Tres consideraciones sobre el narrador
En la tercera entrega de su serie sobre la estructura narrativa, Fedosy Santaella, explica cómo se inscribe el narrador en esa armazón; él será la voz del relato y la herramienta que sirve para realizarlo.

Suele decirse que tal persona es un narrador o una narradora. Ciertamente, en nuestro universo cotidiano un narrador es la persona que escribe, sinónimo de escritor o novelista. Por supuesto, llamarle de ese modo a alguien que tiene pericia para escribir narraciones es del todo acertado. No obstante, al momento de asumir la escritura, debemos entender que narrador significa algo más.
El narrador es parte de la estructura narrativa, una parte fundamental, pues el narrador, como componente estructural, es aquella figura que no sólo es la voz del relato, sino también la herramienta que sirve para suministrar y distribuir los distintos elementos de la narración, así como también la herramienta que nos permite jugar con los límites de la realidad y la ficción.

La máscara
El narrador es, para empezar, la voz que cuenta, pero esa voz no debe ser entendida como la del autor. Por mucho que se haga llamar, por ejemplo, Fedosy Santaella, dicha voz no equivale a la persona real de nombre Fedosy Santaella. Estamos hablando de ficción, entiéndase. Bret Easton Ellis, en su novela Lunar Park, confecciona un narrador, una voz narrativa, un personaje en primera persona que dice llamarse Bret Easton Ellis. Durante unas cuarenta páginas le vamos siguiendo sus confesiones biográficas, aquellas surgidas, sobre todo, a partir del éxito de la novela American Psycho, sus giras casi de rock star para promocionar su obra y sus fiestas llenas de droga y sexo; pero luego nos vamos adentrando en la novela y empiezan a tener lugar extraños incidentes al borde de la alucinación, entremezclados entre la realidad y la ficción (por ejemplo, la aparición del asesino Patrick Bateman, protagonista de American Psycho). Se entiende, Bret Easton Ellis está usando su biografía, incluso su propio nombre con el fin de hacer ficción. Una cosa es la biografía de Bret Easton Ellis, el autor de carne y hueso, y otra es el personaje Bret Easton Ellis, la voz narrativa creada para la novela Lunar Park. Estamos, de nuevo, hablando de ficción, y la ficción puede adentrarse sin prejuicios en la biografía del autor y jugar con ella, de manera explícita o más sugerente, pero no necesariamente la escritura que surge de ello ha de estar apegada a lo verídico.

Creo que es de rigor, a la hora de que alguien aprenda los rudimentos de la narrativa de ficción, entender que el narrador es en sí mismo un personaje, y como tal, una máscara que le permite al autor ampliar el horizonte de su escritura creativa, pues la narrativa de ficción no debe ser imperativamente verídica, sino verosímil. Es decir, lo verídico buscará apegarse a los hechos sucedidos en el mundo real. No obstante, lo verosímil tiene apariencia de realidad y pretende convencerte de que lo contado puede ocurrir dentro de las lógicas del mundo creado. Me explico: es verosímil que Harry Potter vuele en escobas, y digo que es verosímil porque es creíble dentro de las lógicas del universo mágico de Harry Potter. No obstante, si Harry Potter pierde su varita, y a la hora de enfrentar a Lord Voldemort apela por dispararle rayos letales con la escoba, pues esto, dentro del mundo de Potter, sería inverosímil. Así, se entiende, lo verosímil no necesariamente ha de ocurrir en el mundo real, sino que ha de ser creíble y posible dentro de las reglas del mundo creado.

