Zygmunt Bauman: Consumo, luego soy
La trascendencia del sociólogo rebasa el amor y la modernidad ' líquidas' para encontrar las respuestas a los grandes dilemas de la contemporaneidad

En Esfera Cultural quisimos reflejar en un texto, de manera clara y sintética, la trascendencia del sociólogo alemán Zygmunt Bauman, fallecido recientemente. No era una labor sencilla por lo que para la elección del autor de esta nota, se consideraron varios nombres. Finalmente la solicitud recayó en una pluma de ultramar. Se trata de la profesora e investigadora en las áreas de psicología, pedagogía y comunicación social de la Universidad Suor Orsola Benincasa de Napoli, Ornella De Sanctis.
No pudimos elegir mejor. La entrega fue pronta, generosa y rigurosa. Ella logró el cometido, apelando a numerosas citas textuales del propio Zygmunt Bauman, pero además incluyó referencias y opiniones de algunos de sus intérpretes, reflexiones propias y datos bibliográficos. El resultado;un magnífico texto del cual se hizo una traducción literal con la intención de no cambiar nada, ni cercenar cuestiones fundamentales.
Texto: Ornella De Sanctis
Presentación y traducción: María Laura Lombardi
El 9 de enero murió Bauman, el teórico de la postmodenidad y el padre de la llamada ‘sociedad líquida’. La difusión de la noticia se convirtió en un verdadero evento mediático: en la web, el sociólogo se recordó , se conmemoró y se honró con una participación y consternación apasionada, destinada a reconocerlo y celebrarlo como a uno de los más insignes estudiosos de nuestro mundo contemporáneo. A la vez quedó en evidencia – por medio de una difusión explosiva – el poder destructivo del consumo masivo de la información, puesto que tal resonancia, también en este caso, se desvaneció en poco tiempo.
La reacción “bulímica” -típica de la web- se debió, de acuerdo con la interpretación de Raffaella De Santis publicada en el diario Repubblica, a la transformación de la expresión ‘modernidad líquida’, emblemática del pensamiento de Bauman. La idea se convirtió en un verdadero estigma, en una suerte de patente de corso que dio lugar a una familiaridad malentendida y, desde una difusión generalizada y superficial, algunos buscaron trasformar esta teoría incomparable que permite leer la dinámica de nuestros tiempos, en una categoría abusada y banalizada.
Por el contrario, Vanni Codeluppi subraya : “El éxito de la expresión de la ‘modernidad líquida’ se puede explicar desde el concepto de liquidez, con el propósito de construir una metáfora eficaz para representar el proceso de licuefacción que ocurre desde hace tiempo en las sociedades occidentales, en virtud del cual se observa la desintegración progresiva de aquellas estructuras y normas de funcionamiento sobre las cuales esas sociedades construyeron su historia y su fortuna por siglos”.
La liquidez de nuestro tiempo, en contraposición a la solidez de lo moderno, representa la metáfora por medio de la cual Bauman, – en su obra Modernidad líquida – analizó rigurosamente las transformaciones que enfrentan nuestras sociedades. Allí examina los fenómenos que definen la contemporaneidad tales como la globalización, el consumismo, la caída de las ideologías, fenómenos que marcan , sin lugar a dudas, el tránsito de la ‘sociedad de los productores’ a la ‘sociedad de consumidores’ o, también llamada en nuestros días, la ‘sociedad de la inseguridad’.
Consumo, luego soy, es precisamente el título del texto donde el escritor encara, por ejemplo, los efectos del consumismo y busca demostrar en qué medida los individuos, en el proceso de internalizar el consumo, también interiorizan esa irreversible tendencia de renovarse continuamente hasta llegar a compartir, inclusive, el destino de los mismos productos. Se condenan, de esta forma, a una condición de permanente insatisfacción porque precisamente dice Bauman en el texto: “Al igual que ocurre en el caso de los productos, los estándares de referencia mutan continuamente y cualquier novedad pasará a ser obsoleta más temprano que tarde”.
Esto quiere decir que nuestra identidad como personas, la misma que ayer se construía con esfuerzo en torno a un proyecto de vida, hoy se puede ensamblar y desmontar de manera intermitente y renovada “a la manera de un paquete pay-per view”, apunta el autor en Vidas a la carrera y Cómo sobrevivir a la tiranía de lo efimero. Sin embargo, el autor va más allá cuando afirma en Babel: “El mundo, más que el objeto de nuestra responsabilidad aparece ante nosotros como un inmensurable container de potenciales bienes de consumo”.
