Mariana Pineda: Un grito de libertad en medio de la opresión
El seis de octubre culmina el ciclo de presentaciones del clásico de Federico García Lorca , "Mariana Pineda" dirigida por Jan Thomas Mora Rujano en la Sala Rajatabla. Las funciones son viernes, sábados y domingos a las 5 de la tarde.

Mariana Pineda era una liberal española cuando ser liberal era penado con la muerte. “Dentro de la casa que habitaba doña Mariana Pineda (…) se encontraba una bandera, señal indubitable del alzamiento que se forjaba”, decía el proceso. Solo le requerían los nombres de los conjuradores de la referida conspiración, aquellos que osaban a desafiar siglos de monarquía en España. Prefirió el digno silencio, y el 26 de mayo de 1831 fue asesinada por las autoridades del rey Fernando VII. Ese día también nació una mártir.
Ese fue un día triste en Granada, y se le hizo una estatua a Mariana, que inspiró a Federico García Lorca a contar su historia en clave poética y trágica, o en sus palabras “legendaria, deliciosamente reformada por los narradores de la placeta”, rescatándola del olvido de la piedra y del patíbulo para transformarla en símbolo que inspire a preferir el amor sobre la delación y la claudicación. Y ahora, Mariana Pineda, dirigida por Jan Thomas Mora Rujano y producida por William López, se presenta en la sala Rajatabla.
Para el director, la obra es un “grito de mujer que convoca a una nación desesperada”.
La libertad y al conjura siempre tienen un precio. Foto: Pedro París
“La libertad que plantea Lorca en la piel de Mariana Pineda, es una libertad plegada de amor, un sentimiento que le obliga a dejar de lado su vida privada y ahondar en lo público, al punto de ofrecer su vida sin importar si es correspondida por la causa a la que entrega su corazón”, dijo Thomas Mora Rujano en una rueda de prensa ofrecida a propósito de esta obra, reseñada por el Ministerio de Cultura.
Tres meses fueron necesarios para lograr el montaje de Mariana Pineda. Los ensayos estuvieron divididos en la fase de establecimiento de coreografías, dirigidas por Brian Landaeta. La obra contó con un reparto coral de 15 personas de todas las edades y también, con el apoyo en la producción de la Oficina Cultural de la Embajada de España en Venezuela.
“Es un día triste en Granada”, anuncia el elenco a la audiencia, que es poco numerosa pero muy atenta, apenas entra a la caja negra y se acomoda en las butacas. Los actores y actrices adelantan la tragedia en medio de arreglos musicales de fanfarria, gritos y violentos movimientos por el escenario.
Pese a lo numeroso del reparto, cada uno brilla en su momento, y cada actor domina perfectamente sus variados registros. Cada uno interpreta distintos papeles, por lo que no es raro ver a actrices en el rol de niñas y de monjas, a actores que en primera instancia personifican a amantes para terminar encarnando a ejecutores de vagabundos y verdugos.
Nerea Fernández Dorronsoro encarna a Mariana, la que rechaza a todo hombre que se le cruza por haber entregado su corazón a Don Pedro Sotomayor, interpretado por Luis Ernesto Rodríguez.
La muerte acecha a Mariana. Foto: Pedro París
“Inicialmente cuando me invitaron al proyecto, quedé impactada porque es una de las obras más icónicas de García Lorca, es una oda al amor”, expresa Fernández.
Para la actriz, que revive a la mártir española con pasión pero sin histrionismo innecesario, la pertinencia de haber devuelto a Mariana Pineda a las tablas caraqueñas es incontestable. “El desafío era honrar a García Lorca”, dice con cierta escrúpulo, pero leer el libreto y conversar con Thomas Moro fue suficiente para animarla a actuar bajo las palabras del legendario autor español.
“Es una obra que nos habla de la fuerza infinita de la mujer, que puede hacerlo todo por amor. Pero también nos habla de valores, ideales. En estos momentos vivimos en un mundo en el que parece que importa más lo que piensen los demás a lo que dicta nuestra propia voz, A ella hay que defenderla, así sea con los dientes, como dice Pedro Sotomayor”, asevera Nerea Fernández.
La protagonista no niega, además, cuán oportuno es que Mariana Pineda surja en el contexto político actual; en una Venezuela oprimida.
“Era necesaria esta obra, pues sentimos una opresión social, económica y política muy fuerte. En ese contexto se trata de un grito de libertad y el mensaje es de que todos queremos y debemos vivir en paz así como aprender a respetarnos”, sentencia.
Mariana y Pedro reconfirmaron su amor eterno poco antes de ser interrumpidos por el imponente Pedrosa, interpretado magistralmente por el actor Jesús Carreño, quién personifica a la muerte y a la opresión como un manto pesado sobre el lirismo de los demás actores en escena. Así la persona sentada a mi lado comenta :“Impone ese tipo”.
Un duelo actoral; el clímax en la obra. Foto: Pedro París
El encuentro entre Pedrosa y Mariana es una escena cumbre de la obra; un duelo actoral que simboliza la tiranía misma. Cada palabra retumba en los oídos de los espectadores.
“Yo no entiendo nada, es una mujer buena y la quieren matar”, declama una de las monjas mientras Mariana está recluida en una cárcel. “Por haber bordado una bandera”, le responde otra mujer. La escenografía, de Héctor Becerra, encuadra a los actores en el momento histórico propuesto, con pequeños pero diferenciadores elementos, y la vestimenta, de Nakary Bazán, no desentona pese a que no corresponde fielmente a ropajes del siglo XVIII.
El nacimiento de una mártir. Foto: Pedro París.
“Todo por una bandera, siempre se muere por lo más insignificante”, acota una persona del público al salir. “Hoy en día nadie dejaría de delatar al amante por algo así”, reafirma.
Al finalizar la función de Rajatabla, parte de la audiencia aguarda y felicita al elenco con besos y abrazos en medio de la oscuridad que cubre esa área entre el Teresa Carreño y el antiguo Ateneo de Caracas, posteriormente convertido en la Universidad Experimental de las Artes. Una vez concluidas las congratulaciones, los espectadores empiezan a agruparse y preguntarse si van al Metro, para no recorrer solos, el largo camino hacia la estación de Bellas Artes. No hay luces que iluminen la solitaria vía al subterráneo y casi no pasan carros por la calle.
“Hemos tenido un promedio de 20-25 personas por función de Mariana”, indica la taquillera.La entrada cuesta 20.000 bolívares
Así, los caraqueños pueden disfrutar de uno de los grandes clásicos de Federico García Lorca en el centro de la ciudad. En tiempos de cinismo, y de desazón, hay quienes apuestan aún a buscar el amor y la dignidad, a no olvidar y a rescatar una moralidad ahogada. A dar la vida por valores que no son ajenos a la condición humana.Eso sucede hoy en Venezuela.