El narrador, digo de nuevo, es un personaje más (así esté en tercera persona), una máscara a través de la que suena una voz que viene de más atrás, de otra dimensión. Persona, per sonare, sonar a través de la máscara; así, pienso, ha de entenderse la relación entre el autor y el narrador. En más de una ocasión, cuando he dicho esto en los talleres, he visto rostros que de pronto se iluminan. Para una persona que está aprendiendo, entender que una de las características del narrador es la de ser máscara que cuenta historias (incluso para usar sus propias historias y así contar otras) no es cualquier cosa. Quizás usted sepa mucho, y se le antoje que estoy diciendo una tontería, pero he descubierto que esta observación que quizás a alguno se le puede antojar una tontería, es realmente clave para otros que se inician.
El grifo
El narrador funciona como una llave de paso que suministra el flujo de la información. Es decir, el narrador se guarda datos fundamentales de la historia y los va distribuyendo a lo largo del relato. La distribución adecuada de las partes en tensión contribuye así a crear una estructura que depende, como toda buena narración, de lo que es ocultado, de las opacidades, de lo que se va diciendo por partes. El narrador resulta de este modo una herramienta estructural que ayuda a crear interés, suspenso, intriga, expectativa en la historia. Por supuesto, el lugar desde que se mira el mundo es fundamental para ir suministrando esa información. Una narración en primera persona, por ejemplo, nos oculta los pensamientos de otros personajes. Me explico: los cuentos y novelas de Sherlock Holmes están narrados por el doctor Watson, que resulta un narrador en primera persona del singular en calidad de testigo. ¿Es esta una elección gratuita o caprichosa de Arthur Conan Doyle? Pues me parece que no. Watson no es investigador, Watson siempre se equivoca en sus apreciaciones con respecto al crimen. Así, por medio del desacertado doctor, el autor se guarda lo que va pasando en la cabeza de Holmes, quien a su vez va armando, lejos del lector, el caso. Conviene sin duda un narrador que guarde esa distancia, que mantenga a Sherlock Holmes como un personaje francamente enigmático, no sólo por sus extravagancias sino también por sus modos de pensar y por la inteligencia suprema que le acompaña y le permite ir con acierto tras las pistas hasta dar con el asesino. Así, la elección de Watson, es decir, la elección de un narrador en primera persona del singular testigo de los acontecimientos resulta, a todas luces, adecuada. El narrador, tanto en primera como en tercera persona contribuye a crear una estructura; es un grifo que va soltando o no soltando (ni siquiera al final) la información. De allí que sea necesario que el autor tenga la experiencia o la inteligencia necesaria para elegir con tino qué tipo de voz y desde qué punto de vista se va a contar el relato.

Punto de vista
El narrador es la voz, ya se ha dicho, y esa voz mira el mundo desde un determinado punto de vista, por lo general, desde el punto de vista de uno o varios personajes. Existe, claro está, el narrador omnisciente o el narrador Dios, y este narrador no necesariamente ha de plegarse hacia un personaje en específico; pero tal cosa nunca ocurre en todo el relato, porque, de algún modo, esa voz requiere plegarse hacia la mirada del personaje para así poder ver el mundo. Es como si la voz fuese ciega y necesitase la mirada de los personajes. Un narrador en tercera persona podría mirar una escena y describirla sin plegarse a ninguno de los personajes, por supuesto. No obstante, ese narrador en tercera persona, esa voz omnipotente que mira el mundo, siempre será también un personaje, porque no puede evitar ver el mundo desde una perspectiva subjetiva, así sea incluso la del supuesto narrador omnisciente. Toda mirada, convertida en palabras, tendrá una carga de subjetividad que se traduce en una idea y un juicio del mundo.
De allí que en muchas ocasiones el lector sienta que, aunque el relato esté en tercera persona, la visión del narrador se acopla o se pliega al personaje, lo que lleva a que el mundo sea interpretado desde la visión de ese personaje y que incluso el narrador llegue a utilizar como propias palabras que pertenecen al universo lingüístico del personaje.
Podemos entender así que existe un narrador (primera, segunda o tercera persona del singular o del plural) y un punto de vista. Dicho punto de vista ciertamente está en el narrador, pero suele instalarse dentro del mundo narrado y se expresa en el pliegue de la voz narrativa hacia la visión de uno o varios personajes.
Elegir o no elegir
Suelo decir en mis talleres que la elección previa del narrador es importante. Sé que no todo el tiempo ocurre, que incluso no se da (esa elección previa y consciente) en algunos o muchos (no sabría decir) autores experimentados. Como he remarcado antes, no todo está escrito en piedra. Tampoco pretendo decir que las cosas son exclusivamente como yo las digo. Con todo, sí creo que es recomendable pensar en el narrador adecuado para el relato antes de empezar a escribir. En ocasiones me ha ocurrido que la escritura del relato se detiene, es decir, no puede seguir avanzando porque no he elegido el narrador correcto y ya no hay manera de dar ciertas informaciones, de crear ciertas expectativas y ciertas estructuras de tensión. Eso ha provocado que tenga que escribir el relato de nuevo, que tenga que replantearme su narrador y punto de vista. También ocurre que comienzas a escribir un relato, sin más, sin pensar si el narrador está en primera o tercera persona y te sale, y bien, excelente. Pero insisto: no creo que esté de más pensar en qué narrador vamos a elegir para escribir nuestro relato. Luego, con el tiempo, es posible que uno se vaya olvidando de todas estas cosas, y trabaje un poco más intuitivamente. Nunca, eso sí, dejaré de considerar que mientras el autor esté más consciente del poder del narrador como herramienta estructural, más eficaz será a la hora de escribir una buena historia.