Tres Edificios de Berlín: memoria y resistencia
El muro de Berlín también está en Caracas. Esta es una de las conclusiones que trascienden de " Tres Edificios en Berlín", original de Luigi Sciamanna que hoy culmina sus presentaciones en CCCH

En la Sala La viga del CC Chacao, Luigi Sciamanna pone en escena su más reciente trabajo Tres edificios de Berlín, obra dramática de su autoría. Nadeschda Makagonow, María Alejandra Tellis, Carlos Clemares, Paul Gamez, Richard Clark y Raoul Gutiérrez son los responsables de conducir este juego teatral. Una comedia negra que presenta, en tres cuadros, la realidad de una sociedad dividida.
Los tres edificios a los que alude la pieza son el Reichstag, especialmente su cúpula, la iglesia de la memoria y la torre de televisión de la RDA, espacios que darán forma a la acción dramática. No es coincidencia que cada uno de estos lugares representen los escenarios del poder y sean los seleccionados para crear una situación que dialoga con el espectador de forma clara y contundente.
El Reichstag es el edificio del parlamento alemán en Berlín, su cúpula no solo es un ícono de la ciudad sino que sintetiza la idea de la reunificación. En este edificio coexisten el pasado, el presente y el futuro porque fue sede del Reichstag Imperial, luego del parlamento de la República de Weimar y desde 1999 es sede de la Asamblea alemana. La estructura fue testigo del auge, caída y transformación del imaginario social de los alemanes en el imperio, del experimento republicano de postguerra y de la experiencia democrática actual que, quizá, pende de un hilo frente a la amenaza que representan los nacionalistas. Lo interesante es que la cúpula es un símbolo de la perfección y su concepción es planteada bajo un esquema de dualidades que justifican la naturaleza binaria de nuestro sistema de referencias. Sciamanna propone un juego matemático para dar forma a estas dualidades que nos llevan en una dirección: la cúpula es la mitad de un huevo cuya forma remite a la idea del 0, es decir, la nada y lo latente, un punto de partida en el presente y su proyección. Ahora bien, la transparencia que caracteriza a la estructura del Reichstag también evidencia la posibilidad de vigilar y ser vigilado. Lo cristalino de la cúpula del poder demanda transparencia, honestidad.
La iglesia de la memoria fue derruida casi por completo durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, constituye el punto de partida para la estructuración del segundo cuadro; en el que se hace un planteamiento que cuestiona el rol de la Iglesia Católica durante el nazismo y su política de aparente tolerancia religiosa. Además, se presentan ideas interesantes: la iglesia como espacio para la formación espiritual del feligrés que, de un modo u otro, responde a la concepción espiritualista del arte gótico alemán y la iglesia en ruinas. Esto último es, tal vez, lo crucial porque exhibe la ruina como caos que da orden a lo que está mal y el edificio como símbolo del estado actual de la institucionalidad eclesiástica.
La torre de televisión de la RDA es el símbolo del poder de los medios de comunicación controlados por el Estado, en este caso, Alemania Oriental. Como lo señala el texto dramático, la esfera que corona la torre es distinta a otras ideas comunistas porque es de acero inoxidable. La televisora estatal construye una matriz de opinión que sostiene las ideas socialistas, esto es, el uso de los medios de comunicación como instrumento de propaganda para legitimar la realidad creada desde la hegemonía del poder.
Al inicio de la reseña decía que esta propuesta dialoga con el espectador y que lo hace de forma contundente y clara porque nos hace pensar ¿en qué momento se convirtió Caracas en Berlín? ¿Cómo es posible? Contrario de lo que están pensando, no experimenté la sensación de vivir en la RDA. Creo que vivimos sobre el muro, adosados a él y enterrados bajo su estructura. Ambos sectores, en oposición y conflicto permanente, alienan a los ciudadanos bajo la construcción de una mirada parcializada que privilegia su discurso como portador de la verdad. La realidad es obra de quien la construye y esto solo sucede bajo la óptica de los vencedores, nunca de los vencidos.
La RDA y la Alemania democrática se han dividido el mundo de los berlineses, la ciudad está sitiada y atravesada por un muro desde el que disparan a quienes buscan la idea de libertad que ofrecen del otro lado. ¿Cuál es el precio? La fuga de cerebros, familias divididas por la geografía y la política, además de los caídos. Sobre estos últimos cabría decir que son víctimas del sistema, no se trata de quién mata o si tiene razones para hacerlo, es la polarización, la imposibilidad de reconciliación la que los asesina. En la perspectiva oriental son criminales, traidores, desertores; en occidente son mártires, jóvenes que vieron truncados sus sueños de libertad por el comunismo. Lo cierto es que ya no están para exponer las razones de la huida, fueron silenciados y son empelados como objetos de culto para satanizarlos o glorificarlos.
Ahora bien, por qué elegir estos tres edificios berlineses para hablar de nosotros, quizá porque constituye una hermosa y terrible metáfora que revela los factores del poder que operan en las situaciones de conflicto social, aquí o allá. La Asamblea, la Iglesia y los medios son operadores políticos que determinan el futuro de los ciudadanos y crean la imagen de su nivel de ciudadanía.
En este país le rogamos al papa que intervenga en un gesto de sumisión y este, en un ejercicio de diplomacia, solo canta My way de Sinatra. Queremos inventar una realidad a punta de titulares y encendemos velas en el lugar de los decesos para fingir que construimos la memoria de la resistencia. Mientras tanto nos hacemos un selfie.
No dejo de hacerme preguntas. Yo quisiera saber hasta cuándo jugaremos a la piedad dolorosa porque el tiempo de Dios es perfecto, cuándo asumiremos que somos corresponsables en la conformación del panorama político actual. En algún momento, el muro debe ser derribado pero no por completo para recordar que estuvo ahí y que fuimos responsables de su construcción. La diferencia entre Berlín y Caracas radica en que nuestro muro es inmaterial y aun así parece muy sólido.