“Mi hijo solo camina un poco más lento” reconcilia al espectador con su lado más humano
Rossana Hernández dirige la obra escrita por el croata Ivor Martinic. El drama confronta a tres generaciones ante sus diferencias

“Mamá, camina, vamos. El médico dice que tienes que caminar”, comienza a decirle Mía a su madre. La señora, obediente, se levanta y da pasos cortos alrededor de la habitación. Es el cumpleaños de Branko, su nieto. Cumple 25 y está en una silla de ruedas por una enfermedad degenerativa. Todos quieren comprarle un regalo de cumpleaños y, en el fondo, todos quieren que vuelva a caminar. “Mamá, camina, vamos. El médico dice que tienes que caminar”; repite Mía incansable. La casa está vacía, las ventanas cerradas y debe preparar la fiesta de cumpleaños de su hijo. A él le gustaría pasar desapercibido pero todos están invitados a la celebración. Esta oportunidad servirá para que tres generaciones pasen de la negación a la aceptación de cada uno de los presentes.
El encuentro con el otro es el tema principal de la obra de teatro Mi hijo solo camina un poco más lento, del dramaturgo croata Ivor Martinic. Fue escrita en 2010 y ha sido traducida a 20 idiomas. Esta pieza llega al Trasnocho Cultural de la mano del grupo Deus Ex Machina, bajo la dirección de Rossana Hernández, quien afirma que el texto “nos reconcilia con el hecho de ser humano, de ser persona”. Logra conectar a los espectadores con la fragilidad y la vulnerabilidad que nos caracteriza como individuos.
La pieza trata de cómo el hombre, en su búsqueda por la perfección, ha olvidado reconocerse en las diferencias. Ha dejado de ver las imperfecciones como aquellas marcas que nos distinguen de los otros e, incluso, las ha recluido a la intolerancia. Para la directora hay muchísimos tabúes y mitos alrededor de las personas. “En la actualidad vivimos en una época en la que la burla es la manera de comunicarnos. Todo lo que es diferente es susceptible a ella. Yo pienso que en la diferencia está la riqueza de la vida, al aceptarla la vida se enriquece”, comenta.
Del trabajo con los actores

El elenco de esta obra lo conforma: Diana Peñalver, Manuelita Zelwer, Gabriel Agüero Mariño, Fernando Azpúrua, Verónica Arellano, Rafael Monsalve, Shakti Maal, Fabiola Reyes, Pedro Alván, Daniel Henríquez y Julián Izquierdo Ayala. Con un montaje sencillo, Hernández se enfocó en despojar a los actores de artificios o fórmulas. Fue fundamental el diálogo con el espectador para crear un nexo entre público y escenario, de esta manera las preocupaciones de los personajes trascenderían la escena para alojarse en la percepción individual de los asistentes. “No quería llevarlo como una comedia aunque la obra está cargada de mucho humor. Lo que estaba persiguiendo era mostrar a los personajes lo más humanos posible”, explica.
Trabajaron en un espacio en Bellas Artes que les permitió ese acercamiento. La tarea era crear relaciones entre los actores antes de empaparse del personaje con la finalidad de hacerlo más cercano. Luego, poco a poco, se incorporaron otros detalles que armaban cada uno de los perfiles deseados. Una de las estrategias que aplicó Hernández fue la del “campanazo”. Consistía en utilizar el sonido de una campanita para que los actores sintieran esa resonancia en su cuerpo. Una vez que tenía la sensación incorporada, era más sencillo buscarla después.
Los juegos de miradas y el silencio también fueron importantes para lograr el efecto deseado. Según la directora, este tipo de textos requieren ese espacio de resonancia para que las sensaciones que derivan del diálogo encuentren su asidero. Utilizaron la traducción de Nikolina Zidek, quien trabaja directamente con el autor. No hubo necesidad de intervenir mucho el texto, a excepción de ciertos modismos argentinos, gracias a la universalidad de la historia. “En eso radica la grandeza del texto. Es muy transparente y profundo a la vez. Juega con varias generaciones y las diferencias que se establecen entre cada una”, afirma Hernández.
Del caos a la luz

Durante el montaje de Mi hijo solo camina un poco más lento el equipo no escapó de la situación inestable que atraviesa Venezuela. Para algunos resultaba muy complicado llegar a ensayar o regresar a sus casas. Al comienzo se trabajó por escenas por lo que no se requería a la totalidad de los actores, pero cuando se acercó la fecha del estreno, reunirlos a todos fue una tarea ardua de lograr. Sin embargo, la percepción de los ensayos fue la de un refugio. Venir del caos absoluto y la oscuridad a un espacio de luz y creación. En palabras de Hernández fue un proceso hermoso a pesar de lo accidentado, uno de los más bellos que ha experimentado desde la dirección. La obra merecía ser contada.
Así llegaron al ensayo general en el Trasnocho. Fue un día de protesta. Hubo gente refugiada en el centro comercial y bombas lacrimógenas entrando por el techo. Los actores no pudieron irse al terminar y tuvieron que esperar en el lobby del teatro hasta las 6 de la tarde. “Después de ese ensayo tan hermoso pensábamos que no íbamos a estrenar”, recuerda Hernández. La Mesa de la Unidad Democrática había convocado a un trancazo para el día siguiente. Horas después, la actividad fue pospuesta y el estreno se confirmó, para alegría de todos.
Con ese antecedente llegó el día del estreno de Mi hijo solo camina un poco más lento. Ya el trabajo de Rossana estaba hecho. Era el momento de convertirse en espectadora y observar el trabajo de meses. Siempre hay una separación entre el director y la obra una vez que es estrenada. A pesar de la extrañeza de entender que ahora está del otro lado del escenario, Hernández se sintió “absolutamente feliz”. Reafirmó su percepción de que, a través de la unión de voluntades, es posible lograr cosas de calidad. Sintió alegría por poder contar una historia que no se aborda con frecuencia sobre las tablas. Se emocionó porque la reacción del público superó lo que esperaba. Se llenó de orgullo, porque a pesar de alrededor todo era caos, lograron ofrecer un trabajo con un gran nivel de producción. “Salió mejor de lo que esperaba y lo dice una persona que nunca se conforma. No pude tener un mejor equipo”, concluye.
El resto del equipo que hizo posible esta obra está conformado por Shonny Romero en la asistencia de dirección, Armando González en la producción de campo, Alejandra Lovarón y Eliana Fernández en la asistencia de producción y escena, Elvis Chaveinte en el diseño de escenografía, Raquel Ríos en vestuario, Ángel Pájaro en la iluminación, Eliú Ramos como compositor del tema principal, Taba Ramírez con la asesoría coreográfica y Rossana Hernández y Claudia Valladares en la producción ejecutiva.
La temporada de Mi hijo solo camina un poco más lento durará seis semanas. Todos los viernes, sábados y domingos hasta el 13 de agosto las puertas del teatro Trasnocho estarán abiertas para quien desee adentrarse el mundo del reconocimiento del otro, explorar junto a Branko y su familia los dramas cotidianos que nos aquejan a todos como seres humanos.