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El Museo Sacro cuenta historias de santos y muertos

Filtraciones en la paredes y techos del museo, poca vigilancia, falta de información al público sobre las piezas y deficiente conservación de piezas antiguas; algunos problemas de este Monumento

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 Entre la esquina La Torre y Gradillas, en las adyacencias de la Plaza Bolívar de Caracas, está una fachada color melón enmarcada por pilastras blancas que se desconchan por la humedad generada por gotas de lluvia y otras filtraciones. Un pendón de fondo rojo y letras blancas, ubicado en la planta alta, anuncia que ésta es la entrada del Museo Sacro de Caracas, declarado Monumento Histórico Nacional en el año 1981.

Un cartelón con una breve reseña del espacio, una ficha que prohíbe tomar fotografías y la sonrisa de Letzaida Miraval, quien tiene diecisiete años trabajando en la recepción del Museo, reciben al público que antes de iniciar el recorrido se detiene a cancelar los trescientos bolívares del costo de la entrada. Recibido el boleto, se cruzan las puerticas de madera e inicia el paseo en el tiempo.

techos-rojos-del-museo-sacro-y-la-catedralexp La historia de esta edificación data de 1673, pero ha variado en forma y funcionamiento con el paso del tiempo. Fue el Cementerio de la Catedral de Caracas hasta, después de 1876, cuando Antonio Guzmán Blanco mandó a construir el Cementerio General del Sur. En 1888, sobre el antiguo campo santo, emerge una nueva edificación que se convertiría en la sede de La Escuela Episcopal, y años más tarde, en los talleres del diario La Religión. En 1981, la edificación es declarada monumento nacional  y rescata del abandono.Abre sus puertas como Museo Sacro de Caracas en el año 1993.

Sus altas paredes, columnas toscanas, ventanas y puertas que se confunden entre sí por su  gran tamaño, y, un patio central rodeado de habitaciones resguardan en su interior más de 600 objetos que datan de los siglos XVII, XVIII y XIX. Todos ellos prueba viva del antiguo Cementerio de la Catedral de Caracas y de la historia eclesiástica caraqueña, especialmente, de la época colonial.

Después de la puertica de madera

“El sentido en el que se debe hacer el recorrido no es claro”, afirma Adriana Flores, una estudiante de Artes que suele visitar museos en su tiempo libre. Sin embargo –aclara Miraval a Esfera Cultural– que la primera sala que debe visitar el público es la que se encuentra después de finalizar el puente de madera, a la derecha. “Generalmente hay un guía, pero ahora está enfermo. De siete a nueve de la mañana él hace mantenimiento al museo y después de esa hora se encarga de dirigir el recorrido. Por falta de presupuesto cada vez hay menos personal”, asegura.

Nuestra Señora de Los Ángeles, con un traje blanco decorado con hilos de oro y perlas, del diseñador Ángel Sánchez; y Nuestra Señora del Rosario, de tamaño real y tallada en madera
repujada por las manos de un autor caraqueño desconocido, les dan la bienvenida a los visitantes que mayormente son estudiantes, adultos mayores y turistas.

Las vitrinas exponen joyas de orfebrería, el vestuario del primer cardenal venezolano, y también libros que fueron testigos de los votos que hacían las monjas del Convento de las Carmelitas Descalzas y algunas partituras de los cantos gregorianos, entre otras cosas. Seguido, la sillería del coro y el mobiliario clerical tallado en madera de cedro, dorado y policromado. Estas piezas representan la muestra, más pura e intacta, de la mueblería colonial venezolana. Datan de 1745, cuando Fray Andrés Vélez emprendió una reforma total del convento franciscano a causa de los estragos que dejó el terremoto.

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De siete salas que conforman el museo, dos de ellas están cerradas por filtraciones graves o por el rompimiento de alguna tubería. Las heces de las palomas y los murciélagos también causan estragos. Hay carteles que anuncian cuáles salones están en reconstrucción, pero la verdad es que permanecen cerrados porque no hay presupuesto para continuar las reparaciones.

Revela Lezaida Miraval que la institución se mantiene sólo con la entrada que paga el público – y  explica que si bien es un museo que depende de la Arquidiócesis de Caracas, también forma parte de la Fundación Museos Nacionales. “Desde cuando no se reciben recursos del Estado esto ha decaído muchísimo. Con lo poco que tenemos no se puede costear un equipo de mantenimiento y menos un restaurador”, asegura.

