“El reino” de Lucas García es un experimento de narrativas
El escritor venezolano revela las inquietudes inherentes a su más reciente publicación

El reino que gobierna Lucas García París difiere de muchas de las historias fantásticas que ensalzan su más reciente publicación. Lo real, sencillo y cotidiano; sus pequeños placeres, su trabajo y su familia, forman parte de una vida común que a través de la narración puede transformarse y trascender.
Para ello el escritor, diseñador, ilustrador y asesor de comunicaciones, creó inconscientemente un laboratorio que tiene como principal meta la consecución de historias. Su primera gran muestra fue Rocanrol (1999), una novela que le valió los premios Reservoir Book (Grijalbo) y Francisco Herrera Luque (Random House Mondadori). En El reino (Ediciones Puntocero, 2017) 13 relatos se agrupan para mostrar cómo ha sido esta última camada de creaciones, cuyo elemento común no es tan fácil de captar. Digamos que forman parte de los experimentos que realiza su autor, producto de una mente inquieta que intenta encontrar en el lenguaje un respiro y una inspiración.
En esta oportunidad, a diferencia de su última compilación de cuentos- Payback (Ediciones Puntocero, 2009)- el elemento noir está distante. Hay distopía, añoranza, soledad, violencia, sexo y diversión, pero en cada uno se aprecia también una muestra de lo humano como eje central. No en vano se pretende aterrizar la perspectiva agigantada del “malo de la historia” Hitler o reproducir el descuido de un matón de la banda de Los Zetas, a quien se le ocurrió hacer un trabajito con su novia.

La charla
García llegó el café de Los Palos Grandes puntual. Pidió un café y esperó. La entrevista sería sobre su libro pero Venezuela, una y otra vez, se coló en la conversación. Es por ello que quizá, no hubo preguntas ni respuestas, más bien fueron ideas sueltas incapaces de acoplarse en un guión preciso.
En general la plática versó sobre el interés reciente del escritor por estudiar e identificar la importancia de la narrativa, no solo en las historias de ficción, sino de la realidad. Desde la película Abre tus ojos (1997), pasando por la mítica Matrix (1999), la serie Westworld (2016) y la literatura de Jorge Luis Borges, García toma ciertas ideas de la ciencia ficción y de la capacidad extraordinaria del escritor argentino, para desarrollar historias, para formular su hipótesis sobre lo fundamental que es una narrativa coherente. Eso sin dejar a un lado la actualidad política nacional, a la que indudablemente somete a juicio.

“¿Qué historia estoy contando? ¿A qué historia pertenezco? ¿Qué personaje encarno en esto?”, son las preguntas a las cuales debe responder una narrativa sólida. “La oposición no tiene narrativa, siempre está dependiendo de la que muestra el gobierno, o es reactiva a la del gobierno. Ellos ( la oposición) no les ofrecen una narrativa propia a la gente y, precisamente, la gente la espera y más cuando la del gobierno se agotó”, analiza el autor sobre la actual disputa política.
Pero así como le hace falta a un ciudadano de a pie confiar y creer en la historia que le cuenta un político, el mismo ser humano necesita tener consciencia de su historia personal, convencerse de que es real ,fundamental y relevante.
Llevando todo un poco al extremo, y tomando la ciencia ficción como el género madre, en uno de los relatos del libro, García practica y juega con estas características. “Después vi Westworld –la serie- y lo comparé. Era como volver a esa idea del personaje que no sabe que es personaje”, comenta al respecto. Somewhere trata sobre un hombre que no distingue si su vida es real o está inmerso en la realidad virtual de un juego. En la serie los personajes se van dando cuenta de que forman parte de una narrativa que les es ajena “pero es peor porque ni siquiera tienen memoria”, destaca García. En Abre tus ojos al personaje del psicólogo también le ocurre lo mismo, se va dando cuenta que está inmerso en una realidad virtual, señala el escritor. “Es un tema muy interesante”, añade.
Esta idea trasciende y se canaliza también en la literatura . Por ejemplo,la obra de Borges es para García París la muestra más pura y más ingeniosa del manejo de la herramienta. “Es el tipo que tiene la biblioteca en la cabeza, está consciente de todas las historias, sabe todas las maneras de cómo contar una historia. Si agarra una, sabe como cambiarla y volverla a contar para transformarla”, señala.
Pero, ¿cómo ejercitar la escritura para lograr afinar la narrativa en cada historia? La respuesta es fácil: Escribiendo. “El relato corto es genial porque te permite hacer el experimento más rápido, pero ojo, hay relatos que yo empecé a escribir y tarde tres años en concluir (…) el cuento es interesante porque puedes comprimir toda la experiencia en un espacio de tiempo reducido”, dice sobre el formato de su experimentación.
Venezuela
Leer un texto de El reino y no asociarlo con lo que sucede en esta época en Venezuela, es difícil. Si bien hay unos cuentos demasiado apartados de nuestra realidad, hay otros en los que las coincidencias parecen evidentes. Conectar el futuro de Hitler que el escritor relata con el de algún dictador de estos lares o quizá conseguir un símil entre la desaparición o persecución de jóvenes disidentes en América Latina, es posible en medio de una narrativa que se ocupa de temas universales.
“Cuando lo sacas a la calle un libro deja de ser tuyo”, dice García sobre el particular y explica que no necesariamente los redactó con esa intención. Claro, esto no invalida la interpretación de cualquiera, pero ciertamente es imposible saber en qué contexto el lector se apropiará de una historia.

Lo que sí es seguro en torno a los últimos acontecimientos es que han desatado una reflexión incesante en García. “Este tema de la mierda me parece simbólicamente muy fuerte”, confiesa. Desde el momento en que los manifestantes tuvieron que bañarse en el río que conduce todas las aguas negras de los citadinos para huir de la represión, hasta la creación de las puputov, bombas de mierda por parte de los jóvenes de la resistencia para atacar a las fuerzas de seguridad, el escritor empezó a pensar sobre lo que hay detrás de esta actuación.
En su concepción, todo forma parte de un símbolo que a veces se pretende negar “pero que está allí y es producto de ti”. “Por lo menos el Guaire , es un río que no tiene fuente. O sea es un río de tu mierda, que atraviesa tu ciudad (…) hay algo allí que debe ser representado. Hay que ver cómo eso resuena”, concluye.