Miguel Braceli pone a interactuar el hombre con el paisaje
El artista no estará de cuerpo presente el 23 de febrero en el X Festival de Arquitectura en el Maczul. El fotógrafo Julio Mesa mostrará en su lugar “Casas para Volar” su propuesta para el evento

No hace falta un motivo especial para querer entrevistar a Miguel Braceli, el prolífico arquitecto y artista que está desarrollando una carrera exitosa y ascendente nacional e internacionalmente. En 2007 se graduó de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela mención Magna Cum Laude y años más tarde obtuvo el título de Magister en Diseño Arquitectónico, pero no ejerció. Su pasión lo llevó a desarrollarse dentro del arte, lo que le ha significado importantes reconocimientos entre los cuales cabe mencionar el Premio Artista Emergente 2014 otorgado por la Asociación Internacional de Críticos de Arte. En 2016, Braceli presentó su obra en la X Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo que se hizo en Sao Pablo, Brasil, y en la XV Bienal de Arquitectura de Venecia.
Hasta la fecha, el artista ha protagonizado seis exposiciones individuales, en su mayoría en Venezuela, y ha participado en 28 colectivas en Caracas, Maracay, Maracaibo y en países como España, Bolivia y Estados Unidos. En espacios abiertos suma más de 15 intervenciones. Tres de las más recientes son: Sacar el Mar en la Playa San Lorenzo de Gijón, Irazú intervención en el Volcán Irazú de Costa Rica e Inmateriales en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile (2014).

El compromiso más próximo del artista es el X Festival Internacional de Arquitectura que tendrá lugar en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul), que se llevará a cabo el 23 y 24 de febrero y por eso la pregunta:
¿Qué intervención tiene prevista para este evento?
Pensamos mostrar las primeras imágenes en movimiento de Casas para volar, por eso hemos acumulado gran cantidad de material sobre este proyecto y queremos convertirlos en una serie de micro documentales. Yo estaré en Miami exhibiendo otro proyecto formativo, por lo tanto la presentación en el Maczul estará a cargo del fotógrafo Julio Mesa, quien me ha acompañado en muchos proyectos y será una gran oportunidad para aportar nuevas miradas a la investigación.
¿Cómo y a qué edad se inclinó por el arte?
La inclinación por el arte siempre ha estado allí. Pienso que es algo que no se descubre sino que se asume. A mí me tomó una carrera de pregrado y postgrado para entender que no quería ejercer la arquitectura, o un tipo de arquitectura. Intento moverme en ambos espacios para desarrollar una investigación que retoma inquietudes recurrentes. Hoy en día he realizado trabajos que en esencia no distan mucho de juegos “instalativos” que inventaba de niño. Sin haber hecho de esto una búsqueda, el contenido lúdico siempre está presente en mis obras de participación. Es también uno de las estados propios del espacio público.
¿ Cuáles son las expresiones plásticas o las corrientes artísticas, que precedieron el tipo de interacciones colectivas que desarrolla?
En Venezuela hay referencias capitales que anteceden a esta línea de investigación. Diego Barboza trabajó con performances de participación en el espacio público desde una aproximación lúdica y Eugenio Espinoza con acciones en el paisaje con una aproximación más formal. Claudio Perna desarrolló su carrera artística en paralelo a su carrera académica como profesor de la UCV, haciendo de su taller RADAR un espacio formativo. Carlos Raúl Villanueva, desde otro frente planteó la síntesis de las artes, una idea que para mí ha sido tan importante como la participación.