–Consumo cuyo objetivo – dice el propio sociólogo – no se limita exclusivamente a poseer y acumular riquezas materiales tangibles, sino que pasa por la excitación que producen nuevas sensaciones que nunca antes se habían experimentado. Un contexto donde las sensaciones, supeditadas a las vicisitudes del propio cuerpo, se anclan en la angustia de no poder emular a los demás, ansiedad que se incrementa cuando nos invade el temor de quedar excluidos de ese flujo conductor de la existencia.
En efecto, el consumidor de nuestro tiempo será condenado a un permanente estado de excitación. Ya no se aferra a rígidas normas, se ve forzado a una serie de continuas y progresivas transformaciones desde el mismo momento en qué la movilidad se sitúa en el rango más elevando de los valores que conforman el prestigio. El consumidor, entonces y así lo expresa Bauman “pasa a considerar la tenencia de los productos como un verdadero deber social y con esas posesiones, se pretende dar respuesta a las necesidades de pertenencia y aprobación que caracterizan hoy en día, a las relaciones socio-culturales”.
Relaciones éstas, que el sociólogo denomina “de bajo impacto” en el sentido de que aun cuando nuestros contemporáneos anhelan la seguridad que ofrece la agrupación social, y a sabiendas que la soledad genera inseguridad, tanto los hombres como las mujeres “temen quedar atrapados en relaciones estables y temen que una relación íntima y duradera conlleve una carga que no quieren ni creen poder soportar’’, refiere el pensador en Amor líquido.
Esto significa que, al margen de la necesidad de ser amados que el individuo pretenderá satisfacer, nunca se sentirá suficientemente satisfecho y “el amor va a estar dividido, entre el deseo de emociones y el miedo a la relación”
Pero la posibilidad de consumir sin límites – que podríamos definir como compulsiva- se torna necesaria para reforzar la sensación de no quedar excluidos de las esferas del poder en la sociedad, y necesarias también para matizar el miedo que deriva de la duda sobre si se puede alcanzar ese objetivo: ¿son suficientes para darnos felicidad? Ciertamente no- responde el insigne estudioso – a esta interrogante en su libro El arte de la vida y pasa a demostrar lo improbable que resulta sostener la tesis de que la felicidad es sinónimo de la capacidad para consumir en medio de la emoción de una permanente búsqueda, sin contar la angustia y frustración que ésta implica. El pensador deja que los lectores decidan “si la coacción en cuanto a la búsqueda de la felicidad, en la forma como se práctica actualmente en nuestra sociedad de consumo, pueda hacer feliz a quién se ve obligado a tal conducta”.
Estos breves apuntes sobre la más reciente producción literaria del autor, responden a mi propósito de resaltar el legado de Bauman – un legado que subraya eficazmente Codeluppi cuando dice que se centra precisamente en su descollante capacidad de indagar el presente.
El maestro del pensamiento sociológico, el sociólogo europeo por excelencia, lejos de dejarse atrapar y aprisionar por el estereotipo de la liquidez, en palabras del escritor Codeluppi, “se ocupó de otros temas; las migraciones, las crisis sociales, el holocausto, el trabajo, la libertà. Un sin fin de temas que van desde los reality show, a la moda y a los social network. Su legado no es un concepto que se reduce a la liquidez sino a una categoría más amplia donde se multiplican intereses desde una mirada atenta y crítica a los cambios sociales sin el temor de escudriñar en sus aspectos negativos”.
¿Cuáles son los efectos de las tesis de Bauman desde el punto de vista pedagógico?
¿Qué sistema educativo en nuestro tiempo es capaz de garantizar la formación del sentido crítico o de activar el proceso de emancipación con la consecuente toma de responsabilidades que, en definitiva, es el propósito de la relación educativa?
¿Qué rol deben desempeñar en nuestros días los educadores en un mundo en permanente transformación y extremadamente complejo?
¿Qué área de la actividad educativa deberá prevalecer a futuro si tomamos en cuenta que en nuestra sociedad el miedo y la angustia son los dos sentimientos más experimentados por la juventud y, asimismo, por los adultos quienes a la vez son corresponsables de la formación?
Estas son algunas de las interrogantes que plantea Zygmund Bauman en su libro Conversaciones sobre la educación. El sociólogo las responde ampliamente y luego de manera más concisa, en su sabia conversación con Ezio Mauro: Babel . Ambos son textos recientes en donde el autor reflexiona en torno a la crisis de la sociedad y de la política en nuestros días. Esta crisis, según explica, incide profundamente en la transformación de la definición de la educación, concepto sobre el cual es necesario detenerse con el propósito de retomar la reflexión inherente al discurso pedagógico.
