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Ted Bundy: durmiendo con lo que sobra y falta

Fedosy Santaella tiene talento e ingenio para escribir y disfruta el cine tanto como la literatura que es su lado más fuerte. La siguiente es su demoledora crítica a la película de Joe Berlinger " Ted Bundy : durmiendo con el asesino".

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En la ficción no debe faltar ni sobrar nada. Pareciera una obviedad, pero cuán cierta es esta sentencia y cómo queda de evidente cuando una historia peca en sus ripios y adolece de sustancia.

Llevados por esta idea, cabe preguntarse cómo fue posible que Joe Berlinger, el director de Ted Bundy: durmiendo con el asesino (Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile) nos haya entregado una película tan insuficiente, considerando sobre todo que él es también el artífice de un documental muy acucioso sobre el mismísimo Bundy.

Berlinger, experimentado documentalista con treinta y seis años de labor, cuenta con poco más de cincuenta créditos, entre los cuales se encuentran algunas joyas inestimables. Allí están, por sólo nombrar unas pocas excelencias, su trilogía Paradise Lost (1996-2011), un trabajo que sigue por años el caso de los tres jóvenes acusados de asesinar y mutilar a tres niños en Arkansas; o también Metallica: Some Kind of Monster, de 2004, ya todo un clásico de los documentales sobre bandas de rock.

De este mismo año 2019, la serie documental de Netflix, Conversations with a Killer: The Ted Bundy Tapes, nos presenta de manera exhaustiva en cuatro capítulos de una hora de duración cada uno, la vida y los atroces crímenes de Bundy, tomando como columna vertebral unas cintas grabadas por él en una entrevista durante 1980.

Joe Berlinger, el director de la serie de Netfix y de la película sobre Ted Bundy

Así, considerando el antecedente de Berlinger con su documental, resulta casi inconcebible que con Ted Bundy: durmiendo con el asesino haya pasado por encima una cantidad de detalles importantes y se dedicara a otros asuntos que quizás pudieron ser significativos, pero que al final se desvanecieron en la impericia narrativa y en el lugar común. No obstante, debe quedar esto claro, quien no haya visto la serie documental, también ha de sentir con mucha fuerza tales falencias.

Zac Efron encarna a Ted Bundy, acá con su novia, Elizabeth Kloepfer interpretada por Lily Collins. Fotograma del film.

Al inicio, el director hace amago de centrarse en la relación de Bundy con su novia, Elizabeth Kloepfer (interpretada por Lily Collins), pero lo hace con tal torpeza que ésta se vuelve tediosa y superficial. No se llega a entender qué quiere demostrarse con tanto cariño empalagoso y hasta con una escena de sexo caliente (que al final es rememorada como una prueba del lado oscuro de Bundy). En general, las escenas relacionadas con Elizabeth Kloepfer no dejan de tener un sabor cursilón que llena de una hastiada pereza.

Estropeado y dispersado este núcleo propuesto, resulta confuso entender cuál es el verdadero centro de la película y qué busca decirnos el director. Sin duda nos quiere hacer ver el encanto que ejercía Bundy sobre la gente, pero a fin de cuentas el asunto se queda en pasearnos por la bella sonrisa de Zac Efron, quien supongo tomó este papel para demostrar que puede ser excelente actor. Pero si es cierto que estas fueron sus expectativas, las oportunidades escasearon, porque Berlinger se empeñó en mostrar el lado luminoso de Bundy, no para favorecerlo, suponemos, sino para hacernos entender cómo alguien encantador también puede ser un monstruo. Pero, honestamente, nunca terminamos de ver al monstruo.

