Penélope o la parodia de un país decadente
La obra de José Gabriel Núñez escrita hace 30 años cobra vigencia en la dirección de Daniel Uribe y se presenta en el Teatro Bar de Las Mercedes en un clímax impuesto por el bolero y el rudo merengue que invita a moverlo…sua-ve-ci-to.

La obra transcurre en un bar, el Teatro Bar de Las Mercedes, donde se disfruta del drama y se liba a precios de mercado. Penélope y el resto de la manada se mueven entre el cliente-público al ritmo de boleros y merengues pecaminosos. La puesta en escena de Daniel Uribe, directa al hígado y los sentidos, denota una familiaridad con la dramaturgia de José Gabriel Núñez con la que se ha familiarizado desde Los peces del acuario, montada en la UCAB en los tiempos estudiantiles, y luego con Rajatabla, y Fango Negro Teatro en autobús. Núñez y Carlos Giménez son los padres artísticos de Uribe quien viene de la promoción del Centro de Directores para el Nuevo Teatro que fundara Giménez hace casi 40 años.
-Conozco muy bien los arquetipos de los personajes de José Gabriel –declara de entrada Daniel Uribe-, la decadencia de los mismos y esa identificación social y antropológica con la realidad venezolana y latinoamericana. Por eso creo que Penélope llevada ahora al concepto hiperrealista le da al trabajo una veracidad decadente que viven los venezolanos. El bar de Penélope es Venezuela y sus personajes se encuentran enjaulados en esta realidad imposible de salir.
Menéalo, suavecito, menéalo un poquito…Tum, tum, tum. Retumban las cornetas con el movimiento de cuerpos insinuantes, mujeres despernancadas, besos pecaminosos…
La Sietecueros (Evelyn Navas), La Perniciosa (Lizzy Escobar) sonsacan al público masculino y le susurran al oído las letras con insinuantes besuqueos; las damas observan divertidas, pero aprovechando el vacío El Verraco (David Castro) las aborda con ofrecimientos de lucrativos negocios y ” bisness”. El escenario es la pista pero la acción se desplaza hacia la barra donde los meseros y bartenders asumen su papel frente a una Penélope-empresaria (Fernando Delfino) que ordena cuadruplicar los precios de las bebidas, mientras La Malvaloca (Valentina Garrido), Federica. (Zohira Boudhene), María Belén (Karielma González) y Casandra(Eddi Requena), van preparando el ambiente que presagia la tragedia, aunque ésta ya marcha sobre sus propios pies.

-Todo ocurre en un bar –añade Uribe-. Nadie habló de un burdel. Venezuela es un lugar donde los valores y principios tienen un precio. Esa es la comparación que queremos hacer con la pieza. No se trata de un burdel o no. Se trata de la pérdida de valores y principios de un país.
Ora bailando, ora proveyendo drogas, ora hartandose de placer, el diputado Juancho Paredes (Omar Lugo), con voz estentórea, habla de patria, de enemigos externos, de amor al pueblo. Apura a Penélope para que le escriba un discurso salvador. El dramaturgo José Gabriel Núñez la escribió hace tres décadas y hoy las cosas adquieren un sentido elíptico, exponencial. Pero Omar Lugo es en la vida real el veterano periodista de la fuente económica y actual director del portal El Estímulo, cosa que provoca incredulidad entre el público. ¡No te lo puedo creer! Munido de una sólida formación teatral con el GA 80, El Taller del Actor, estudios en la Casa del Artista con los mejores de la casa, más los que hizo en Brasil en paralelo a corresponsalías de prensa, con un recorrido dramatúrgico que abarca desde Pirandello hasta el mismo Núñez. Lugo acepta con buen talante, la excusa del periodista que creyó que el colega andaba tirando una cana al aire cuando se lo topó en el bar, antes que el bar fuera teatro.
-El diputado de José Gabriel y Penélope –explica- son amigos entrañables de la vida. Su relación no es homosexual. Son los mejores amigos, pese a sus muy diferentes orígenes sociales y avatares de la vida. Ese burdel es el lugar cómodo y familiar para Juancho Paredes, las putas son sus amigas y la Perniciosa – que justamente es la más nefasta e intrigante- es su mejor proveedora carnal.
Menéalo suavecito
Con las manos en la cintura sigan meneando…. a ha
Empujando pecho con pecho sigan meneando…. a ha
Rejoneando lo más que puedan sigan meneando….a ha
-Actoralmente –le preguntamos a Fernando Delfino en vías de transformarse en Penélope, personaje que por cierto no es femenino, acaso amanerado, pero de recio carácter- qué te aporta este personaje?
-Lo asumo con muchísima responsabilidad y trato, dentro de lo que cabe, de hacerlo con serenidad. En la medida que voy en el proceso de transformación va empezando a aflorar esa personalidad que tiene Penélope que tiene un mundo absolutamente distinto al mío. Actoralmente es un reto porque yo creo que cada uno de los proyectos exige que uno se supere a sí mismo; mi competencia siempre ha sido conmigo mismo: enfrentar personajes que exijan un cambio no solamente en mi forma de actuar cotidiana sino en mi forma de pensar. Detrás de cada personaje y de cada obra siempre queda una reflexión, que no solo se la lleva el público sino que los actores podamos asumir esa reflexión alrededor de un tema. Y en el caso de esta obra del maestro José Gabriel Núñez hay que saber entender e hilvanar cada uno de los textos, cada uno de los parlamentos.