El autor parte de la siguiente consideración: “Internet no ha modificado radical y exclusivamente la comunicación y la interconexión, sino que cambió la historia porque en la web todo es contemporáneo”
Para Bauman,el tiempo en la red, el tiempo web, es el tiempo del aquí y el ahora. Un tiempo que ‘no tiene pasado ni futuro – un eterno presente – que se define por el empleo de las tecnologías de la información y de la comunicación en su esfuerzo incesante por negar la secuencia (el devenir) que lo constituye; es el tiempo ‘puntillista’, es decir, fragmentado en múltiples partículas separadas que finalmente representan inexorablemente su propia negación. De hecho dice: “En este nueva relación con el tiempo, pierde valor aquello que se construyó con tiempo y con componentes del mismo como la experiencia, la capacidad y el conocimiento”.
El resultado – precisa el sociólogo en Babel– es que “…si todo es contemporáneo, sólo cuenta la inmediatez…. Y la propia memoria ya no se vive como un punto de referencia o de confrontación…”
Se hace evidente la repercusión de esta trasformación – fatal desde el punto de vista pedagógico – desde el momento cuando se prefigura un vuelco del conocimiento entre la vieja generación, que es la encargada de generar los procesos de formación relacionados a la transmisión de las representaciones de valores y creencias que involucra la educación, y la nueva generación, producto de la cultura digital.
Esta rotura – subraya Bauman – trae importantes consecuencias en la formación de la “consciencia real” por parte del individuo-consumidor y tiene “ repercusiones en la capacidad de juzgar lo que sucede a nuestro alrededor ” porque en la medida en que se pierde el contacto con el contexto, la impresión toma el lugar de la opinión. Así ocurre con el juicio que, cuando adolece de referencias, se convierte en una sensación ‘poco trascendente y nada perdurable ’ . Es el momento cuando la opinión pública, reducida a ‘ una suma incoherente de sensaciones individuales que no son suficientes para conformarla’, ocasiona no solo la dificultad de vivir críticamente nuestro tiempo, sino que incide soterradamente en una des-responsabilización , cual tentación ‘ insidiosa’.
Estas dinámicas – concluye Bauman – desencadenadas por las profundas transformaciones inducidas por la revolución digital, perfilan un ‘nuevo tipo de ser humano’ sobre expuesto a la manipulación, con un criterio aparentemente autónomo pero emocionalmente guiado por otros. Es un nuevo tipo de ser humano desconfiado ‘desvinculado moral y social y políticamente de su responsabilidad’; un nuevo tipo de ser humano cuya presencia en la red está más cerca del “autismo electrónico” (de acuerdo con el diagnóstico de Castells), que de una auténtica comunicación que implica el intercambio, el acuerdo, la posible negociación entre los interlocutores; un nuevo tipo de ser humano quién por el contrario se sumerge generalmente en un ‘pseudo-diólogo’ casi ‘un monólogo’ solitario y enajenado, donde el flujo indetenible de la información, igual a una corriente de agua que arrastra todo, no ofrece la posibilidad de elegir o mejor dicho, la posibilidad de una elección auténtica capaz de garantizar nuestra autonomía.
Los ‘solitarios interconectados’ – como el afamado sociólgo llama a las nuevas generaciones- en definitiva se convierten en emblemas de la “liquidez” del nuestro tiempo, caracterizado – paradójicamente- por un individualismo exacerbado, sostenido por un estropeado narcisismo. Digo paradójicamente, partiendo de un hecho irrefutable de nuestra contemporaneidad, estructurada en torno a la imagen de la comunicación como el vehículo destinado a la construcción social del conocimiento.
Es por ello que preocupan los efectos socio-culturales relacionados con la explosión de la cultura digital. Estos efectos que hacen que se necesite con urgencia adoptar nuevos paradigmas, especialmente desde el punto de vista pedagógico, más si se toma en cuenta que ese saber debe estar orientado a la comprensión de procesos de transición cuya connotación se remite a varias épocas históricas para poder ajustar el desarrollo y la construcción de nuestro marco conceptual a los cambios políticos, sociales y culturales que están en curso.
En ese sentido convenimos que los diagnósticos de Bauman representan un legado verdaderamente autorizado para el pedagogo, un referente imprescindible a los fines de implementar prácticas educativas, porque ciertamente y cito textualmente : “lo que ocurre hoy, aquello que estamos presenciando, constituye un conjunto de peculiaridades a las cuales debemos adaptarnos, tratando de reconstruir las redes conceptuales donde intentemos atrapar nuestras realidades socio-.políticas, económicas y físicas No se trata de un giro en la historia sino de una nueva forma de hacer la historia”