Natalia Morlacci: la actriz argentina que eligió Venezuela como su destino
Intérprete y gestora cultural, llegó al país en 2016 para participar en el festival de teatro y actualmente se presenta en Microteatro

Esta rosarina puso sus zapatos en Venezuela en 2016. Venía a un proyecto con el director Fernando Aizpurúa en sustitución de otra actriz. La circunstancia país impidió levantar el telón de un festival organizado por el Gobierno. La idea de presentarse en la casa del Grupo Actoral 80 y de Rajatabla: era demasiada tentación. El reto la sedujo. Una obra en la séptima temporada de Microteatro es su primer paso.
Natalia Morlacci, habla con las manos. No hay forma de perderse las acotaciones que señala su cuerpo, que parece sacado de un molde de costura. Una muñequita de papel, pero con un cañón en las cuerdas vocales.
No. No solo habla con las manos, su máscara- el rostro de un actor- se transforma conforme va relatando su manera de interpretar la vida: el teatro, el arte. La experimentación.
— Todo me asombra. Así vuelva a leer una obra de teatro, siempre estoy encontrándole aspectos nuevos. Todo es un descubrimiento para mí–

Punto para la actriz. Un artista respira su entorno, lo incorpora como un paisaje que luego devuelve desde la escena. Egresada del prestigioso Instituto Universitario Nacional de las Artes de Argentina, de donde salieron figuras como Alfredo Arcón, entre muchos otros sobre los que se sostiene la sólida tradición de teatro argentina. Su título reza: Licenciada en Artes especialización en Interpretación.
Ya el país teatral se le había metido entre ceja y ceja. “En la universidad, mientras estudiaba la materia Historia del teatro venezolano, comprobé que en Caracas había una tradición importante. Estaban grandes instituciones teatrales de América Latina, como el Grupo Actoral 80, dirigido por Juan Carlos Gene y la agrupación Rajatabla con Carlos Giménez al frente. Acá se hacia el Festival más importante de América Latina y Europa: el Festival Internacional de Teatro”, relata la rosarina.
En una decisión acordada junto con su pareja, cercana al director catalán Marc Caellas, escogieron el destino. “Marc me puso en contacto con – el dramaturgo y director- José Tomás Angola, con Willy Mckey”, explica. Con este escritor y agitador cultural, participó en la experiencia Los Peces del Guaire, una experiencia de catarsis que partió del teatro como disparador de un proceso para compartir preguntas y reflexiones sobre los 130 días de protesta que vivió Venezuela desde el mes de abril. Textos de dramaturgia universal, al lado de improvisaciones, le resultaron a la actriz una vivencia especial.
#ElTeatroSalva
Natalia entorna sus ojos cafés y se sonríe. “He hecho teatro amateur, creo que he hecho todo tipo de teatro, pero nunca había hecho microteatro. Creo que esa etiqueta del Micro #ElTeatroSalva es cierta. El teatro es un acto de amor gigantesco, es salud mental. No es inocuo. Te pone a pensar desde otro lugar”, refiere.
En esta séptima temporada de Microteatro, que se lleva a cabo en el teatro Urban Cuplé del Centro Comercial Ciudad Tamanaco (Ccct), Morlacci encarna a una mujer que está aburrida de su rutina de pareja y decide proponerle a su marido experimentar nuevas faenas íntimas, utilizando las referencias del famoso libro Cincuenta sombras de Grey. La pieza se llama Azótame, es una comedia bastante ligera que trata de las relaciones de dominación- sumisión en la cama de un matrimonio.

“Queríamos que la gente pudiera hacer catarsis y se riera. Que pudiera olvidarse de todo por 15 minutos-que es la duración de las piezas en este formato-”, indica. En cuanto a su proceso de construcción del personaje revela que es sumisa al director. En este caso le tocó trabajar con una maestra como Consuelo Trum.
Cuando Natalia sale a escena se convierte en un torbellino. Se echa sobre la espalda la pieza, es ella la
llama que se enciende para entusiasmar a su marido en el experimento y con todo esto el público se
desternilla de risa. No le quita los ojos de encima. Allí puede verse a una actriz que maneja su cuerpo
y su voz, que conecta con sus emociones y da todo de sí, a veces hasta en seis funciones en una
noche. “No puedo olvidar nunca mi formación. Me entrené con Eugenio Barba y Rassmussen- Iben- y
cuando estoy frente al público intento que esos `sentidos entrenados` se vean, estén allí”, asegura. Le interesa que ese recorrido emocional y corporal- de la motivación del personaje- se perciba siempre. “Intento buscar en el proceso de ensayos la tensión que hay con el otro actor-personaje, en este caso mi “ marido” y lanzarme como una fiera sobre él”, completa y vuelve a reír como un acordeón.
Y vaya que logra hacerlo.
–¿Cómo siente al país en estos momentos? ¿Cómo artista que le llega?
–Lo que yo puedo percibir es que es un momento muy especial, en el que durante cuatro meses hubo una energía muy fuerte, muy aguerrida. Nadie podía ser indiferente a lo que estaba pasando y cada uno, desde su lugar, ha aportado y hecho lo que podía hacer. El teatro ha resistido, es un acto heroico. Actores, técnicos, actores, incluso el mismo público.
–¿Cómo percibe a los venezolanos?
–El venezolano es una persona con energía, fuerza y una visión de mundo. Me parecen muy positivos y cariñosos. Tienen mucha garra y muchas ganas de luchar por lo que creen que es justo. Es eso lo que veo en la gente.
–¿Qué podría destacar sobre su participación en Peces del Guaire?
–La experiencia de Peces del Guaire era un buen termómetro de lo que estaba pasando y nos ponía a todos en un nivel de conversatorio y de compartir sentimientos experiencias, aspiraciones que el venezolano lleva adelante y por las que lucha.
–En la tradición teatral argentina y latinoamericana de los años 70 y 80, la figura del grupo es fundamental para darle solidez a una propuesta. ¿Haces parte de algún grupo en Buenos Aires?
–El grupo vinculado al Odin Theater y a la escuela de Eugenio Barba- otro que nos visitó y dejó escuela en el país- El Baldío, apoyados por el Odin, si hace un par de espectáculos al año, aunque ya no recibe subsidio. No estoy completamente desvinculada, pero soy más bien agente libre.

Orfandad y vuelo
Natalia Morlacci, había comenzado su trabajo como actriz al lado de uno de los grandes maestros de la actuación, dirección y dramaturgia argentina contemporánea: el psiquiatra Eduardo Tato Pavlovsky, precursor del psicodrama en América Latina. En 1976, él había estado de visita con un espectáculo en el extinto Festival Internacional de Teatro de Caracas. Más que director, fue su maestro, su guía. “Todo, todo se lo consultaba a Tato”, confiesa. Hace dos años Pavlosvky murió y según relata fue un golpe muy duro: “Sentí una profunda orfandad”.
Gestión Cultural. El teatro como memoria
En la página web de la actriz se aprecia un proyecto apasionante que la inscribe en la gestión cultural madrileña: Escénate. Sobre él nos explica: “Instrumentalizar y contar la cultura intangible: las tradiciones de un lugar determinado, una costumbre e incluso un hábito gastronómico. Poner el teatro en espacios no convencionales. Trabajar el concepto que nos encargaban, para darle sustento dramático y desde allí presentar al público tanto del lugar como visitantes, esa tradición hecha teatro”. Escénate se inició en 2011 y duró un par de años, hasta el cambio de las políticas municipales de cultura.