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Obras del Premio Eugenio Mendoza #15 descifradas por sus autores

12 autores presentaron su visión sobre la cotidianidad venezolana expresada en diferentes formatos, texturas, temas y épocas

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El arte es anacrónico, pues todos los artistas, todos los humanos, gozan de la libertad de explorar el pasado, presente e inclusive agorar el futuro a través de la belleza materializada en objetos. La complejidad de los tiempos, el anhelo de un presente menos cruel y la sintonía con lo que aqueja a la sociedad venezolana son temas que se exhiben en la Sala Eugenio Mendoza, ubicada en la Universidad Metropolitana en Caracas.

Se trata de la edición número 15 del Premio Eugenio Mendoza, un homenaje a la creatividad venezolana y extranjera. El sábado 26 de enero la sala estuvo repleta de personajes importantes, curiosos y amantes del arte, pues a partir de ese día, y hasta el 6 de abril, estará abierta al público.

Los presentes transitan por la entrada, y hacia las obras, desde la derecha (pareciera ser el orden instintivo para apreciar esta exposición). Las piezas son complejas y requieren de cierto tiempo para ser admiradas, acaso se puede comprender en su totalidad lo que el artista quiso transmitir; las obras están allí para que el público interprete y entienda lo que quiera de ellas –en esto coinciden los artistas presentes en la sala–.

Defunciones comprobadas. Por Edisson Urgilés

Dianora Pérez comentó sobre su obra, Defunciones comprobadas, que “cuenta con 763 virutas de pino grabadas en braille con la inscripción ‘vencidos con infinita crueldad’. Cada una de ellas representa a una persona vencida por la crueldad del poder. La obra tiene que ver con un relato de la Isla de Los Pinos, ubicada en Cuba, que actualmente se llama Isla de la Juventud. En ese lugar se encontraba un presidio donde murieron centenares de personas. Yo hago un monumento en honor a ellos partiendo de la literatura. La manera de representarla fue como en una fosa común en la que hay una cantidad de personas, cada viruta aluda al lugar donde estaba, sin embargo, cada una tiene un cuerpo sólido”.

El uso de braille no es nuevo para la artista, pues lleva bastante tiempo trabajando con él: “Me encanta el código porque puedes escribir en él sin que muchos te puedan entender, es como gritar tantas veces y que no te escuchen; decir, decir y decir y que no te oigan. Es ese silencio. Es importante resaltar que la obra no es solo esto aquí, es el trabajo de investigación buscar los materiales (que no es fácil) y luego la elaboración que tomó como 3 meses para escribir con braille viruta a viruta”.

Una señora pasó frente a la obra y comentó “parece arena para gatos”. Luego, –entre risas– Pérez explicó: “Es una obra para curiosos, porque la vez a simple vista y parece cualquier cosa, solo si te atreves a ver a acercarte un poco más es que puedes profundizar en ella. El espectador construye la obra y eso me encanta porque, a veces, quien la ve tiene más información que yo”.

En el ambiente se percibe el acento español, y no es de extrañar, ya que la Sala Eugenio Mendoza contó con el apoyo de la Embajada de España para su decimoquinta edición. “Venga, que esta obra me causa como nostalgia”, comentó otro espectador en la galería al ver la obra de Rafael Arteaga, Damnatio memoriae.

Damnatio memoriae. Foto: Edisson Urgilés

“En este caso yo trabajé el tema de la identidad, como venezolano, como un derecho fundamental a tener un documento que certifique tu ciudadanía. Esto, en la actualidad, se ha visto afectado por cuestiones políticas e ideológicas, entonces yo lo abordo a través del arte. La obra está compuesta por 16 retratos de inmigrantes que llegaron a Venezuela entre las décadas de 1960 y 1980. Hago una especie de alegoría a su documentación. Es la reinterpretación de la burocracia que respalda, lo que te certifica como venezolano”, apuntó Arteaga.

Se pueden leer palabras que para el autor son clave en el proceso burocrático para obtener una nueva identidad: “Rechazado, anulado, aceptado… son palabras puntuales que pueden determinar todo un trámite. Es un tema muy en boga, no solo para los venezolanos que están ahorita saliendo para el exterior, sino para todos aquellos que están en búsqueda de una nueva ciudadanía o papeles para poder trabajar. Jugué con este proyecto, coloqué estas palabras sobre el rostro porque me parece muy significativo. Me parece pertinente tocar este tema en la actualidad por la diáspora, pero quise darle otra visión a esta situación que está sucediendo: son fotografías que representan a la Venezuela que recibió inmigrantes hace muchos años”, explicó el autor.

Un video de un hombre comiendo una sardina cruda sorprende a un grupo de espectadores. Sus rostros revelan sentimientos de repulsión y de asco, “¿pero, por qué cruda?”, preguntaba en voz alta uno de ellos. Es la obra de Alejandro Miguel Torrealba Estado/Digestión, que además del video, muestra ocho fotografías, un vaso y un plato vacío. “Es una obra que surge de ser un transeúnte de caracas. Es un trabajo de recolección de objetos significativos de uso doméstico, pero que hoy en día,están vacíos. Esto proviene de una ineficiencia alimentaria que tiene su raíz netamente en el Estado. Viene de allá arriba ese colapso”.

Estado/Digestión. Foto: Edisson Urgilés

“Yo ingiero una sardina cruda, que nos habla de sabor y desagrado, porque quiero hacer bulla sobre esa crudeza que existe en la sociedad para conseguir alimentos. Se sostiene en dos paralelos, el agua y el gas natural. La obra gira en torno a esa problemática de la estética del arte. Es hacer crítica y reflexión sobre lo que estamos viviendo”, comentó el artista.

Otra de las 12 obras que se encuentran en la Sala Mendoza es la reinterpretación de la obra Le Radeau de la Méduse (cuadro de Géricault) en manos de la artista Emily Jolie. Tres balsas cuelgan del techo, el público sube la mirada e intenta descifrar su significado; luego bajan la mirada y se consiguen con unos artefactos hogareños apilados y pintados de blanco en el piso.

Jolie comenta sobre A 200 años navegando “sur le radeau” que: “Partiendo de la historia original del cuadro, y el contexto actual de Venezuela y el mundo (esos terribles naufragios de venezolanos, de sirios y africanos), creé unas balsas más actualizadas, con elementos fotográficos reales. Cada una de ellas representa un momento en la obra de Géricault: uno en que tienen esperanza y van hacia arriba, otro donde los que están resignados a la locura y la muerte; y por último, los muertos. La parte de abajo, lo que yo llamo ‘el muelle’ es lo que deja en tierra un exiliado. Todos los que se van dejan un montón de objetos y estos son retención de la memoria, de un pasado, una historia y el aura de algo. El naufragio es un caos que nos unifica”.

A 200 años navegando “sur le radeau” . Foto: Edisson Urgilés

La exposición permite respirar un aire de alivio, de anhelo y de esperanza. Los artistas convergen en que la inmigración es dura, que Venezuela atraviesa un momento terrible en todos los aspectos posibles, pero que de allí se pueden conseguir elementos que reflejen la belleza oculta en el miedo y el coraje de buscar siempre una mejor vida. La galería está abierta al público de lunes a sábado de 8:30 am hasta las 5:00pm, y la premiación se llevará a cabo el día 19 de febrero.