Rocanrol: pasado y presente
En su reseña de la novela de Lucas García París "Rocanrol", Lector Metálico destaca aspectos de la misma como el humor negro del autor, su empleo de imágenes claras para narrar sucesos y frecuentes alusiones a la cultura pop.

Ediciones Puntocero (Caracas – Barcelona) adiciona a su catálogo la novela Rocanrol (2018), escrita por el narrador e ilustrador Lucas García París. Originalmente fue publicada en el año 2002, cuando se hizo acreedora del Premio Internacional de Novela Francisco Herrera Luque en el año 1999, convocado por la editorial Grijalbo de Venezuela.
En la edición del presente año, Lucas García introduce un prólogo, no más que una suerte de invitación para revisar las motivaciones que le llevaron a concebir esta obra. Recuerda haberla desarrollado entre los años 1996 y 1998. Dos escenas en la órbita de su imaginario, impulsan el proceso creativo: el recuento del primer momento íntimo entre un famoso locutor y su novia millonaria, y la negociación de sustancias ilícitas en la cabina de radio durante una entrevista. Inspirado por la serie televisiva Seinfield; los libros de Gabriel García Márquez; y las películas Goodfellas (Martin Scorsese, 1990) y Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994), decide entonces acompañar al distintivo personaje que habita en su cabeza. Así nace Rocanrol.
La historia gira en torno a las peripecias de Bruno Manrique, locutor de radio y amante de los excesos que ha iniciado una relación amorosa con “Tita” Ortiz, hija de un acaudalado e influyente hombre de la política. Mientras disfruta de las mieles de la fama y del amor, le llega la propuesta de animar un multitudinario concierto en la isla de Margarita. La aceptación de dicha faena lo llevará a costear un sinfín de disparatadas situaciones: sobrevivir a fiestas llevadas al límite, presenciar un atentado terrorista, y ser cómplice de una estafa, entre otras.
Rocanrol representa el espectáculo de anti valores emergidos durante la década de los años 90: el consumo de drogas en las altas esferas de la sociedad; y los actos de corrupción que hacen sinergia entre la política y el show business. Aunque la historia se vale de estos panoramas, está lejos de ser una propuesta crítica, el autor recurre a estos escenarios para construir el aparato ficcional que le permite dar credibilidad a los personajes.
En esta novela traslucen tres singularidades que definen la narrativa de Lucas: 1) diálogos cargados de humor; 2) la construcción de imágenes claras que incrementan el ritmo de las acciones realizadas por los personajes; y 3) constantes referencias de la cultura pop insertadas a lo largo de la historia.
Bien he dicho que la novela dista de ser una propuesta crítica sobre la generación de los 90 (esto lo aclara el autor en el prólogo); pero llama la atención que por momentos la historia adquiere un aire premonitorio acerca del nuevo milenio, el cual se aproxima plagado de tendencias progresistas:
El fin del milenio no parece traer sino desgracias. Enciendo el televisor y solo pasan programas de opinión sobre abortos e incestos. No paran de entrevistar a travestidos que se quitan los sostenes frente a las cámaras y se exprimen los senos falsos de silicona con grandilocuente orgullo. Las noticias solo relatan las fugas de banqueros corruptos, ministros ladrones y queridas exitosas. Todas las propagandas (las de jabón, las de pañales, las de cauchos, las de carros, las de automercados, las de insecticidas) muestran rubias tetonas. A veces, la rubia tetona ni siquiera es mujer. Mi generación lo ve todo con indiferencia. No nos importan los miles de kilómetros de selva amazónica que día a día se transforman en palillos de dientes y muebles de rattan, no nos importa el hueco en la capa de ozono, la lluvia ácida, el incremento de la tasa de mortalidad infantil, la mala música rock, los malditos cigarrillos mentolados bajos en nicotina que de todas formas dan cáncer, el SIDA, el Ébola, la guerrilla colombiana, la hiperinflación. No nos importa nada. Nacemos cansados por lo mucho que corrieron nuestros padres y nos caemos antes de recibir el primer puñetazo. (cap.2 – párr.1) |
Escarbando en los diálogos (que vistos desde otra panorámica generan terror, lástima, y otras emociones similares propias del humor negro); se extraen curiosos hechos que figuran en nuestra edad moderna: la mención de la visita de Jaqueline Kennedy a Venezuela; la reinterpretación de uno de los movimientos telúricos más devastadores de nuestra historia reciente; y el bochornoso recuerdo de un ministro que casi pierde el control de sus facultades en una importante rueda de prensa.
Por otro lado, a Lucas se le ha etiquetado como un escritor del género Pulp, donde el argumento se centra en las acciones, restando interés a las motivaciones que las producen. Referente a las acciones descritas en Rocanrol, el escritor aprovecha su formación como ilustrador, para equipar a su prosa de la dinámica que caracteriza al comic (por ello el trepidante ritmo de su narrativa apoyada en las imágenes). Este rasgo es la columna vertebral de sus novelas y cuentos: Payback (Ediciones Puntocero, 2009); La más fiera de las bestias (Ediciones Puntocero, 2011); Acabose (Sudaquia, 2014); El reino (Ediciones Puntocero, 2017). Ahora, con respecto al manejo de las motivaciones que desencadenan los actos de los personajes, llego a la conclusión de que el imperante humor que hay en sus obras, encubre un plan bien orquestado: la documentación del absurdo mundo que le agobia.
Lucas García es un hábil narrador que nos ha tendido una trampa: nos induce a la relajación, fingiendo despreocupación ante el universo que reproduce en el papel, y estando absortos en el descuido, nos catapulta y estampa contra un muro. El humor es el modo inteligente de enjuiciar a la realidad.
Larga vida al Rocanrol.