El Taller de Danza de Caracas sobrevive al vendaval (Parte I)
“Cuando surgió el incendio por un momento se pensó, 'bueno,será que hasta aquí llegó el Taller', sin embargo, insistimos", cuenta la maestra Yuli Cavalieri en la primera parte de este especial

El piso del salón está cubierto de linóleo negro. Sobre él, distintos cuerpos se colocan como piezas de ajedrez frente a la pared de espejos. Un largo muro de concreto impide que los reflejos lleguen al suelo. Sobre él se posan un par de trapos, una cafetera eléctrica, una taza de café, teléfonos celulares, llaves, artículos personales. De vez en cuando cumple la función de tarima. Allí la maestra se impone y canta las direcciones hacia donde sus alumnos deberán expandir o contraer sus extremidades. Estamos en el Taller de Danza de Caracas.
Aquí, casi al tope del edificio Tajarmar en Parque Central se encuentra una de las referencias más importantes de la danza contemporánea en el país. Fue fundado hace 43 años por el reconocido maestro venezolano José “El Negro” Ledezma, quien había dejado la Química Industrial y el baloncesto, para dedicar su vida al arte de la danza. De esta forma, quebró paradigmas y edificó un legado aún vigente, que a pesar de las dificultades sigue en pie.
Yuri Cavalieri fue aprendiz de Ledezma desde 1979. Recuerda los esplendorosos años de la danza contemporánea en el país que coincidieron con la bonanza económica. Para la época, los bailarines del TDC viajaban a Francia, México, Costa Rica, Guatemala y Estados Unidos como pioneros en su danza y además gozaban de competitivos salarios.

Cavalieri, desde 1992 acompañó al Negro como Asistente de Dirección y cuatro años más tarde ya comenzaba a asumir mayores responsabilidades. En 1999, Ledezma se retiró oficialmente y dejó su Taller a cargo dela profesora que aún hoy lo lleva a cuestas. Ha tenido, literalmente, que rescatar de las cenizas un espacio para la danza, un espacio para la cultura.
Esta incansable batalla por mantener vivo el Taller de Danza de Caracas a pesar de tener tanto en contra, hoy día se reconoce. La crisis económica pega fuerte y sin subsidios se ha vuelto una odisea continuar. En la actualidad, la agrupación resiste por el pago que realizan los estudiantes. A pesar de ser poco, es suficiente para el sueldo de los docentes y el mantenimiento básico del espacio. De vez en cuando obtienen ingresos del Estado.
Adiós subsidio
Pero las desventuras no empezaron hace poco. El apoyo por parte del Estado ha venido mermando desde décadas pasadas, según recuerda Cavalieri. Durante los Gobiernos de Rafael Caldera, Luis Herrara Campins y Carlos Andrés Pérez, se hicieron sistemáticos los recortes a la cultura. “El primero fue 30%. Se congeló durante muchísimo tiempo el presupuesto anual para muchas instituciones. Después se cambió la modalidad de pago de trimestral a semestral”, relata.
Posteriormente, en el Gobierno de Jaime Lusinchi, hubo otra reducción fuerte que antecedió a la desaparición del subsidio cultural per sé, refiere la bailarina. El Gobierno chavista continuó ofreciendo apoyos económicos a determinados proyectos culturales, pero se dejó de cubrir nóminas o planificaciones anuales. Todavía hoy, a través del Ministerio de la Cultura y del Instituto de Artes Escénicas y Musicales (Iaem), el Estado otorga recursos para proyectos pero, según la profesora, no evalúan si es suficiente o no, si cubre los gastos o no.
A pesar de esos altibajos, Cavalieri coincide en que ese primer momento creó una base muy fuerte para las nuevas generaciones. Artistas y creadores de todo el mundo vinieron a Venezuela con iniciativas como el Encuentro Internacional de Creadores de Contradanza, organizado por Hercilia López, el Festival de Jóvenes Coreógrafos organizado por Carlos Paolillo, el Festival de Danza Posmoderna, también de Paolillo junto a David Zambrano, el Seminario Internacional, Festival Latinoamericano de Danza y la Temporada Latinoamericana de Danza organizado por Danzaluz y Marisol Ferrari y el Festival Internacional de Teatro, iniciativa de Carlos Giménez con apoyo del Ateneo de Caracas. Todo esto, junto a las jornadas de investigación y reflexión, incentivó a los creadores y propulsó a la danza en el país.

“Lo bueno que nos quedó de todo eso es el hacer, nos acostumbramos a pensar que sí podemos hacer, sí podemos inventar, hablar, conseguir un teatro o una locación improvisada”
“No ha sido fácil. Todavía hoy en día estamos muy subpagados. Es muy poco lo que se paga por proyecto, pero quedó lo del hacer. Uno puede crear sus propias presentaciones siempre y cuando tengas una idea”, afirma Cavalieri, quien considera que el TDC siempre ha sido entre las instituciones estables la que menos ha recibido ayuda a nivel estatal. “Sin embargo estamos un poco mejor porque muchos se han retirado, mucha gente no se ha aguantado porque vivir de la danza no es fácil, tienes que tener más de un trabajo. Hemos sido perseverantes”, continúa.
El incendio
El 9 de marzo de 2015 ardientes llamas treparon el edificio perteneciente al complejo Parque Central y llegaron a los espacios del Taller de Danza de Caracas. Las pérdidas allí fueron dos pianos, parte del linóleo, las puertas de madera del salón principal y buena parte de su material bibliográfico, audiovisual y documental.

“Cuando surgió el incendio por un momento se pensó, ‘bueno, será que hasta aquí llegó el Taller’, sin embargo, insistimos. Pedimos ayuda a la Gobernación y a CorpoCapital, inclusive al Ministerio de Cultura pero de verda no hemos tenido suerte. Llevamos ya tres años y estamos aquí porque decidimos apoderarnos otra vez del espacio: quitamos las conchas que dejó el incendio, sacamos agua, botamos todo lo que se nos dañó. Desde hace muchos años estamos sin servicio de agua. Hemos logrado que nos conecten un cableado para tener por lo menos la mínima cantidad de electricidad para poder trabajar”, asevera.
“Todavía seguimos recibiendo muchachos y tenemos que explicarles que esto es un lugar de paso: ‘usted viene, hace lo que hace y se va’, porque no tenemos baños que ofrecerle. Antes teníamos mesas y podían comer, pero eso ya no lo podemos hacer porque implica generar basura”, recalca.
Las cuatro décadas en ese lugar no ha sido garantía para permanecer en ese espacio. Cavalieri asegura que siguen a la espera que les den “algo más estable”. Residentes del edificio, en más de una oportunidad han manifestado su voluntad de sacar a la institución de las instalaciones. Pero la profesora afirma que si finalmente los lograran el desalojo, “el Taller habrá dado lo que tenía que dar”.
“Seguiré aquí en el Taller de Danza de Caracas siempre que este lugar sea un lugar para seguir trabajando”, dice la bailarina. Confiesa que le han ofrecido otros sitios pero como no tienen las condiciones mínimas se ha negado. “Creo que ya no tengo energía para eso. Prefiero cerrar este capítulo y pasar a otro, en donde nosotros vayamos a ofrecer talleres, pero no seguir siendo este centro de formación que somos”, puntualiza.
(Continúa en la Parte II)
