El sentir africano y la tradición nuestra en una danza
Con ritmos llaneros, afro e indígenas, el Elenco Tradicional de la Fundación Compañía Nacional de Danza festeja sus 10 años

Bajo este cielo azul es una síntesis de los diez años de investigación y trabajo que ha compartido Carmen Ortiz con los bailarines de la Fundación Compañía Nacional de Danza (Fcnd). En ella se entremezclan elementos de las grandes pasiones que han dirigido la vida artística de esta mujer: la tradición venezolana, la danza contemporánea, la danza contemporánea expresión africana y la gestualidad que todas ellas comparten.
El resultado se presenta por última ocasión este 27 de noviembre del 2016 en el marco de la celebración del décimo aniversario de la Compañía Nacional. El elenco de Danza Tradicional- Popular de la agrupación pasea al espectador por la diversidad cultural venezolana a través de sus movimientos.

Investigar, integrar, danzar
Bailarina formada en danza tradicional venezolana y danza contemporánea, se enamoró de la danza expresión africana en los años 90’ en un Encuentro de Creadores organizado por la maestra Hercilia López (Contradanza). Allí conoció a la maestra Flora Théfaine, creadora togolesa residenciada en Francia, que explora y enseña la danza propia de su continente, su visión, su significado y su sentir.
“Me invitó y tuve la oportunidad de ir a Nantes (Francia) a trabajar con ella un tiempo. Allí aprendí la técnica porque yo era muy curiosa, realmente, y le pedía a Flora que me enseñara en clases particulares. Con ella profundicé en esa forma de expresión. Pero, como yo soy bailarina de danza tradicional venezolana, empecé a ver las cosas que nos unen, o sea, los elementos afro que están presentes en lo afrovenezolano. Aunque creemos que lo afro es un todo, cuando profundizas te das cuenta que hay influencias distintas. Empecé a descubrir eso y después me di cuenta del carácter expresivo que tienen las dos cosas”, dice Carmen Ortiz a Esfera Cultural.
Al principio de su carrera como coreógrafa, buscaba sin mayor suerte elementos venezolanos en la danza que se realizaba en el país. “me llamaba mucho la atención que teníamos un lenguaje demasiado extranjero. O sea, yo veía mucho el trabajo posmoderno, veía que había mucha influencia alemana, de la escuela Limón… También me formé en esas líneas, pero siempre me quedaba el huequito de que yo venía de la danza tradicional y que este lenguaje siempre era muy frío, le veía elementos muy europeos”, indica la bailarina.
Como estudiante de una Escuela de Sociología, se cuestionaba también ¿por qué los bailarines de contemporánea no se ríen cuando bailan? ¿Por qué no aparecen los elementos de nuestra tradición?. Esto, sumado a la poca novedad que se podía ver en las danzas nacionalistas y la influencia de Théfaine, la hicieron aventurarse en su propia investigación, que la llevó a acercarse a los pueblos y levantar las manifestaciones culturales del país, o mejor dicho, bebiendo de ellas, como lo aclara: “Me parece que rescatar una tradición es imposible, las tradiciones se rescatan sobre sí mismas y nadie las va a rescatar”.
“Siempre lo he dicho… Quienes llevan la tradición son los cultores, todos los demás somos artistas y como tal tenemos la posibilidad no de transformar, sino de recrear y utilizar esos elementos poéticos que están como subyacentes en las tradiciones para crear nuevos resultados”, Carmen Ortiz.
La Fundación Cultural Sarta de Cuentas, que actualmente dirige Ortiz con su esposo Rafael Bethencourt se ha dedicado a llevar a las calles, plazas, comunidades, centros hospitalarios y demás espacios públicos una propuesta que a través de la danza y el teatro busca incluir a las personas a lo que está aconteciendo frente a sus ojos. Mediante miradas, contacto físico y el uso de objetos como espejos, juguetes y su característico corazón rojo, se enlazan los niños y adultos espectadores al cuadro que los artistas crean.
Bajo este cielo azul
En Sarta de Cuentas se crea esta pieza en el año 2006, pero Ortiz no se atreve a decir que es un remontaje, pues lo único que se mantiene original es el concepto de cada una de las 4 partes de la obra y todo lo demás es una construcción nueva.
Con diez años basando su trabajo en la improvisación, esta vez emprenden la tarea de establecer un patrón coreográfico, lo que significa estructurar un espacio, determinar posiciones y direcciones para los bailarines, lo cual se dejaba anteriormente a su gusto y preferencia, basándose en una idea previamente acordada.
“Ha sido muy interesante para mi retomar ese camino de la coreografía que tenía abandonado. Estoy muy contenta de la oportunidad de poder producir en este momento, poder crear para que el público tenga un espacio, digo yo que pueda ser “diferente”, de ver la danza”, afirma.
Bajo este cielo azul es un resumen de lo que Ortiz ha venido trabajando con la FCND durante estos 10 años: trabajo gestual, interpretación, danza tradicional como hilo conductor y la necesidad de que el público se vuelva parte del espectáculo. “Es un espectáculo en donde la gente va a tocar, va mirar, va a oler”, alega la coreógrafa.

