Muere El Replicante
Rutger Hauer murió el pasado 18 de julio. El actor holandés queda en la memoria de millones y se lleva el enigma de su personaje y su monólogo final

El actor holandés Rutger Hauer falleció el pasado 19 de julio a los 75 años. No sin ser un actor probado en géneros diversos del cine y personajes muy diferentes, Hauer fue de esos actores que adhieren un icono y así la multitud devota de Blade Runner, lo bautizó para siempre El Replicante.
Estrenada en 1982, el clásico que consagró al gran realizador Ridley Scott, demoró bastante una secuela, cuyo relato anticipa el año 2019; ahora. Tras 37 años, finalmente, llegó a la pantalla Blade Runner 2049, dirigida por uno de los directores más celebrados de los últimos tiempos, el canadiense Denis Villeneuve, quien antes maravilló a la audiencia con un relato cinematográfico del mismo género, no menos memorable: Arrival (2016). Ambas piezas dirigidas por Villeneuve confluyen en un metafórico desenlace, que podría enunciar así: la humana desolación encuentra lo auténticamente humano en lo no humano.
De la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y su adaptación al cine de 1982, vale retomar el relato que tiene continuación en la secuela Blade Runner 2049: lo humano en apariencia es negado por su réplica, por artificial, por ser invención.
Apegada la civilización a lo que anotara un pensador del siglo XVIII, no otro que Immanuel Kant, entiende el progreso como fenómeno lineal e indetenible. Kant murió antes de que Mary Shelley publicara Frankenstein o el Moderno Prometeo en 1818 y probable es que no visionó la posibilidad de la creación de seres vivos a través de la ciencia genética, que se antoja indetenible, por mucho que los pensadores de hoy revisen al filósofo de Königsberg.
En la Blade Runner original, Eldon Tyrel, amo y señor de la Corporación que produce los replicantes, se encuentra, cual doctor Frankenstein, con el más depurado de sus “hijos”, Roy Batty, quien viene precisamente a replicarle.
La escena es crucial al desenlace trágico de la trama escrita para cine por Hampton Fancher y David Peoples.
En ella el mito del replicante queda grabado en el alma de la audiencia a través del recurso cinematográfico y su personaje, encarnado por Rutger Hauer.
“No es fácil encontrarse con tu hacedor”, se anuncia el temible Batty ante a quien luego llama “padre”. “¿Cuál sería el problema?”, pregunta Tyrell. “La muerte”, responde el replicante.
El narciso Tyrell, tan embebido de su mundana grandeza, tal vez no mida bien el sarcasmo: “La muerte está fuera de mi jurisdicción”. Inicia un duelo intelectual entre el Hacedor y la Hechura, de ominoso aviso.
Batty: He hecho cosas cuestionables
Tyrell: También cosas extraordinarias
Batty: Nada por lo que el Dios de la biomecánica no te dejaría entrar al cielo.
Batty cuando no cortado por la sombra se desplaza siempre en foco crítico, señal de que está en un trance terminal.
Finaliza el duelo entre ciencia e invención y Batty da a su Hacedor la única respuesta.
Cuando el hombre desborda la Naturaleza, la Creación de la que es sólo parte, incluso más allá de la monstruoso nitzcheano, es irrevocablemente castigado. Hybris, llamaron los antiguos griegos a ese desafío a los dioses, fuerzas de la naturaleza. El mundo actual transcurre en una hybris permanente; olvido del mito.
No hay cielo para los replicantes, aun cuando el progreso de la biomecánica los haya implantado del insumo peligroso de la memoria, amnios de los afectos, las pasiones.
Roy enfrenta la inminencia de la muerte programada por sus “creadores” y hace la última petición: ser modificado genéticamente para durar. Y lo hace porque está enamorado.
Tyrell, hombre de ciencia que no repara en el misterio de la existencia, autosuficiente por encima de todo lo humano, enmudece ante El Replicante. No hay respuesta para la pasión de un androide. ¿No lo previeron?
Hauer hizo de este héroe oscuro una muy pasional representación. El actor se apoderó del personaje más allá de las líneas escritas por David Peoples. Y con la licencia de Scott modificó el monólogo final, para darle un aroma más enigmático, el tono épico da pie a una lírica cadencia.
La escena ha sido difundida profusamente tras la muerte del intérprete. Tallada en la memoria de millones de personas tal como la enunció Rutger Hauer. El actor fallece el mismo año que su personaje y con él se lleva el enigma; eso que solo El Replicante pudo ver.
He visto cosas que gente como ustedes no creerían. Naves atacantes en llamas desde el hombro de Orión. Vi rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir.