“La Soledad”, una historia personal que atañe a nuestra sociedad
En el Miami Film Festival, la película se medirá ante 15 obras del mundo por el premio de la categoría Competición Iberoamericana

Desde hace varios meses el título La Soledad se escucha insistente en el ámbito del cine nacional ¿La razón? seguramente porque es uno de los pocos filmes venezolanos que se repite en diversos festivales internacionales y que además ha generado interesantes críticas. En la primera semana del mes de marzo, por ejemplo, su director, Jorge Thielen Armand, tiene que dividirse en dos para presentar su ópera prima tanto en Cartagena como en Miami y por demás, la cinta fue todo un éxito en Venecia el año pasado. La alegría que transmite por teléfono se contagia.
Son apenas 26 años de vida los que ha recorrido el cineasta, radicado en Canadá, pero tiene la madurez para hablar con responsabilidad de su creación. La Soledad es una historia tan suya que no teme decir que fue parte de una exploración de su pasado y del sentimiento de pérdida que desarrolló al emigrar de su país natal. Pero no es solo eso, también revela un retrato de la sociedad venezolana del presente, esa que sufre una crisis económica y de valores terrible.
José, el protagonista de la película, vive en una casa que pronto demolerán y busca la manera de salvar a su familia de los problemas que los aquejan a través de diversos medios. Como el sistema de país está en ruinas, las soluciones tradicionales se alejan y se le abre una posibilidad un tanto esotérica. Los espíritus ancestrales de la casa lo guían en la búsqueda de unas morocotas de oro que al parecer están enterradas en algún lugar de la morada y en ellas pone toda la esperanza para solventar las cosas.
Los personajes en esta historia ficción/documental se representan a sí mismos. No son actores, ni profesionales, son los ocupantes originales de la casa de la familia de Thielen. Luego de la muerte de su propietaria y con la migración de gran parte de su descendencia quedó al cuidado de Rosina, la abuela de José, quien se acomodó como pudo allí con su familia. Pero el tiempo hizo estragos y la villa ha perdido el brillo, la enfermedad ha afectado a la mujer y el abatido José, hace hasta lo inaudito para enfrentar el día a día.
“Intento transmitir la desesperación y la falta de esperanza que existe para afrontar la crisis, pero también honrar a la gente que lucha para salir adelante. Además, incluir el mensaje de que la búsqueda de lo fácil no es el camino a seguir, sino más bien lo es el trabajo duro y la perseverancia”, dice Thielen desde Cartagena.

La historia tras La Soledad, le ha permitido al director reencontrarse con sus raíces, hurgar en aquel tiempo en que la familia hacia reuniones dominicales en la villa y se reunía toda para compartir. “Quería hacer un registro de esa casa y de revivir las memorias que tengo ahí, explorar ese pasado y ese sentimiento de pérdida que tengo desde que me fui de Venezuela en el 2006”, añade el cineasta.
Tal vez, esta fue la razón por la cual la opción predilecta fue utilizar a personas reales para los personajes. “Mi relación con ellos influyó en lograr la naturalidad que yo quería. Cuando se hacen películas así es totalmente necesario formar una relación, porque uno no solo está filmando si no debes también entrenarlos de alguna manera, no como actores normales, pero sí usando las técnicas de documental”, explica.
Una de las prácticas más utilizada por el joven director es lo que él llama “robo de plano”, que consiste en filmar cuando los actores están desprevenidos. No atarlos a un guion, sino conversar sobre cada escena antes de grabar, permitir la improvisación dentro de los diálogos y abrirse a escuchar sus ideas, también le funcionaron durante la etapa de filmación. “Otra cosa que ayudó es que la relación entre los personajes es verdadera. La única que no se encarna a sí misma es la abuela, porque lamentablemente sufrió un ACV dos semanas antes de empezar a filmar, pero es la tía. Todos tienen una manera de interactuar, de tocarse, muy genuina”, complementa Thielen.
Su paso por Venecia
La Soledad es el primer largometraje latinoamericano que participa en la Biennale College Cinema, bastión de la organización de la Bienal de Venecia que impulsa el talento emergente en el área. “No solo nos apoyaron en el financiamiento sino con una mentoría. Fuimos tres veces a Venecia a hacer talleres de guion, de producción y eso ayudó a hacer la película. Sin embargo participar allí también fue un proceso muy violento porque el programa requiere que filmes y entregues en un plazo de 8 meses”, comenta sobre la experiencia el venezolano. La presión y el estrés hizo mella incluso en su cuerpo, porque la filmación implicó una entrega completa y continua.
Por otro lado, el resultado ha sido satisfactorio. “Estoy muy orgulloso de representar a Venezuela con este proyecto. En Venecia fue increíble, se llenaron tres salas, dos de ellas de 450 personas y ahora en Cartagena también ha tenido una muy buena recepción”, relata el novel cineasta. Con miras a Miami, la expectativa es aún mayor por la gran comunidad de venezolanos que reside en Florida. “Será la primera vez con ese tipo de público y me da curiosidad ver sus reacciones”, asegura.
Justo este viernes, 3 de marzo, da inicio el Miami Film Festival. Allí La Soledad se medirá ante 15 obras del mundo por el premio de la categoría Competición Iberoamericana; y también están nominados al galardón Jordan Ressler Screenwriting Award, para guionistas debutantes. El crédito del guión lo comparte Thielen junto con el director de fotografía Rodrigo Michelangeli. La representación venezolana será complementada por el cortometraje Spark, y los largometrajes El Amparo y El Inca, esta última censurada por la Justicia venezolana que obligó a desautorizar su proyección en las salas de cine nacionales para atender a una demanda.
–Yo amo a Venezuela –refiere con notable entusiasmo Jorge Thielen Amand — siento que es como es un cofre lleno de tesoros e historias que están allí para uno poder capturarlas.
La Soledad se estrena en nuestro país en el mes de junio. Actualmente, el director desarrolla su segundo largomentraje, una coproducción con Canadá y Francia en suelo venezolano. Se llama Akare Merú y trata del retorno de un hombre a su campamento turístico en la selva, que se complica por la corrupta atmósfera generada por la minería dentro de aquel lugar.
“En La Faena también estamos desarrollando un proyecto de realidad virtual y buscamos nuevos creadores que tengan historias personales, con propósitos sociales, que quieran contar”, concluye.