La Fundación Compañía Nacional de Danza cuenta con dos elencos, el Tradicional-Popular y el Contemporáneo. Ortiz decidió trabajar con el primero e invitar a algunos bailarines del segundo, ya que con ellos tiene mayor tiempo trabajando. “Este es un trabajo que aunque es muy sencillo, muy gestual, requiere muchísima precisión y conocimiento de la danza contemporánea expresión africana. Estaba trabajando con estos alumnos que tienen rato siguiéndome, formándose en esa línea conmigo y se dio la oportunidad de poder hacer esta pieza”, dice.
Fusión armónica de diversos elementos
Cuatro obras componen el espectáculo:
Los Traspasados, es el primer cuadro que compone Bajo este cielo azul. Cuatro alegres personajes calzan alpargatas y encarnan la danza teatro para darle vida al llano venezolano en los talleres subterráneos del Teatro Teresa Carreño. “Muestra la jocosidad que nos caracteriza y que a veces pareciese que la perdemos, pero mentira, siempre está ahí presente”, afirma Ortiz.
Bajo este cielo azul versa sobre el amor, elemento fundamental del trabajo de Sarta de Cuentas. En esta obra el joropo oriental une cuerpos, mentes y corazones. Luego, el pálpito del corazón empieza a sintonizarse con el ritmo de unos tambores chimbangueles, golpe Misericordia, provenientes del sur del Lago de Maracaibo, en el estado Zulia, en donde todos los años entre mediados de diciembre y enero, junto al estado Lara, Mérida y Trujillo, le rinden culto a San Benito de Palermo, conocido como el santo negro, tradición venezolana que viene de antiguas culturas africanas.
El Casabe recuerda al pueblo indígena Yekuana, a su naturaleza encantadora que los hace compartir todo lo que tienen y hasta lo que no tienen tanto. Los bailarines reparten a los espectadores el producto base de su alimentación: el casabe de yuca. Dando un mensaje universal, de fraternidad y abundancia, escogen el árbol “como elemento que nos une a todo”, comparte Ortiz.

De todo llevas contigo, es la obra final, y de hecho, es la que a Carmen Ortiz le parece más curiosa. “Es loco, es una pieza del 2006 pero muestra cosas que están pasando ahorita: los saqueos, las colas…”, dice la que junto a Bethencourt, se fue con libreta en mano al Mercado de Quinta Crespo a hacer su característico estudio de campo para convertir en danza la realidad que los rodea.

Rafael Bethencourt, además de ser bailarín, es artista plástico, diseñador gráfico, creador visual, ilustrador y educador. Diseñó todos los elementos escénicos de la obra: escenografía, luces, y por supuesto, los vestuarios.
Ambos se acompañan desde hace más de 20 años y tienen una línea estética en común. Y aunque en este caso invitaron a Ortiz como coreógrafa, hay mucho del concepto de la pieza que es un trabajo de los dos.
-¿Cómo fue la selección de ritmos?
-Nosotros trabajamos de una manera como muy intuitiva, como cuando detonas algo y eso trae como consecuencia otra cosa. Si tú estás observando bien lo que pasa a tu alrededor, todas esas pequeñas cosas que suceden se ordenan de una manera que permite crear un discurso.
La selección de la música no es un cosa racional, sino que empezamos a montar y las canciones empiezan a aparecer, aparecen temas, situaciones, y lo que hacemos nosotros es, porque es nuestra forma de trabajo, observarlas y anotarlas. Después vamos retomándolas y ordenándolas en un discurso que nos va permitiendo ir contando la historia.-
-¿Qué diferencia hay entre la FCND de hace 10 años y la que baila hoy en el Teresa Carreño?
-Se ha trasformado. Creo que estamos haciendo una danza más emocional. Cuando empezó lo hizo como una institución formal, y eso me preocupó porque yo decía: ¡la danza es otra cosa!…
Siento a los bailarines mucho más maduros, de hecho, muchos tienen hijos, se han casado entre ellos, es como otro nivel de trabajo. Se nota la diferencia de cuando ellos llegaron jovencitos pensando “¿Qué voy a hacer? ¿Cómo desempeñarme en el escenario?” Y ahora “¿Cuál es tu compromiso con esa propuesta y con esa forma de movimiento?” La diferencia es grande.-
-Como profesional, ¿Cuál ha sido el aporte más valioso que has obtenido estos últimos 10 años?
“¡Ayyy!”, expresa con emoción y brillo en la mirada.
-Lo más chévere ha sido tener a tantos bailarines entregados para poder experimentar. Eso es un lujo, y una estructura con todas las condiciones para poder hacerlo.”
-¿Por qué consideras importante que el público se acerque a la danza y que el artista se acerque al público?
-Es necesario porque ahí lo que estamos jugándonos es la identidad, y cuando digo la palabra identidad, ya tú sabes todo lo que implica. Mientras tengamos un lenguaje más cercano al público, lo podemos identificar y mirarlo a los ojos, y mientras el público se acerque más a la danza tendrá una posibilidad también de transformación.

“Hay una cosa liberadora en la danza y en las tradiciones que yo creo que apenas estamos empezando a descubrir y a valorar”, Carmen Ortiz
-Yo siento que mientras más nos acerquemos, vamos a querer más al país, vale. Es una cuestión de reafirmarse, de reafirmarte en lo que te identifica, eso es tan importante y las manifestaciones te lo dan. Yo lo descubrí y así como yo, muchos compañeros.
Creo que si lo hacemos público, si lo compartimos, si disfrutamos todos el conocernos, también podemos avanzar más rápido. Como nación tenemos cosas buenas y cosas malas. El arte debe ser el detonante de todos los procesos, y si ese arte está lleno de nuestra idiosincrasia es superior, es otra cosa, es transformador-
Este domingo 27 de noviembre, último día en carterlera, habrá doble función, a la 1:00 pm y a las 4:00 pm. Las entradas tienen un valor de Bs. 500 y se adquieren en las taquillas del Teatro Teresa Carreño.
Fotografías cortesía de Sarta de Cuentas.