En otra sala que permanece abierta, hay más de ocho imágenes de talla completa. Todas esculpidas con rostro, manos y vestiduras. Están de pie sobre una larga plataforma de madera que las eleva por encima de quienes caminan por el lugar. Es como estar  entre dioses que te vigilan. Domingo Savio, el santo no mártir más joven de la Iglesia Católica, permanece en ropa interior lo que permite conocer lo que hay debajo del hermoso ropaje de estas figuras.

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Un ¡Tom, tom, tom! retumba en la sala

En el exterior, la cúpula de la capilla La Santísima Trinidad resalta sobre el azul del cielo. Uno de los corredores, la resguarda. Una placa de mármol blanco, enviada por Juan Vicente Gómez en 1991, recuerda que la familia de El Libertador Simón Bolívar recibía los sacramentos y fue enterrada en la cripta subterránea de ese lugar. También, se puede apreciar claramente cómo se levantaban las grandes estructuras con ladrillos y rocas.

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El osario y la antigua cárcel eclesiástica también son ejemplo de esto. Además, son dos espacios conectados que no han sufrido modificaciones por la mano del hombre. Oscuro, tenebroso, de columnas y paredes hechas con ladrillos de adobe está la cárcel, construída en 1713 para “dar un castigo severo a los miembros de la iglesia que se portaban mal”, cuenta Miraval. Hoy está habitada por tres imágenes, donadas por la Iglesia de Altagracia, que parecen descansar dentro de urnas de cristal.

De igual atmósfera, es el espacio donde se encuentra la fosa que servía para depositar los restos óseos humanos que no cabían en el cementerio del patio central. Muchos visitantes aseguran que un ¡Tom, tom, tom! retumba en la sala y que hay una vibra muy pesada que hasta les da dolor de cabeza.

En la pared superior al osario hay doce criptas arqueadas que pertenecen a los primeros obispos de la ciudad, pero no se sabe el orden en que fueron enterrados y tampoco se han conseguido sus nombres, porque con el terremoto de 1811 se perdió la información.

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En la única restauración que se ha hecho en el museo se realizaron varias excavaciones, en lo que hoy es el patio central. Allí se encontraron 25 cadáveres de personas que, se presumen, fueron víctimas de José Tomás Boves, muertos por ahorcamientos en la Plaza Mayor de Caracas o a causa de epidemias como la fiebre amarilla.

“Muchos huesos estaban recubiertos de tela y fueron rociados con mucha cal para evitar que se propagaran más los virus. Los cuerpos que estaban más conservados se donaron al Museo de Ciencias. Con estas excavaciones también se descubrió, a unos 80 centímetros del piso de tierra, una acequia y el camino de piedras, que es uno de los más antiguos descubiertos en Caracas. Se presume que esta zona era el lugar donde las personas se reunían para rendir culto a sus difuntos. Seguramente, tomaban su jarrita, la llenaban de agua y regaban las flores que le ponían a sus familiares”, relata Miraval, mientras señala con su mano las piedras grises y marrones que conforman este caminito.

Se confunde el calor con la humedad

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Para finalizar el recorrido, está la séptima sala que conserva en su interior más de 20 trajes eclesiástico de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo -coinciden Adriana Flores y Mayra Cohelo, también estudiante de Artes- que aunque estas piezas tienen un valor histórico incalculable no se encuentran bajo las normas de conservación adecuadas  y corren  el riesgo de dañarse.

“Se confunde el calor con la humedad. La estructura está descuidada. Los trajes están sucios. Son atuendos que están puestos ahí sin mayor información. Sabemos que son masculinos y que los usaban los curas, pero, en qué ocasión, dónde, qué rango tenía quién usaba el traje rojo, el verde. Las fichas informativas, y en buen estado, son necesarias en todos los museos”, agrega Cohelo.

Para quienes desean continuar en el Museo Sacro después de finalizar el recorrido, pueden visitar el Café Sacro o pasar por el auditorio donde se realizan actividades culturales, talleres y conferencias. Pese a que están suspendidas las exposiciones temporales de nuevos artistas porque no hay salas disponibles, los repujados a mano de Tibisay Cisneros dan vida y color a varias de las paredes.

Anuncia Miraval que “El nuevo director del museo, el Padre Eduardo Lairet, debe informar cuáles son las nuevas condiciones para que prestemos los espacios”. El Museo Sacro está abierto de lunes a sábado, desde las 9:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde.

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