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La Villa del Cine: una institución con aciertos y bemoles

Es considerada un músculo para la producción cinematográfica que este 2017 espera sumar 15 películas a su lista

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El 28 de enero de 1897 el artista visual, Manuel Trujillo, trajo al Teatro Baralt de Maracaibo el cinematógrafo de los hermanos Lumiere para mostrar a un público, ansioso por regodearse de modernidad, las primeras imágenes en movimiento. Unos muchachos bañándose en un lago, un especialista sacando muelas en un hotel, un tren que llegaba a una estación y los hermosos Campos Elíseos de París se convirtieron en las primeras películas del cine venezolano.

En 120 años, aunque Venezuela a parido a muchos realizadores de altura -recordemos a Margot Benacerraf con  Araya (1959), a Román Chalbaud con El pez que fuma (1975), a Fina Torres con Oriana (1985), o, más recientemente a los directores Miguel Ferrari con Azul y no tan rosa (2012), Mariana Rondón con Pelo Malo (2013) o  Lorenzo Vigas con Desde Allá (2015) – varios han sido los obstáculos a enfrentar para que, finalmente, la obra se muestre al público en la gran pantalla. El tema del modelo de producción hollywoodense –unido, casi directamente, a los costes que el mismo implica- ha sido y continúa siendo, entre otros elementos, la piedra de tranca de la producción cinematográfica nacional.

Es por esto que para celebrar el cumpleaños de nuestro cine, Esfera Cultural se interesó por indagar sobre la única casa productora de cine y medios audiovisuales del Estado venezolano: Fundación Villa del Cine. Cuenta el presidente de esta institución, Jorge Gómez, que fue fundada en el 2006 con el objetivo de realizar obras de alta factura que promuevan los valores establecidos en la Constitución y el diálogo intercultural. -Diez años después -continúa – hemos consolidado excelentes relaciones con productores nacionales e internacionales, que nos han permitido crecer y proyectar favorablemente la imagen del cine venezolano.

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La tan nombrada institución tiene la particularidad de “no patrocinar ni financiar, sino que apoya a la producción a través de su capacidad instalada”, aclara Gómez. Es un espacio con “todos los juguetes”, según la crítica y profesora de cine Patricia Kaiser, quien anteriormente desempeñó el cargo de Coordinadora de Proyectos Estratégicos en la Villa del Cine. “Puede estar rodando una película propia, y a la vez, apoyar a otras en postproducción de imagen o audio; en préstamos de equipos, del estudio de grabación”, indica Kaiser.curso2

La institución dirige otros proyectos como Cine Bajo la Estrellas, en el que organizan visitas guiadas para el público en general y llevan cine-foros a las comunidades más desasistidas. Además, cuenta con la Unidad de capacitación donde se genera un espacio permanente para la formación y capacitación cinematográfica de niños en edad escolar, trabajadores de la misma Villa del Cine y otras personas, sean estudiantes o no de carreras relacionadas a la cinematografía y el audiovisual.

No se conoce en el mundo un complejo exacto a la Villa del Cine, aunque se tiene el antecedente de Cinecittá, en Roma; los Estudios DEFA, en la Alemania de la postguerra; la capacidad instalada del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) y el centro de producción privado Central Globo de Produção, en Río de Janeiro.

“Todas esas iniciativas, al igual que la Villa, están destinadas a apuntalar la capacidad instalada de producción, contando en un solo lugar con todos los procesos de la cadena de producción: escritura, producción en sí (rodaje) y postproducción”, explica la profesora.

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Jorge Gómez, presidente de la Fundación Villa del Cine

Para quienes no están sumergidos en el mundo del audiovisual, los requisitos para recibir apoyo de la Villa están rodeados por un aire de misterio y rumores. Respecto a esto Wilmer Pérez –cineasta que recibió apoyo durante cinco meses en la postproducción de su película Haití, tierra de pactos– aclara que si esto fuera cierto algunos de los actores, técnicos o directores de las películas que produce la Villa no habrían podido trabajar allí.  Mientras que Kaiser afirma que, obviamente, por tratarse de una productora del Estado se maneja cierta línea editorial, pero esto no implica que hay que hablar de Hugo Chávez o del gobierno actual para formar parte de ella. “Miguel Ferrari o Alejandro Hidalgo, que son opositores al modelo socialista, son un claro ejemplo de esto”, menciona Kaiser.   El presidente Gómez invitó a revisar el Protocolo de participación que está en la página web.

Sin embargo, independientemente de que se han producido más de 300 obras en sus diferentes géneros,  propias y coproducciones, según datos suministrados por Jorge Gómez, todavía no se puede afirmar que la Fundación Villa del Cine transformó por completo la forma de hacer el séptimo arte en Venezuela. Cambiaron las voces, los aparatos tecnológicos y algunos detalles de la logística, pero el modelo de producción ejecutado es el mismo de hace años: ocho semanas de rodaje, 60 técnicos, entre otros gastos. Todos ellos generan implicaciones directas en el presupuesto para hacer una película en el país y la situación se agrava si se considera la realidad económica actual. Aún cuando se trabaja con el fin de representar las diversas temáticas, todavía queda mucho por hacer.

Para marzo de 2016 el Cnac promedió los siguientes costos: Largometraje de ficción Bs. 37.368.936,11. Cortometraje de ficción Bs. 2.155.763,88. Largometraje de documental Bs. 16.576.091,44. Mediometraje de documental Bs. 8.288.045,72 y Cortometraje de documental Bs. 1.841.787,94. Sin embargo, para el realizador de Haití, tierra de pactos nuestras producciones dependen, en gran medida, del tipo de obra que se quiera hacer y de la creatividad de los realizadores.

Mientras que el presidente de la Villa del Cine, Jorge Gómez, asegura que en 2017 el Estado venezolano cuenta con recursos técnicos, humanos y financieros -bien organizados y dispuestos- a través de las diferentes instituciones que integran la Plataforma del Cine y Medios Audiovisuales, Patricia Kaiser expresa que la reflexión no debe girar en torno a cuánto vale una película, sino en torno a cuál es el modelo y la práctica de producción que se está implementando como bandera en Venezuela. Hacer esto permitirá sincerar los costes y no seguir bajo un modelo superado.

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Balance

Durante el 2016 se culminaron diez películas, y para el año en curso estiman terminar unas 15 nuevas obras. Varios documentales y los largos: El Dicaprio de Corozopando, Pequeños Héroes y La planta insolente, una película de Román Chalbaud que cuenta con los efectos digitales más amplios del cine nacional, son de los que ya están listos para poner en cartelera. Pero no solo el número es importante, la calidad artística y el reflejo de la venezolanidad deben sentirse en cada una de estas piezas.

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No se trata de hacer películas sobre arpa, cuatro y maracas sino de generar productos audiovisuales que representen la mirada sobre nuestra realidad bajo una estética y un enfoque propio.  “¿Qué pasa, cuando por ejemplo, un cineasta hablando desde su barrio, lo reproduce como lo hace CSI Miami? Tienes filmes como Azotes de barrio”, reflexiona Kaiser.

El hecho de que el Estado venezolano acompañe el arte de proyectar fotogramas, sea el financista y el productor directo del contenido, sin duda, genera opiniones encontradas  que solo el tiempo podrá dilucidar . Mientras tanto, se puede concluir y así lo expresa la profesora y crítica, “La Villa es un músculo fuerte -muy valioso e importante- que apoya la producción cinematográfica”.

Por su parte, Wilmer Pérez recomienda a todos los que reciben apoyo de la institución cuidar los equipos como si fueran propios y trabajar sin mezquindad para que el complejo siga existiendo.

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