Dramaturgia frondosa
La dramaturgia de José Gabriel Núñez Raffalli (Carúpano, 1937) es frondosa como rico es su quehacer artístico que se expresa igualmente en su trabajo de guionista para cine y TV y su labor gremial en la desaparecida Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro o en la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela. Peces del acuario (1967), Tú quieres que me coma el tigre, Madame Pompinette, María Cristina me quiere gobernar, Fango Negro, Casa de sangre y ceniza, forman parte de su amplio repertorio obligante para la gente del medio que sobrepasa las 30 piezas. Algunas de ellas tuvieron largas temporadas en sala (María Cristina Lozada gobernó en varios escenarios) y dejaron en la prensa varias polémicas.
José Gabriel Núñez fue docente y director del Instituto Universitario de Teatro, aparte de poseer un título de economista que no pocos auxilios le prestó en los duros momentos de las salas cerradas. Ganador en 2003 del Premio Nacional de Teatro, Núñez y su obra no han sido ajenos al acontecer político y social del país, desde su compromiso en las luchas contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez hasta el complejo tránsito de los primeros años de la democracia y los enfrentamientos que se sucedieron con la lucha armada, aspectos que él refleja en su obra no siempre del gusto de todos.
-Penélope y el diputado –explica Uribe- generan una dependencia de la decadencia. Dos perdedores de las sociedades latinoamericanas. Dos personajes que apostaron y perdieron en el camino porque apostaron a la destrucción y no a la construcción de un país. Uno depende del otro y es una simbiosis a nivel de dramaturgia y del concepto del director. La preponderancia se deja en la lectura del espectador. Se trabajó a priori a los dos personajes como lanzas fundamentales del espectáculo.

-Al final –concluye Omar Lugo-, ese diputado es un arquetipo de un tipo de personajes de la política…una mezcla de tantos personajes de la política que hemos conocido en estos años de cambios y recambios. Para mí está inspirado en figuras de la vida misma y se convierte en una antítesis, y causa y efecto de la situación que vivimos. Cuando José Gabriel escribió esa obra hace casi 30 años había algunos personajes como ese, pero se han exponenciado hasta representar una forma de ejercicio del poder. La historia de Venezuela es cíclica, pero como un espiral, a cada vuelta se eleva al extremo, a la N potencia. José Gabriel reescribió la escena final para esta época. Por eso la corrupción, las drogas, el desgobierno del pasado quedan como una caricatura ante la realidad que vivimos…es otro desafío separado para el actor, no quedarse en las caricaturas.
Hay escenas de celos, hay sorpresas, pues Penélope cumplió con su cuota de responsabilidad impuesta por la naturaleza…y procreó una hija que ahora, en el escabroso bar, es una adolescente que vuela alto y se mide con las diestras del pecado. Una adolescente que compite con sus núbiles encantos por los favores (la protección) del chulo mayor, El Verraco. El mismo sentido hiperrealista de la puesta en escena no deja lugar a dudas por el uso descarnado y brutal del lenguaje, los perchereos y amenazas a flor de labio y afiladas navajas, todo medido en el valor y las “ventajas” seductoras de quienes salen al ruedo.

-Una vez internalizado el personaje, una vez entregado al público, una vez en la calle, ¿el actor Fernando Delfino es presa de Penélope?
-Penélope no amanece conmigo en la cama, me acompaña durante un rato porque los parlamentos hablan de nuestra realidad social, política, económica. Es como hacer un poco de catarsis y a la vez hay un gran dolor en las entrañas cuando desgranas ese texto y tienes que decirlo pero sobre todo creerlo. Penélope es mi primer papel importante y de la mano de Daniel Uribe todo me parece una bendición.