La relación en extremo idealizada Bundy/Kloepfer es una de las trabas principales para lograr los fines que (quizás) pretende la cinta. Todo en el romance quiere lucir perfecto, pero quien ha visto la serie documental no entiende la razón por la que, habiéndose demostrado ciertos matices oscuros de la pareja, el director opta por representarla tan idílica. El mismo Bundy, en las cintas, afirma que el noviazgo no fue idóneo, que ambos eran muy distintos, que a ella, por ejemplo, le gustaba leer y a él no; también dice que él era muy frío para expresar su afecto (antes aclara que la amaba profundamente) y que además era muy celoso y que eso lo llevó a hacer cosas estúpidas. Es decir, aquel romance maravilloso que muestra Joe Berlinger en su largo de ficción no es tal en su otro trabajo investigativo. Elizabeth Kloepfer (la verdadera) llegó a sospechar que había un lado muy oscuro en Bundy y hasta descubrió un cuchillo debajo del asiento de su carro, ropa femenina en casa, sogas e incluso restos de escayola (Bundy anduvo con una escayola falsa por la ribera vacacional del lago Sammamish cazando víctimas). Sabemos sí que Kloepfer era sumisa y dejaba pasar muchas sombras escabrosas, pero de allí a que durante buena parte de la película su personaje parezca una caricatura de alguien que no para de sufrir, pues hay mucha distancia.

Sé que especular no sirve de nada, pero no dejo de preguntarme qué pudo haber pasado con Ted Bundy: durmiendo con el asesino. Lo digo, sobre todo, porque el film intenta plantear una perspectiva diferente (se agradece y punto a favor) en contracorriente a las típicas producciones de asesinos en serie que a Hollywood le encanta despachar. En Ted Bundy: durmiendo con el asesino, los crímenes son un eco lejano que articula las acciones y el drama, pero quizás, por pretender distancia y categoría, tales crímenes pierden su fuerza como piezas necesarias para entender el horror.

El verdadero Ted Brundy, el hombre que sedujo a buena parte de la nación americana

Al final no sabemos si la cinta va sobre el drama de Elizabeth Kloepfer, sobre el encanto maléfico de Ted Bundy (lo de maléfico, repito, nunca termina de convencer) o sobre los juicios que lo llevaron al pasillo de la muerte.  ¿Por qué, si una película pretende funcionar de otra manera que reta el molde de Hollywood, termina siendo tan insustancial, tan tibia? Quizás se deba a que Berlinger, crucial documentalista, sabe capturar o reportar la realidad, pero no tiene una clara idea de cómo convertirla en mera ficción, y quizás haya pensado que los hechos (o los datos) se sustituyen con drama, con «desgarradores» dramas y escenas de amor. O quizás porque, como suele ocurrir, un ejecutivo metió la mano. En verdad nunca terminaremos de saber qué tejemanejes, antojos y malcriadeces se mueven en esas eternas batallas entre los productores y los realizadores de Hollywood.

Digamos que Ted Bundy: durmiendo con el asesino es el ejemplo de una buena idea que derivó en amasijo; pero ya lo sabemos, las buenas intenciones no bastan. La película se convierte, como muchas cintas de Hollywood que hacen recuentos biográficos, en una sucesión de anécdotas sin frío ni calor que recrean más o menos a la perfección los hechos reales.

Efron, por su parte, ha recibido halagos por su interpretación; madera seguramente tiene, pero acá espacio no le dieron para dejar surgir los matices, por lo que los comentarios halagüeños no hacen más diluirse en las aguas de una simpatía entusiasta. Lily Collins no tuvo más que limitarse a ser una chica llorona y en ocasiones exasperante por pusilánime. Haley Joel Osment sigue intentando dejar de ver gente muerta y por ahí logra bien su papel de chico con buenos sentimientos. John Malkovich, en fugaz aparición, se limitó a ser Malkovich, y con eso tiene una siempre inestimable actuación. Pero como todo hay que decirlo, al final, justo en los minutos finales, Efron y Collins pudieron demostrar lo que tienen. Muy bien por ellos, por el director y la película, pero me parece que, a esas alturas, ya era demasiado tarde.

Ted Bundy: durmiendo con el asesino, se estrenó en mayo de este año en Netfilx Estados Unidos, y para estos días se estrena en la salas de cine.