Hay características en su trabajo que se repiten. Por ejemplo, son efímeras, se encuentran en espacios abiertos o públicos, se realizan con materiales industriales, el hombre es parte de la obra, son intervenciones de grandes dimensiones; ¿Cuál es el mensaje de su obra y la razón de ser de las mencionadas características?
Mis obras son construcciones políticas en el espacio público. Son proyectos para el encuentro y la elaboración de imágenes a través de acciones colectivas. Son efímeras porque el fin está en la experiencia del espectador y en el registro como invención. La escala es resultado del paisaje en que se insertan. Los materiales son elegidos en función a su capacidad para articular relaciones entre forma, espacio y cuerpo. El paisaje es un lienzo cargado de contenidos sociales, políticos y estéticos con los que la obra se desenvuelve. Así ocurre un diálogo un diálogo entre la obra y el paisaje donde las personas son el interlocutor principal. Es por eso que cada vez me interesan más las relaciones entre arte y educación. Busco hacer de la obra un proyecto formativo, o al revés: Busco hacer de los proyectos formativos una obra. El arte hoy se acerca a la realidad para transformarla. Los espacios de aprendizaje son una vía a la transformación.
Desde su intervención en la Plaza Caracas de 2014 a Casa Cuerpo que es una de las más recientes ¿Cómo ha ido evolucionando su creatividad?
He intentado construir unos marcos precisos para la investigación, aún cuando eso te obligue a repetir. En la perseverancia y la precisión ocurren los mejores hallazgos. Proyectos como Área (2014) y CasaCuerpo (2016) pueden parecer diferentes sólo porque corresponden a distintas aristas de una misma investigación. El primero forma parte de una serie de performances colectivos en el espacio público y el segundo es la evolución de un proyecto formativo con un estudiantes de arquitectura. Ambos coinciden en el cuerpo como estructura espacial y social, son construcciones performativas para elaborar ideas desde la participación.
Algunos de los proyectos colectivos de su autoría fueron La Nube, Apología de los Posible, Inmateriales, Indivisible ¿Podría referir los aspectos principales de cada uno de ellos?
La Nube es una intervención permanente realizada a través de modelos participativos con una comunidad. Apología de los Posibles es una serie de performances de participación colectiva realizados a partir de una convocatoria abierta a los ciudadanos de una localidad . Inmateriales es una serie de talleres de intervenciones en el espacio con estudiantes de arte y arquitectura. Indivisible es una intervención efímera en la cima del Roraima realizada en el 2012 como crítica a la polarización. Cada uno corresponde a distintas formas de participación y articulación de conocimientos. Todos coinciden en el paisaje como espacio de acción.

Particularmente sufrí viendo su obra Biblioteca Abierta porque me pareció doloroso ver centeneras de libros en el piso a la intemperie, maltratados por las pisadas y los embates del clima. ¿Cuál es la idea de ese trabajo?
Usted sufrió en vano. En Biblioteca Abierta los libros no se pisan y pasan pocas horas a la intemperie. Las personas caminan entre ellos para descubrir la biblioteca y llevarse algunos ejemplares. Es una obra que busca fomentar la lectura y el encuentro en el espacio público, reivindica el valor del libro como objeto y da origen a una experiencia en el paisaje. Sin embargo, el mayor valor está en su origen, fue una obra que nació en el 2013 en el marco del Paro Nacional de Universidades como una forma distinta de manifestación.
Sus intervenciones más ambiciosas fueron Sacar el mar e Irazú ¿podría detenerse en el relato de ambas experiencias?
Son obras que se construyen desde y con el paisaje. La naturaleza infinita del paisaje exige acciones para develar formas en sintonía con esta condición. No se trata de ambición en escala sino en procesos: dialogar con las fuerzas del mar o con los cambios del clima son algunas de las variables con las que estas obras han tenido que jugar. Cada vez es más difícil hacer una escisión entre proceso y obra. Este tipo de trabajos en el espacio público son modelos abiertos. La obra es un producto vivo que se desarrolla en tiempo real, donde el autor no es más que un mediador entre distintos componentes.
Hizo con mangueras y agua una bellísima obra en la hacienda La Trinidad y creo que con ella podemos cerrar esta conversación a distancia
Manantial fue una obra que recogía agua de una fuente natural para devolverla al jardín transformado en rocío a través de un volumen de carácter lúdico. Resultó muy interesante descubrir que esta vez los niños se convirtieron en el público más asiduo. La obra fue un dispositivo que activaba fenómenos que ya existían en el lugar, como el agua de manantial, la luz natural, y el recorrido de las personas por el jardín. Si bien esta obra es otro formato, allí vuelven a condensarse muchas de las búsquedas sobre el paisaje y la participación.
