La señora Lemarchand pierde su identidad a causa de la obsesión
Ricardo Nortier dirige "Hilda", la segunda obra de Estación Europa en La Caja de Fósforos

“¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos”, decía Carlo Dossi, escritor italiano. Pero, ¿qué pasa cuando la necesidad de compañía termina en una total obsesión por alguien? Esa pregunta la responde la dramaturga franco senegalesa Marie Ndiaye en la obra Hilda.
Esta es la segunda obra del II Festival de Teatro Europeo, Estación Europa en representación de Francia. Es dirigida por Ricardo Nortier y protagonizada por Diana Volpe quien le da vida a la madame Lemarchand. La pieza cuenta, además, con la actuación de Aitor Aguirre como Frank Meyer, esposo de Hilda, y con Jeslin Valbuena representando a la hermana menor de la criada.
El director comentó que tenía varias obras en mente, pero tras analizarlas supo que esta era la adecuada. “Escogí esta obra por el denso contenido psicológico, por lo psicópata que es la protagonista. También por la lucha absurda entre las clases, Lemarchand se cree revolucionaria, pero vive la vida de una burguesa. Esta obra exige mucho tiempo, pero la montamos en menos de dos meses. La Caja de Fósforos hace todo lo posible para sobrevivir la crisis, es nuestro aporte a la cultura y haremos todo por seguir haciendo esto”.

Hilda es un personaje omnisciente, pero la generosa y elegante señora Lemarchand se encarga de describirla con todos los detalles posibles y repite su nombre cada vez que puede; cree conocerla y la idealiza, el límite entre la pasión y la locura es frecuentemente cruzado. La obsesión es grave cuando no hay nadie capaz de frenarla. El señor Meyer es el intermediario entre la señora e Hilda durante una entrevista, Lemarchand le confiesa durante la conversación que “no puedo vivir sin una mujer de servicio” y a partir de ahí crece el suspenso.

“Mi personaje pertenece a la burguesía francesa, pero guarda envidia por las clases bajas, quiere experimentar esa vida. Ella es como una vampira que chupa la sangre de Hilda, pero a su vez ella se queda sin sangre, sin identidad”, comentó Volpe sobre su personaje. Además, comentó que para representar a esta señora tuvo que “creer” en ese nivel de desprecio que siente Lemarchand por los pobres, porque ella repudia el clasismo. “Es la bicha más bicha que he representado”.
Meyer acepta el contrato laboral en nombre de Hilda, pues la señora le presentó una oferta que no podía resistir. Sin embargo, a lo largo de la obra, se da cuenta de que el dinero no compensa la falta que hace su esposa en casa, cómo sus hijos la extrañan y cómo su vida pierde dirección.
La escenografía, la música y las luces marcan rupturas e dan pie a interpretaciones profundas. Por ejemplo, los espejos que utilizan durante los cambios de escena guardan un valor semiótico importante y alargan el espacio donde transcurre la historia.
La señora desea el amor de su criada, pero “Hilda no habla” porque “Hilda solo quiere ser una sirvienta”. El juego controlador es tenebroso, Lemarchand sigue todos los pasos de Hilda y siente rabia porque su criada no era tal cual la imaginó.
La vampiresa se le insinúa a Meyer “ella es mi reflejo, imagine que soy Hilda”, y revela su profundo deseo por ser más joven y amada. La enfermiza obsesión por controlar a la criada termina destrozando el hogar de Meyer. Él y los niños necesitan una figura materna y la encuentran en Corina, la hermana menor de Hilda. El deseo de transfiguración de Lemarchand acaba con ella, la histeria triunfa sobre la cordura.
Hilda se presentará hasta el 28 de abril en la sala El Dedal de La Caja de Fósforos los días sábado y domingo a las 6:00 pm.






