Vacuno: La viruela también es política
El columnista y director de teatro, Daniel Dannery, trae una reseña sobre "Vacuno, una fábula" (Javier Moreno, 1994)

A inicios del siglo XVIII Venezuela fue azotada por un virus, la viruela. Se dice que alrededor del 30% de la población perdió la vida. Es gracias al mandato del Rey Carlos IV y los experimentos realizados por el científico Edward Jenner –creador de la vacuna- que se erradica la peste en el país y se logra controlar la expansión de la enfermedad que había llegado a distintos lugares del mundo.
Sobre este incidente histórico, el letrado Andrés Bello escribe un poema épico titulado Venezuela Consolada, creación que data, según los historiadores, de los años posteriores a 1804. En el poema, Bello dramatiza la acción en un bosque, donde Venezuela, El Tiempo y el dios Neptuno, resultan los principales protagonistas frente a la tragedia acaecida.
La Venezuela quejumbrosa de Bello se martiriza por la maldición que ha caído sobre su territorio, mientras El Tiempo intenta comprender cuáles son los motivos de la funesta aflicción. Neptuno, por su parte, hace una aparición tardía frente a una Venezuela colérica que le achaca no haber estado presente en el momento preciso, para así, con su poder, acabar con el mal que azota al país.
Pueblo, destino y sincretismo, presentes para narrar un episodio trágico, capaz de funcionar perfectamente en nuestros días como metáfora de una crisis política y humana, tan actual como la que vive nuestro país desde hace veinte años.
Metáfora temporal visible a través de la distancia histórica de este suceso acaecido en el siglo XVIII, con la peste política de nuestro siglo XXI. El tiempo –para Bello- no es más que un testigo y no una salvación. Vaya este mensaje para todos aquellos que aún creen en ese mantra absurdo que asoma que “el tiempo de Dios es perfecto”.
VENEZUELA – Errante pasajero, dime ¿en qué triste sitio contemplaron tus ojos un dolor semejante al dolor mío? / Tú, que en mejores días viste el hermoso brillo con que naturaleza ostentó su poder en mis dominios / Hoy a los dolorosos acentos con que explico al universo todo mis desventuras, une tus gemidos… / de gozo y regocijo, estación de abundancia, alegre imagen del dorado siglo / ¡Qué pronto en noche oscura os habéis convertido! ¡Qué tenebrosa sombra sucede a vuestro lustre primitivo!
Con estos versos inicia la primera escena del poema de Bello, y quizá los últimos versos de esta escena, fácilmente podrían ser un canto de tristeza frente nuestros días más cercanos, a nuestro pasado más preciso, o nuestro futuro más incierto. Como si el registro de nuestra historia nos hablara con más fuerza y nos advirtiera, en un punto donde realidad y ficción dejan de estar separados por las fronteras del pensamiento.
Sobre estas bases el dramaturgo venezolano, Javier Moreno, obra una adaptación del mencionado poema y la titula: Vacuno, una fábula. El texto del dramaturgo conserva la idea esencial de Bello. Los tres elementos dramáticos originales conviven pero son desmenuzados para la creación de un conflicto mucho mayor.

Este marco asociativo es usado por Moreno para construir la historia de Vicente –el vacuno de la historia- y sus hermanos. La situación inicia con la muerte del padre ya que los hermanos deciden consultar una adivina para que los oriente en el reparto de la herencia. Esto revela una verdad escondida, Vicente no es hijo biológico y está preso de una maldición.
La búsqueda del origen lleva al personaje a descubrir que forma parte de la Expedición Balmis (Real Expedición Filantrópica de la Vacuna), uno de los eventos científicos más importantes de la época de La Ilustración. Ésta consistió en un viaje desde España hacia distintas partes del mundo para traer inoculado el virus de la viruela, pasándoselo de herida en herida –de niño en niño-, para su preservación y posterior uso terapéutico.
A partir de este momento, El Vacuno descubre que no es más que un experimento y comienza a perder la cordura. Este tiempo entre razón y delirio, obra a través del destino que sufre Vicente al ser víctima del experimento de la curación que causa en él un proceso de transfiguración y duplicación de personalidad. Esto lo lleva a convertirse en un funesto artífice de oscuridad.

Es de esta manera como la fábula transcurre entre las peripecias de los hermanos para sobrevivir y salvarse de la mortífera epidemia, en medio de la violencia y el despertar sexual.
En este caso es Apolo el testigo y –posible- narrador de la historia. El cambio de de personaje no es fortuito, la decisión de Moreno da un giro temático, pues si Neptuno es el dios iracundo de los mares, y su presencia infunde temor, Apolo es el dios de la verdad, de las plagas y las enfermedades, pero también de la cura y de la protección. De esta manera, esta deidad narra la fábula con ademán didáctico, recordándonos que la presencia de los dioses está para apuntar un problema, no para resolverlo.
La dirección hace uso del teatro físico, el canto y el coro griego, para hilar la desgracia de un joven presa de un destino incapaz de ser obrado por sí mismo, como en toda tragedia. El juego actoral de esta manera se torna dinámico, pero impreciso en sus registros, pues si bien funcionan homogéneamente, hacen ruidos ciertas formas y vicios, que en lo personal no me queda claro si es un mandato de dirección o inexperiencia de sus artífices.
El elenco lo encabeza Joel Madrid, Andrés Eduardo Rangel, Cherry Tovar, Daniel Montiel, Luz Dary Quitián, John Vicent y Gabriel Duno.
Vacuno, una fábula, se presenta en sus dos últimas funciones en la sala Rajatabla el sábado 26 y domingo 27 agosto a las 6:00 p.m y en Celarg empieza una nueva temporada este 17 de septiembre.