la Universidad Federal de São Carlos— y su quinto poemario, titulado La infancia no tiene nombre, será publicado pronto en dicho país por la editorial Urutau.

Otra particularidad se guarda en Rua São Paulo desde sus primeras páginas: la aparición de un epígrafe del poeta brasilero Wilson Bueno, en específico del libro Mar paraguayo, obra escrita en portuñol con implementaciones del guaraní. Este tratamiento del lenguaje tan interesante también está presente en el libro de Montoya —aunque en menor medida que la de Bueno—, bien sea en palabras extranjeras en medio de un verso — «¿Acaso, tan siquiera, he entendido / a la piedra? (…) / Parla, parla cuando desplaza / por sueños al fumador / en la boca de la puerta»—, en títulos de poemas —como «Ninguém»— o en extractos de poemas traducidos y explicados por medio de una nota al pie.

 

Otro poemario de Jesús Montoya donde se encuentra de forma muy marcada la poética de la añoranza es Hay un sitio detrás de los incendios. Podría decirse que este libro, que también inicia con una fotografía, es una experiencia autobiográfica contada en forma de crónica poética sobre lo que significa vivir en una San Cristóbal en ruinas. Desde lo personal se expone una destrucción geográfica por, entre otras cosas, la violencia, como está escrito en el poema «Cancha oscura»: «y el aire que contaminante lo devuelve / al centro de San Cristóbal / porque navegado no fue   porque MP3 en mano / suéltalo al otro lado de la acera lo apuntan / arrebatándole el rap de Randy Acosta pegado a sus oídos».

Jesús Montoya comentó en una oportunidad que «Creo que las redes sociales han servido como soporte a la literatura y por ende a la poesía para llegar a más personas». Internet ha fungido como pórtico a obras literarias que, en otra época, el acceso a ellas hubiese resultado un tanto difícil. Es por ello que la poesía ha ganado cada vez más adeptos en los últimos años; que el quehacer poético ha sido difundido y comentado gracias a la labor emprendida en diversos medios digitales. Que este espacio sea, entonces, una invitación para descubrir la obra de este talentoso poeta venezolano y sus contemporáneos locales.

A continuación y en la entrada de esta semblanza, una selección de poemas de sus libros La noche de mis años y Rua São Paulo.

***

Yo escribí para darle consuelo a este infierno, para que ustedes, como yo, también se quemaran. Escribí mi vida con los ojos cerrados. Escribí violentamente para obedecer a una vana ilusión que rescataría mi alma, trazando los gestos y la plenitud de esta historia, su imposibilidad, su moribundo color. Arden estos ojos, arden las veces que me persigné al salir de casa pensando en la sonrisa de mamá. Arden dentro de mí infinitos cuerpos, infinitos cantos patéticos que compuse sin salvarme. Escribí mi vida y encontré una fisura mucho más clara, mucho más honda. No existe el gozo, el triunfo o el sufrimiento anticipado, solo estas palabras. No existe la desgracia, ni la mirada de mi padre en la cárcel, solo estas palabras. No existen los amigos, ni el inútil sacrificio del tiempo, solo estas palabras. No existe en esta noche, les juro, algún consuelo, algún abrazo, sólo estas palabras.

 ***                                                                                                                             

Fisionomía

Poema anfibio, poema reciclado, en tu calle habrá un hombre solo. Poema vencido, por tus cañerías hablarás en otra lengua. Poema punteado al borde del jardín, pata de pájaro, polilla borracha soñarás. Soñarás pieles de barro, fábulas de soledad que te abandonan. Polilla poema comprensiva, ala amorfa del pardo río, ala adornada del siglo santo. Ven a mi casa, poema de zinc, tachadura sin rostro, noticia de mi santidad infame. Poema de males menores y amplias madrugadas como muertes, ¿quién es ese hombre? ¿Por qué su pelvis es caudal en lejanía? Asfalto de agua adormecido, poema de versículo roto, íntimamente viudo, íntimamente solo. Poema, anatomía del pez negro, diamante lateral, oído de mi tráquea, el sonido te permea. Poema de rasgada barba, de dientes amarillos, de pez angelical en las veredas. Poema sumergido, sal adherida al litoral siniestro, suspirando tus rocas, suspirando tus grietas soñarás. Soñarás una lápida marina con tu nombre desnudo, con tu aleta turbia, búfala de cabañas en el prado. Poema espectro, campo de adorno residual, tu ojo brilla como el de un tigre de agua. Poema radical, no ores por tu muro en otro idioma. Cantor del aire, el esqueleto de los peces tiene tu delgada forma. Tu aureola cromática unida al frío de esta calle me ilumina. Eres humilde, poema dorsal; gallo en flotación sin pulso, a contracorriente eres más puro.