“Rubieras”, una película sobre la violencia como estrategia de dominio
Una masacre de indígenas que aún retumba en la memoria de la etnia Quiva, es el hilo conductor de un film denso y complejo

De una conversación entre los cineastas Eric Splinter y Yann Manuguerra con Juan Carlos Rodríguez, artista y luchador social venezolano, surgió la idea de la película Rubieras de la casa productora Altermedia. Es un largometraje que presenta la matanza de 16 indígenas en el hato La Rubiera, ubicado en la frontera colombo – venezolana, en el año 1967, como la excusa para poner en pantalla el tema de la deshumanización como herramienta de control por parte del sistema dominante.
“Lo que queremos mostrar es la violencia y el miedo como estrategia para deformar la identidad de los pueblos”, aclara Splinter, antropólogo y director del film.
Aunque “es una producción de época”, el cineasta explica que también se entrecruza con elementos contemporáneos como la emigración de jóvenes venezolanos hacia otras fronteras en búsqueda del gran sueño americano y el golpe de Estado del año 2002 en Venezuela. Esto permite al espectador relacionar con mayor facilidad y cercanía hechos del pasado con el presente y mostrar que “hay un proceso escalonado de represión del que nosotros también formamos parte, aunque no nos demos cuenta”.

Para Manuguerra, productor del largometraje, “por ser un tema tan complejo que genera conversaciones filosóficas, nos pareció idóneo trabajarlo con el género docuficción. Pudimos incluir los datos obtenidos de la investigación de Juan Carlos Rodríguez sobre la masacre de estos indígenas y también entrevistas a personajes reconocidos como: Jeff Mascovsky y Ronny Velásquez (antropólogos) o Soffiyah Elijah y Keymer Ávila (criminólogos), que explican desde su disciplina el conflicto presente en la película”.
“Mientras que la ficción nos permitió mostrar el conflicto interno que vive el protagonista. ¿Y es que hay otra forma de mostrar eso que no sea a través de las expresiones del rostro, de la mirada? No. Necesitamos poner al actor a vivir esa experiencia mediante la actuación. Grabamos un drama interno. ¡Para eso sirve la ficción!”, añade el director.
Además, aseguran que quieren continuar “explotando” este género con Altermedia porque “no hay recursos suficientes para montar ficciones con cierto nivel de competitividad”. Además, de que contribuye a crear valores a mediano y largo plazo si se trabaja con cierto nivel estético.
Desde la diferencia
-El personaje protagónico lo interpreta el actor Pedro Pablo Porras y se llama Juan -dice Splinter y continúa- Él es un joven que desesperado por salir de su país se compromete con Armando (Ludwig Pineda), un hombre muy malo, a difundir falsas noticias con tal de que le den una beca para estudiar en Estados Unidos. En el camino de buscar la supuesta noticia, él cambia. Pretende timar, pero termina siendo engañado. Es un antihéroe. Tiene una idea de lo que es una sociedad decente y juzga al otro a partir de esa concepción.
En un primer momento cuesta entender cómo se relaciona la masacre de los indígenas con las peripecias del personaje protagónico. Sobre ello el director apunta que el elemento común es la deshumanización: “Nuestra experiencia internacional –yo viví en Norteamérica muchos años, Manuguerra es de origen europeo y ambos estamos hace varios años en Venezuela- nos permite darnos cuenta de que el Norte también deshumaniza a Hispanoamérica y África, de la misma forma en la que los criollos lo hicieron con los aborígenes. El indio se mata porque no es moderno, el latino no se tolera por el subdesarrollo que representa. Es el mismo procedimiento intelectual. En ambos casos se ve al otro desde la distancia y la diferencia”.
“Hay muchas maneras de matar y la primera es simbólica”, añade el productor Manuguerra.
Para los cineastas, además de contribuir en la discusión sobre el tema central, uno de sus aportes es mostrar que en el país se pueden hacer productos de altísima calidad con escasos recursos. “No pretendemos resolver nada. Si logramos que la gente note que el miedo se usa productivamente en términos políticos y que es una mentira que el paraíso se encuentra del otro lado es un gran logro. Queremos dejar una preocupación, la sensación de que algo pasa”, añade Splinter.
La estética como mensaje
Para el realizador es “inconcebible” que hayan tardado tres años en hacer esta producción y que aún se encuentren a la espera de que alguna de las instituciones encargadas del cine con sello venezolano les informe cuándo será la fecha de estreno.
“Creo que la Fundación Villa del Cine debería funcionar como una plataforma técnica de la producción independiente porque cuando se hace una realización desde lo gubernamental se convierte en publicidad. Aunque tenemos nuestro pensamiento político, todas las pequeñas casas productoras que hacemos vida en el país somos flexibles y manejamos estéticas diferentes. Deben abrir más convocatorias y ser más accesibles”, expresó.
Splinter considera que la estética debe prevalecer en nuestro cine independiente “porque eso ya es un mensaje político. El cine es una herramienta de combate de lo simbólico, de nuestra identidad”.
Fotos: Yann Manuguerra