Pancho Quilici: Me mueve el asombro
El artista encuentra en Caracas todo el potencial que necesita para crear pero en París también vive momentos de felicidad

Pancho Quilici es uno de los cuatro artistas venezolanos junto a Adrián Pujol, Ricardo Benaim y Roberto De La Fuente que integran la exposición Caracas, el lugar, abierta al público en la Galería CAF de Altamira. El día de la inauguración del evento, no estaba en Caracas y para conocer más de su desconcertante trabajo lo llamé por teléfono a París, donde reside desde 1980. La entrevista comienza por El Silencio y Aula Magna obras de gran belleza, compleja ejecución que están en la muestra y que, sin duda, ameritan el comentario de su autor.
–Estas obras son parte de un trabajo que hice – dice el artista- para una exposición que realicé en el marco de la fundación de La Previsora. El tema era Caracas y en esa muestra desarrollé un poco la iconografía, la arquitectura, la memoria, y algunos de los aspectos que he idealizado e internalizado de Caracas, la ciudad de mi origen, infancia y el resto de mi vida. Me concentré en el desarrollo de algunos de los diseños arquitectónicos más importantes de la ciudad, con la curadora Carola Barrios. Ella me acercó al concepto, la problemática y a los símbolos de cada una de las formas de las edificaciones y además me pasó los planos de las construcciones que posteriormente intervine con un programa de computadora.
–Una vez que tengo el cuerpo arquitectónico – agrega Quilici – lo asumo como un personaje, hago que exista, le permito relacionarse con el espacio circundante, penetro en su interior y desde allí veo todo desde otra perspectiva.

–La idea de mi trabajo – explica — siempre ha sido la de sobreponer mis dos mundos, uno informal, caótico , un poco lírico que trata de describir un espacio que puede ser un paisaje o un espacio puro. En otras palabras, dispongo un fondo caótico y lo quiero caótico para darle dramatismo y subjetividad a todas las cosas, y entonces en otro plano, tengo la posibilidad de sobreponer una información técnica, digital, precisa, calculada. Los dos planos o mundos se pueden desplazar y desprender uno del otro o permanecer integrados en el mismo lugar.
— Hay una brecha enorme entre el cuidado y el destino de los edificios emblemáticos europeos y los venezolanos. Para muestra la Torre Eiffel vs El Helicoide, un edificio que nunca se culminó y donde actualmente funciona una cárcel. Esa misma contradicción se encuentra entre sus obras de arte y las construcciones reales que las inspiran, entre las verdaderas Torres del Silencio y su obra El Silencio, por ejemplo. Por eso le pregunto ¿Cómo enfrenta tantas contradicciones?
–Interesantísimo. Justamente estos objetos que tienen toda esa carga que usted menciona, que son objetos no terminados, en contextos difíciles, críticos, donde nada es complaciente, tienen para mí la fascinación dada por el caos y el orden. Como dije anteriormente, yo creo que Caracas corresponde a esa idea que yo he desarrollado siempre, en la cual, por encima de algo sumamente caótico donde está muy presente la naturaleza, aflora la intención de un orden. Esta imagen me parece más potente que la identidad confortable y segura de París.

–Mientras la mayoría de los artistas pintan El Ávila como una montaña, usted representa el cerro habitado y lleno de ranchos. Además, le coloca por delante una figura geométrica ¿Por qué?
— Exactamente. Eso es un montaje intelectual. Ahí tenemos otra vez los dos elementos. El elemento caótico, que está detrás como un componente de una tendencia científicamente relacionada con el desorden, la miseria y la entropía; y dentro de todo eso, quiero rescatar el espíritu y la razón. Me imagino que ese tetraedro traduce el potencial espiritual que quizás navega, viaja o duerme en El Ávila.
–¿Una potencialidad en lugar de una realidad?
–Sí. Es un sujeto, un personaje mucho más apasionante. Para un artista que está en la búsqueda de lo plástico, lo transformable, lo que se puede recrear es mucho más interesante Caracas que París.
–Creo que las edificaciones arquitectónicas que tienen un valor patrimonial deberían recibir cuidados por parte de todos los gobiernos. En Caracas, por el contrario, se pintó el Panteón Nacional de un color que dista mucho de su tono original; Villa Santa Inés se convirtió en una oficina con un techo cubierto de luces de neón; en Las Torres de El Silencio se clausuraron pasillos para hacer cubículos y hay filtraciones y deterioro por doquier. Lo peor; El Helicoide ¿No le parece?
–Si claro, claro. Y es justamente la transformación de la perversión de todas esas cosas, lo que más me interesa. Esa inquietud la plasmé intuitivamente en la exposición en La Previsora que hice con la curadora Carola Barrios en 2007 y ahora que Mariela Provenzali me invitó a la exposición de la Galería CAF, me parece maravillosos tener una obra hecha que funciona desde la nostalgia como una forma de reflexión silenciosa.

–¿Podría comentar su trabajo titulado Vers une dilatation temporelle?,
— Es una obra de gran formato. La hice después de esta serie para Caracas. Se trata de formas vertiginosas y una geografía, que no es necesariamente El Ávila, sino la geografía en la cual yo viví en Venezuela. Quise recordarla y transformarla en una especie de geografía universal. En ese trabajo juego con las formas topográficas y las formas constructivas, líneas, planos, etc. Entonces, esa obra tiene una especie de lejana influencia de esa exposición sobre el tema de Caracas y la incluí en esta muestra porque en ella estoy haciendo un vuelo un poco frenético sin gravedad.
Aclara Pancho Quilici que no tuvo la intención en esta obra de lograr una imagen futurista sino utilizar la geometría pura para crear en un cuadro grande, la hiperdeformación de la perspectiva que produce ese efecto de vorágine. Es un poco como hacer un viaje hacia un punto de fuga y también pasar a través de sus memorias, impresiones y las sensaciones que tienen que ver con el paisaje y el espacio.
–Y aquí cabe una interrogante sobre usted como protagonista de su obra…
— La verdad es que me mueve verificar los espacios y las situaciones en las cuales puedo transitar dentro de la obra y que, en general, son nuestras ciudades. Yo nunca trato temas precisos, políticos o sociales porque siempre pienso que de alguna manera están implícitos en mi obra y sujetos a la libre interpretación del espectador.
Le recordamos a Quilici dos exposiciones en las que participó en Caracas en los 90, una en la Galería de Arte Nacional llamada El Planeta se mira a sí mismo una muestra temática – afirma-donde él se apartó del tema de la catástrofe ecológica que vivimos para plantear temas más emotivos y profundos. La segunda, que tuvo lugar en el Celarg se llamó En los lazos del desprender, donde hizo una obra intelectual y estructuralmente compleja.
–¿Cómo ha evolucionado su trabajo en las últimas cuatro décadas?
–Cada proyecto tiene su intensidad, trabajo todos los días y vivo todo lo que se vive hoy en día. El trabajo no cambia pero evolucionan mis intereses . Ahora mi asombro se dirige al tema de la física y la astrofísica. Yo trabajo todos los días con el asombro que me produce el mundo.