Rafael Cadenas: poeta esencial
Yéiber Román, en esta semblanza del gran maestro y poeta Rafael Cadenas ordena bellamente su postura así como los temas fundamentales de su obra ;la humildad, el amor, el fracaso y el cuestionamiento al totalitarismo y la guerra.

El pasado 08 de abril el poeta larense Rafael Cadenas cumplió 90 años de edad. Dada la actual circunstancia en la que todos debemos estar en nuestras casas para cuidar la salud, no fue posible realizar el homenaje que él merece. Sin embargo, en las redes sociales se compartieron muchos de sus poemas o fragmentos de ellos, así como videos de diversas personas leyendo sus versos; todo esto con el fin de celebrar el cumpleaños del mayor poeta vivo de Venezuela. Mientras tanto, queda pendiente la celebración pública de su aniversario.
Aquella manifestación afectuosa en redes permitió ver lo mucho que ha calado la obra de Cadenas en los lectores, tanto nacionales como extranjeros. Que sus poemas traspasaron fronteras y han pasado de generación en generación; que ensayos suyos se hayan vuelto indispensables en las aulas de estudios literarios; que su poética despierte cada vez más fervor con el paso de los años, no es una hazaña fácil de lograr. Uno de tantos factores que ha influido en ello, es la precisión del lenguaje que el poeta emplea en cada uno de sus textos; la capacidad de poder encerrar tanta sabiduría en un poema breve o un aforismo.
«Mi vida / aprende / a no pedir nada». Estos tres versos, presentes en su libro Memorial (Monte Ávila, 1977), son todo un ensayo sobre la humildad, una de las mayores virtudes que Rafael Cadenas ha demostrado siempre. La idea de impedir una actitud llena de ego en el poeta, aparece tanto en su poesía como en sus Dichos y entrevistas. Su postura se ha caracterizado por vivir en el desprendimiento; en la desnudez: «Sé / que si no llego a ser nadie / habré perdido mi vida». Ser nadie. Un hecho que tal vez cueste aceptar a muchos autores que se dediquen al arte de cualquier género. El poeta ya había hablado al respecto en las Conversaciones que tuvo con María Ramírez Ribes (1997, Fondo Editorial Pequeña Venecia): «en los intelectuales y los artistas existe siempre la tentación de la vanidad. Se requiere muchísima vigilancia para darse cuenta de ese aspecto, es muy importante ver las reacciones que tenemos porque muchas de esas reacciones no tienen que ver con la obra en sí, sino con el ego».
De igual manera, Cadenas ha expuesto en su poética lo que el psicoanalista cubano-venezolano Rafael López Pedraza denominó en uno de sus ensayos «conciencia del fracaso», lo cual pareciera no ser cónsono en un mundo donde se promueve el éxito constante y que, de no alcanzarlo, nuestra cotidianidad se vería sumamente afectada. El poeta hace lo contrario: acoge el fracaso, pues es justo en las caídas donde surgen, de a poco, las virtudes del ser humano: «Me has hecho humilde, silencioso y rebelde. / Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado / ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido».
Es de destacar su preocupación hacia cuán desvirtuado se encuentra el lenguaje en cuanto a la política se refiere. Así como en 1985 Rafael Cadenas expresó sus sugerencias sobre la enseñanza del castellano en Venezuela en el libro En torno al lenguaje —el cual, si se lee hoy, parece más vigente que entonces—, en los últimos años ha cuestionado la retórica del poder tanto en sus discursos al recibir importantes galardones, como en su poética. Por ejemplo, cuando recibió el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana manifestó que el lenguaje en la política «tiene la enorme tarea de enfrentarse a la neo lengua de todo totalitarismo,un peligro para los seres humanos porque los vuelve absolutamente dependientes del Estado». Sobre el segundo aspecto, bastará leer un corto poema presente en En torno a Basho y otros asuntos: «El lenguaje del poder / ¿Qué hace / aquí colgada /de un fusil / la palabra amor?».
Queda entonces extendida la invitación a seguir leyendo a Rafael Cadenas. Leerlo hoy. Leerlo siempre. Seguir celebrando la obra de nuestro poeta mayor, la cual sigue inspirando a poetas de renombre y a aquellos que están escribiendo sus primeros versos, pues como el propio Cadenas dijo en una sus Anotaciones, «¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?».

A continuación, una pequeña selección poética.
***
Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,
tú rematas la más cegadora de las orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a caer,
tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta conflagración
y del primero
al séptimo día
tu cuerpo es un arrogante palacio
donde vive el temblor.
***
Al lector
Los que hacen las reglas
no quieren que hablemos
nosotros
sino
las palabras.
Desean
hacernos desaparecer
de la página;
pero no nos resignamos.
Somos viejos actores.
***
Cómo pudiste vivir
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?
***

Historia
Abro la ventana y veo un ejército que recoge sus víctimas. Espectros que llevan en sus brazos espectros, y adonde camino descubro sus bocas. La penuria de sus trajes no es nada frente a la de sus ojos, y al pus del heroísmo, ¿qué decir de todo eso? Cuerpos transparentes al sol, con tejido de fantasmas. Si olvido, aún sé que siguen recogiendo víctimas —apenas comienzan— y no hay fin, durará hasta la noche y todas las noches y mañana y pasado mañana y después y siempre. Dentro de dos, cinco, nueve, cincuenta, doscientos años abriré nuevamente la ventana y la escena no habrá variado. Los espectros serán los mismos otros, pero ella no se alterará, no habrá modificación, una corrección de última hora.
***
Fracaso
Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.
Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entre leer es tu letra.
Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje
que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para
salvarme.
Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles
éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches
me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer
prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios
suicidas.
Tú siempre has venido al quite.
Sí, tu cuerpo, escupido, odioso, me ha recibido en mi más
pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.
Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja
áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla,
cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel,
mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios,
reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado
ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.
Me has brindado sólo desnudez.
Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!,
pero también me diste la alegría de no temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti que me has privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has obligado.
Gracias por construir con barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.
