La toma de decisiones al restaurar arte moderno

“Por favor no tocar” es posiblemente lo primero que se nos dice, tanto a niños como adultos, al entrar a un museo. Esta frase es llamativa porque nuestro contacto físico con esos objetos puede destruirlos, pero a la vez, nos recuerda que mostrar obras en ese contexto las inmortaliza de alguna manera. Quedan fijas en el espacio-tiempo de la galería, como si no cambiaran, como si nada ni nadie pudiera alterarlas. En realidad, las obras de arte están constantemente envejeciendo, y en muchos casos son restauradas, incluso continuamente.
Para algunos, enterarse de que un cuadro ha sido restaurado puede resultar casi una decepción. Pueden llegar a creer que lo visible no es precisamente lo que salió directamente de la mano del artista. Llegan a sentir como si de alguna forma se hubiera perdido parte del aura sagrada de la obra de arte. Es interesante que, en otros casos, no parezca así. La Esfera Caracas de Jesús Soto, obra emblemática de la ciudad, ha sido intervenida varias veces ante nuestros propios ojos. Las restauraciones más recientes se hicieron en 2006 y 2014, pero a nadie le parece que haya perdido sus características esenciales. Hay razones…
¿De qué se trata restaurar una obra de arte?
Durante siglos, este oficio se ha basado en la definición de la Real Academia Española de la palabra restaurar: “reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía”. Es decir, que si una obra se rompe, se ensucia, o sufre algún cambio, el restaurador hace todo lo posible para que se vuelva a ver como en su estado original. Parece puntual, y práctico. Esto conforma uno de los principios fundamentales de la restauración, en donde cualquier intervención debe mantener la integridad física de la obra de arte, asegurando que envejezca de manera estable y protegiendo el material original.
Pero, ¿cómo podemos realmente saber cuál era el estado inicial de la obra? Es cierto que el surgimiento de la historia del arte como disciplina académica ha ayudado mucho en este aspecto, pero no siempre es de fiar. Por ejemplo, en el caso de la restauración del brazo del Laocoonte, una famosa escultura clásica de mármol en donde faltaba (entre otras cosas) un brazo de la figura principal, primero se restauró y se agregó un brazo de mármol nuevo, estirado y apuntando hacia arriba. Mucho después se encontró el fragmento perdido y resultó ser que el brazo se doblaba apuntando hacia atrás.
Entonces, no sólo se trata de ser fiel a los materiales originales de la obra, sino también a su significado, a la intención original del artista (cosa que quizás nunca podamos saber con certeza, porque incluso en ocasiones ni el mismo artista lo sabe). Además se debe perseguir el perfil bajo, como de cirujano plástico, ya que, como ocurre con los cuerpos humanos, se ven poco atractivas las restauraciones que se notan a simple vista. Sin embargo, si no se nota que son restauraciones, ¿no están pasando al terreno de las réplicas?.
Al restaurar la Esfera de Soto en la Autopista Francisco Fajardo se cambiaron prácticamente todos los componentes físicos de la obra: varillas, guallas, partes metálicas, etc. En ese sentido el material ya no tiene nada de original, ¿se convirtió entonces en una copia?. En el caso de la obra de Soto, si el efecto cinético no se logra, la obra deja de existir. Por lo tanto, no cabe duda de que si las varillas de la Esfera se reemplazan por unas nuevas para que la escultura se vuelva a ver como la diseñó el artista, ésta sigue siendo efectivamente una obra de Soto, así sus piezas hayan sido creadas en el 2006. Vale acotar que esto no significa que se pueda utilizar cualquier material para reemplazar las varillas de la Esfera, se busca ser lo más fiel posible a su versión inicial utilizando varillas que sean iguales en tipo de metal, grosor, peso, longitud y color.
Se restaura hasta con comestible
¿Qué sucede con materiales más nuevos, de los cuales tenemos menos información sobre cómo envejecen? ¿los materiales industriales fuera de producción? ¿cómo se restauran obras hechas con plástico, o tintas de impresión digital, o esculturas de jabón? Hoy en día no existen restricciones en cuanto a los materiales que se pueden utilizar para hacer obras de arte, llevando al restaurador a buscar soluciones que no alteren la “pureza” física de una pieza. Existen también obras efímeras, performances, arte en formato digital con video y sonido. ¿Cómo logramos que sobrevivan en el tiempo sin alterarlas completamente? El artista suizo Dieter Roth, utilizó durante los años sesenta cantidad de productos comestibles para hacer su obra. Éstos, claramente, se degradan hasta dejar de existir. ¿Qué hacer para mantener vivas sus esculturas de chocolate?, rellenarlas de plástico color chocolate cambiaría totalmente el significado de la obra, pues no es sólo la forma de la escultura lo que cuenta, sino su trasfondo conceptual, el mensaje que transmite al pudrirse con el paso del tiempo. El uso de otro material nos dejaría en cambio con una terrible apropiación de la obra de Dieter Roth. En este caso, se restaurarían con más chocolate, y bastante a menudo.
En definitiva, gracias a la evolución del arte moderno, el oficio de la restauración abarca hoy en día un abanico de problemas que van más allá que el de reparar o devolver un objeto a su estado inicial.¿Cómo decidir? El gran reto está en encontrar un balance entre la protección del material, la función de la obra, la idea del artista y el rol “pasivo” de quien la restaura, ya que cada intervención, análisis y puesta en escena le agrega una capa más de significado a estos objetos que tanto nos empeñamos por cuidar. Y es que, al final una obra de arte también es un documento histórico, al menos ante los ojos de un restaurador. Para facilitarles el trabajo recuerden: ¡No tocar!.
Foto principal: AVN